Sucedió en la famosa iglesia de la Compañía de Santiago. Aquí el relato y el recuerdo del aquel triste acontecimiento que dejó cerca de 2.000 mujeres fallecidas Más de 2.000 personas se encontraban al interior de la iglesia de la Compañía, la más grande e imponente de Santiago el 8 de diciembre de 1863, donde esperaban celebrar la Inmaculada Concepción y el aniversario de la fundación de la cofradía las “Hijas de María”.
Las puertas del templo se abrieron dos horas antes previendo una masiva afluencia de fieles, y según relatan las crónicas, se encontraban encendidas más de 20.000 velas para alumbrar el interior de la iglesia.
La distribución de los asistentes al interior del templo reflejaba los estratos sociales de la época: cerca del altar principal, las mujeres de la alta sociedad, después las nanas, junto con los hijos de sus patronas y, finalmente, los hombres, junto a las puertas laterales del templo.
Mientras se acercaba la hora de la celebración, el sacristán comenzó a encender los quemadores de la base donde se encontraba la estatua de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Faltaban 15 minutos para las siete de la tarde cuando se desató la tragedia, uno de los quemadores se inflamó tomando las flores y guirnaldas de papel que adornaban la imagen.
Las llamas se expandieron rápidamente por este templo de madera, mantas de crinolina de los distintos santos se prendían con facilidad, y los largos vestidos utilizados por las mujeres de la época, entorpecían su andar cayéndose y terminando por atochar el pasillo central y las pocas salidas de la Iglesia, las que fueron rápidamente bloqueadas.
Las puertas de la Iglesia que, según la costumbre, eran cerradas para mejorar la acústica de las misas cantadas y asegurar una mejor iluminación, se abrían hacia adentro, lo que hizo imposible que los fieles pudieran escapar de las llamas.
Las campanas tañían para pedir ayuda, los ciudadanos se reunían en torno al templo que ardía, pero lamentablemente nadie podía hacer nada, tampoco nadie sabía cómo ayudar a controlar y apagar el incendio que consumía la frágil estructura.
“Cuerpo sobre cuerpo, se formaba una muralla compacta y numerosa. Había mujeres que resistían el peso de diez o doce, otras tendidas encima, a lo largo, a lo atravesado, en todas direcciones. Era materialmente imposible desprender una persona de esa masa compacta y horripilante. Los más desgarradores lamentos se oían del interior de la iglesia”, así relataba el diario El Ferrocarril la tragedia un día después del incendio.
El 9 de diciembre comenzó la tarea de exhumar los cadáveres y el intento de los familiares por reconocer a algún ser querido. Más de 164 carretones llenos de cuerpos calcinados y cubiertos de cal colmaron la fosa común cavada por más de 200 hombres, los funerales demoraron cuatro días y fue costeado con la venta de las joyas que se encontraron entre los escombros de la iglesia, y con recursos de los familiares de las víctimas. En esta hoguera fallecieron cerca de 2.000 mujeres y 25 hombres.
Días después de la tragedia comenzó una discusión donde se acusó a la iglesia católica, por mantener prácticas religiosas anticuadas y que su influencia sobre las mujeres era perjudicial. La Revista Católica salió en respuesta a estas críticas aduciendo que el incendio “era un designio de Dios, que los fallecidos eran personas dignas de imitar por su religiosidad, humanidad y bondad”.
La tragedia conmovió a todo Chile, hizo que las autoridades tomaran medidas como bisagras dobles en las puertas de todas las iglesias del país y prohibir la celebración de misas durante la tarde; pero también surgió el primer cuerpo de voluntarios de bomberos de Santiago para evitar una desgracia como la del 8 de diciembre en la iglesia de la Compañía.
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