La emergencia humanitaria impulsa a muchas personas a buscar alternativas para superar las dificultades en Venezuela. La historia de un pintor de Caracas refleja esta lucha y el deseo de seguir viviendo…
David Ochoa Oropeza, de 75 años de edad, es un ejemplo de tesón y esperanza. Su habilidad de pintor lo considera un regalo de Dios, y es el paraguas que lo hace cruzar la tormenta, sin sucumbir. La condición de inmovilidad no es motivo para rendirse. Todos los días, David se las ingenia para conseguir el pan que sacie su hambre física, y así tener fuerzas para enfrentarse las vicisitudes de la vida en un país marcado por la crisis.
El hombre de esta historia solo cuenta con una pierna. Parte de su extremidad izquierda la perdió tras sufrir accidentalmente una cortadura que luego se vio afectada por la diabetes que sufre. “Me la tuvieron que amputar para poder ganarle una primera batalla a la muerte. Pero doy gracias a Dios que estoy vivo”, dijo al contar para Aleteia parte de su vida.
Todas las mañanas, David sale de su residencia ubicada en el sector de San Luis (Cotiza), al noreste de Caracas, donde vive alquilado. “Tengo que buscar la vida, a estas alturas no debo rendirme. Dios me ayuda a no rendirme jamás”, argumenta. “La creación pictórica es el oficio al que me he dedicado en cuerpo y alma desde los 18 años”, dijo con alegría.
Sentado en su silla de ruedas se dirige a un costado de la plaza La Candelaria, entre las esquinas de Alcabala y La Cruz de Caracas. Se ubica frente al edificio “Doscerodos”, desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Allí, el encuentro con “la musa de la creatividad y la belleza” es una realidad que luego se va plasmando en sus obras.
En un porrón de cemento que sirve como una improvisada mesa, coloca el instrumental de trabajo: tijeras, cartulina, pintura acrílica y sus pinceles que no son otra cosa que unos cartones con los cuales moldea las figuras que va estampando, ya sean litografías, cuadros, tarjetas y carpetas para guardar documentos.
Entre la afición y la necesidad
Algunas personas que transitan por el lugar, lo miran con indiferencia; otras observan sigilosas el trabajo creador de este hombre. Por un largo rato se entrega a la fantasía, a la imaginación. El hambre, los sufrimientos, el desempleo y la inseguridad pasan a un plano inexistente. Solo prevalece el artista en su mundo; el hombre sencillo y creativo; el pensador y el soñador que luego plasma la belleza en medio de la ciénaga venezolana.
Regresando de su mundo de sueños y fantasías, toca tierra y confiesa que se dedica a pintar por hobbie, pero también por necesidad. “La vida en Venezuela está muy costosa, hay que trabajar muy duro para poder comer. Cada vez que sube el dólar los precios de los bienes, servicios y la comida se elevan, y la gente vende con mucha especulación”.
UN TALENTO DE DIOS. Actualmente David no tiene pareja y sus hijos viven fuera de Caracas. “No se ocupan de mí, por tanto, me veo en la obligación de salir a la calle para buscar mi propio sustento, que lo consigo a base de mi condición de pintor que es lo que me gusta hacer. Un talento que Dios me ha dado y que siempre he practicado”, indica.
Muy orgulloso de su trabajo, afirmó: “mis obras son originales, no me copio de nadie para hacer mis pinturas, simplemente me dejo llevar por la inspiración, lo que el corazón me dicta”. No obstante, comentó que la técnica pictórica de sus tarjetas y litografías es de China. Se lo enseñó un artista de esa nación asiática en una visita que hizo a Venezuela.
También ha dado talleres de pintar con “cartoncitos”, como los que él utiliza para plasmar su creatividad en las cartulinas que exhibe con mucha alegría. De hecho, ante la llegada de la temporada más linda del año como es la navidad, mostró al público varios modelos de las tarjetas que elabora para que sean adquiridas.
¿La gente le compra sus obras?, preguntó Aleteia. La respuesta del pintor urbano tuvo un tinte de esperanza: “Hay días buenos para la venta, como otros que son muy malos, pero nunca me desanimo, si no, ya estuviera derrotado”. Las tarjetas de navidad tienen un valor de 20 mil bolívares, y las carpetas para guardar documentos oscilan entre 20 a 25 mil.
En presencia de Aleteia, plasmó una litografía que fue culminada en casi cinco minutos donde evocó la naturaleza llena de mariposas y pajaritos. Finalmente, dijo que como venezolano aspira “que la crisis socio política se resuelva para que haya empleo y paz”.
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