Con comprensión podemos responder mejor al fracaso de nuestros hijos
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Nuestros hijos se equivocan y nos preguntamos hasta qué punto hemos fallado como padres y cómo podemos responder. Queremos apoyarlos pero al mismo tiempo dejarlos que asuman la responsabilidad y no vuelvan a cometer los mismos errores.
Siguiendo las recomendaciones del escritor Gary Chapman, un experto de las relaciones afectivas, existen algunas ideas útiles que pueden ayudarnos a los padres a procesar y enfrentar mejor los fracasos morales de nuestros hijos.
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No culparse
Es importante recordar que los hijos tienen la libertad de tomar sus propias decisiones y son responsables por ellas. Si te culpas como padre estarás perjudicando a tus hijos aún más porque les quitas la culpa y es menos probable que aprendan algo de ese fracaso.
Los padres pueden reconocer sus errores pero no conviene responsabilizarse por las malas elecciones que hacen los hijos.
No predicar
Por lo general los jóvenes ya se sienten culpables cuando hacen algo malo. Saben cuando su comportamiento les causa dolor a sus padres y son conscientes cuando violan los códigos morales que les has enseñado. No hace falta predicarles o condenarlos.
Preguntar por qué lo hicieron o decirles que lo han arruinado todo no tiene sentido alguno. Tu hijo ya pensó en eso y si haces eso quizá se ponga a la defensiva y deje de luchar. Un joven que se ha equivocado necesita luchar con su propia culpa, pero no necesita más condena.
No tratar de arreglarlo
Podemos tratar de minimizar lo sucedido para proteger a nuestros hijos, pero el problema es que al intentar eliminar las consecuencias del error impedimos que madure. Muchas de las lecciones se aprenden por sufrir consecuencias y si no están, el mensaje recibido no será el mismo.
Para que sean responsables tienen que saber que ellos son los que tendrán que hacerse cargo de sus errores. Es difícil para un padre ver sufrir a un hijo por sus decisiones, pero evitarles las mismas es quitarles la oportunidad de una enseñanza importante para la vida.
Dar amor incondicional
Es un acto de amor permitir que tu hijo experimente las consecuencias de su propio fracaso, pero al mismo tiempo es muy importante que se sienta amado mientras las experimenta. Esto aumentará la probabilidad de que enfrente el error, acepte las consecuencias como merecidas y trate de aprender algo positivo de esa experiencia.
Los fracasos crean sentimientos de culpa y esas emociones pueden alejarlos de nosotros, pero el amor crea un clima apto para el diálogo. No importa el error, los hijos deben saber que aunque tienen que asumir consecuencias, son amados. Tienen que saber que a pesar de todo hay alguien que cree que son valiosos y que está dispuesto a perdonarlos.
Escuchar con empatía
En vez de sermones, es importante poner el foco en escuchar entrando en los sentimientos de tus hijos. La empatía lleva al entendimiento y crea la base para poder ayudarlos. Se trata de ponerse en los zapatos de los jóvenes y tratar de comprender lo que los llevó a cometer los errores y cómo pueden estar sintiéndose en ese momento.
Cuando los hijos perciben que sus padres intentan comprenderlos y se identifican con sus sentimientos, se sienten alentados a continuar hablando y aclarar sus propias ideas. En cambio si ven que son escuchados por “jueces”, la conversación será corta y se marcharán sintiéndose rechazados.
Brindar apoyo
Nuestros hijos no se convertirán en adultos responsables si no tienen la libertad de esforzarse por decidir cómo continuar a partir de ahora. Lo que es importante es que sepan que no están solos y que quieres acompañarlos en el dolor y las dificultades.
Después de escuchar y comprender cómo piensan y se sienten, estarás en una mejor posición para darles apoyo emocional. Puedes decir que no estás de acuerdo con lo que hicieron y que tampoco puedes eliminar las consecuencias, pero deseas estar presente mientras transitan el proceso de lidiar con ellas.
Ser guía
Guiar no es manipular o controlar. Cuando les decimos lo que tienen que hacer o tratamos de convencerlos de que hagan algo, les estamos dando órdenes pero no dirección. Guiar es ayudarlos a pensar la situación y que sean ellos los que tomen las decisiones inteligentes.
Es más fácil decirles que hagan algo concreto pero esto no ayuda a que desarrollen sus propias aptitudes. Podemos ayudarles a seguir sus propios pensamientos hasta su conclusión lógica, expresar ideas como si fueran posibilidades y ofrecer consejos; pero nunca decidir por ellos.