Es el mayor depredador de América, vive en los caños venezolanos, rechaza el agua salada y puede medir hasta 7 metros de longitud y 430 kilos de peso
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Parece heredero de los gigantes dinoasurios. Su aspecto es prehistórico. Es uno de los reptiles más grandes del planeta. Come de todo, desde peces hasta serpientes. Sus ojos verdosos vienen incrustados, como procedentes del cerebro, hasta sobresalir de su inmensa cabeza alargada con un hocico estrecho y largo.
Es buscado y cazado por su piel, muy apreciada por la industria peletera. También saquean sus nidos lo cual explica la disminución de su población. La destrucción del hábitat es otro factor que amenaza su existencia.
Grave impacto en el ecosistema
En “El Libro Rojo de la fauna venezolana”, los expertos Andrés E. Seijas, Rafael Antelo y Omar Hernández escriben:
“La distribución actual es muy fragmentada, por lo que es poco probable que sus agrupaciones persistentes conformen una metapoblación. En cada una de las localidades donde se encuentra, la especie enfrenta amenazas de diversa índole. En todas ellas ocurren muertes de ejemplares en redes de pesca, o existe caza furtiva para el consumo de carne y grasa, o se les da muerte por considerarlos animales peligrosos. Adicionalmente la población ubicada en los ríos Cojedes-Sarare está afectada por la contaminación de las aguas, la deforestación provocada por el avance de la frontera agrícola y la modificación del flujo natural de las aguas por la construcción de canales de riego y represas, lo que pone peligro la permanencia de las playas de anidación”.
Mongabay Latam, un portal de periodismo ambiental, advierte que todo esto “tiene un grave impacto en los ecosistemas, ya que el caimán tiene como función el ser un depredador regulador de poblaciones de mamíferos y otros reptiles. Además, sus excrementos nutren a las algas, zooplancton y algunos peces del fondo de los ríos”.
Enumeran algunas de las iniciativas que se han venido adelantando ante esta compleja situación de serio estado de amenaza para estos animales, con el fin de preservar y proteger a esta especie.
Biólogos e investigadores monitorean las zonas, los ubican y enumeran. Los reintroducen: interceptan el cautiverio ilegal y los devuelven a la naturaleza. Han logrado hacerlo con miles de ellos. Aún así, hay especialistas para los que resulta insuficiente ante el peligro sostenido que depreda al depredador.
Negro y turbio
Se llama caimán del Orinoco por ser originario de la cuenca del río Orinoco. Su nombre científico es Crocodylus intermedius. Es uno de los reptiles vivos más grandes del planeta. Humboldt (1800), Páez (1868) y Calzadilla (1940), observaron la presencia de este reptil en los ríos Orinoco, Apure, Portuguesa y Arauca.
No son amigos del agua salada, prefieren las turbias; los adultos no gustan de la compañía de los jóvenes y, sobre todo los ejemplares de color negro, los más grandes y agresivos, suelen atacar a sus presas bajo el agua. Su piel escamosa parece producto de la alta concentración de calcio contenido en su interior.
No se mueven mucho. Pueden permanecer todo el año en un espacio de 100 metros, sobre todo los jóvenes. Si hay lluvias, recorrerán grandes distancias innundadas. Prefieren las aguas estancadas de lagunas, estanques y pantanos. Realizan dos migraciones al año. Su hábitat histórico está en los grandes torrentes de la región llanera, entre Colombia y Venezuela.
Un depredador que puede ser amable… con los suyos
Se reproduce hacia finales de año. Los machos marcan su territorio emitiendo fuertes sonidos guturales para cortejar a las hembras. Emiten señales acústicas, tácticas y visuales que estimulan y captan la atención de la elegida la cual, tres o cuatro meses después, deposita en el nido que fabrica -usando sus patas traseras- en zonas arenosas, entre 38 y 44 huevos lisos y ovalados. Así nacen los caimancitos que luego se convertirán en el aterrador gran Caimán del Orinoco.
Si algún intruso es detectado merodeando el nido, la hembra entra en furia y se camufla dentro del agua o solo saca, al acecho, parte de su cabeza a la superficie.
Puede emerger violentamente del agua inflando su cuerpo y emitiendo fuertes sonidos para disuadir al potencial agresor y hasta atacar, si fuera necesario. Todo por proteger a su cría. Son capaces, increíblemente, de comportarse tiernamente en familia. En 2006, Antelo observó, por primera vez en la naturaleza, a un macho dando alimento a una hembra que vigilaba el nido, un comportamiento que nunca se ha descrito hasta ahora en ninguna otra especie de cocodrilo.
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