Los obispos denuncian la sordera y la tozudez de las autoridades haitianas, que está provocando una situación de terror en el país caribeño
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
La crisis en la que se encuentra sumido el país más pobre de América, Haití, parece no tener fin. El presidente Juvenal Moise se ha atrincherado en el palacio presidencial y las manifestaciones de descontento siguen produciéndose en Puerto Príncipe y en todo el país caribeño.
La inflación galopante y los presuntos casos de corrupción, en especial con el pacto petrolero echado a andar por Venezuela en el Caribe, así como la falta de agua y de servicios sanitarios, son las quejas principales de los manifestantes que exigen la renuncia del primer mandatario haitiano.
Por su parte, el presidente Moise ha desechado cualquier posibilidad de dejar el poder, lo cual no solo alarga el conflicto, sino que sume en la más absoluta pobreza a un pueblo cansado de peleas políticas y lleno de tragedias naturales.
El Papa San Juan Pablo II lo previó en 1983
En este contexto, según informa la Agencia Fides, el arzobispo de Puerto Príncipe, Max Leroy Mésidor, hablando en la Catedral de la capital llena de gente, reiteró que “algo debe cambiar en este país”, citando las palabras del Papa Juan Pablo II cuando visitó Haití, hace 36 años.
El Papa polaco visitó Haití en la última parada del viaje apostólico que realizó del 2 al 10 de marzo de 1983, visitando Costa Rica, Nicaragua, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras y Belice, antes de clausurar el Congreso Eucarístico de Haití y la asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano celebrada en Puerto Príncipe.
El 9 de marzo, al despedirse de Haití, San Juan Pablo II dijo: “Soy consciente de las graves dificultades por las que pasan y les aseguró mi oración, mientras que hago un vibrante llamado a los países amigos de Haití y a los organismos internacionales a realizar un apoyo generoso” a los haitianos.
Ahora el tema es más grave
“Ante esta situación peligrosa, invito al Jefe de Estado, el Parlamento, la clase política y todos aquellos que quieran ayudar a Haití a escuchar la voz de la sabiduría”, dijo el arzobispo de Puerto Príncipe a cientos de fieles que habían marchado, silenciosamente, poco antes por las calles de la capital.
El arzobispo Mésidor, aprovechando el día en que la Iglesia católica celebra la memoria de San Juan Pablo II (22 de octubre), dijo que “demasiadas personas han muerto ya en el país y la justicia de Dios se hará realidad a toda costa”. El prelado pidió a los líderes haitianos que escucharan la miseria y los gritos de angustia de la gente.
El grito en las calles es general: “Jovenel debe irse”. Pero el presidente no ha dado la menor muestra de dejar el cargo que ocupa después de unas elecciones turbulentas en las que salió victorioso en 2017. Él fue elegido, dicen quienes lo defienden, por un período de cinco años, y los va a cumplir.
La sordera denunciada
Los obispos que conforman la Conferencia Episcopal de Haití (CEH) denunciaron, a principios de este mes de octubre, la sordera y la tozudez de las autoridades haitianas, que está provocando una situación de terror en el país caribeño.
“Los líderes actuales a pesar de nuestros repetidos llamamientos en los últimos dos años, siguen sordos, comprometidos a administrar su poder, privilegios e intereses viciosos ¿Hay una violencia más atroz que la de vivir constantemente en la inseguridad?”, preguntaban en esos días los prelados haitianos.
La CEH ha sido muy insistente en recordarle a los políticos y, en especial, a Moise, que hay una “miseria negra que le quita toda esperanza al hombre haitiano” y que “ningún pueblo debe aceptar la miseria, la pobreza, la violencia de manera resignada”; pero, hasta el momento, las puertas de palacio nacional, como los oídos de los dirigentes haitianos, permanece tapiadas.