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¿Cómo discutir? Guía para cónyuges (in)compatibles

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Marlena Bessman-Paliwoda - publicado el 21/09/19
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Estaremos luchando por la calidad de nuestras disputas, tomaremos decisiones e igualmente fallaremos en alguna parte. Y es normal. Esto no dice que no podemos ser un gran matrimonio

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De entre nuestro grupo de amigos, fuimos una de las primeras parejas en casarnos. Durante mucho tiempo después de la boda, escuchábamos la pregunta de si ya estábamos discutiendo. Nos sorprendían mucho estas preguntas, pero las discusiones en sí mismas no eran el centro de interés, sino el estado de nuestras relaciones domésticas.

Todos tenemos la convicción de que discutir debe ser algo malo. No solo eso: la falta de discusiones en el matrimonio no significa que éste sea exitoso o no. El Instituto Gottman en su investigación establece claramente que la cantidad de discusiones no indica si un matrimonio va a sobrevivir. Sin embargo, depende de la forma en que se lleva a cabo la discusión y, por lo tanto, de su calidad.

El desarrollo de nuestra pelea depende mucho de nosotros mismos y no de la explosividad del carácter de la otra persona. Como participante en la discusión, podemos suavizar o alimentar la pelea para que se vuelva menos sustantiva y ya no conduzca a una solución del problema. Por lo tanto, tengo un impacto real en la disputa. Vale la pena darse cuenta de ello. Aprender a no esconderse detrás de la excusa de que esto no depende de nosotros.

    Se puede comenzar la conversación de manera acusadora o suavizar nuestro tono. Puedes encontrar un ejemplo en la guía para las esposas sobre cómo comenzar las discusiones. Es difícil no intensificar la disputa, por lo que es mejor comenzar con la mayor calma posible. 

      Esta observación parece “dar en el clavo”: “cuando te inscribes en una autoescuela, lo primero que aprendes en una clase práctica es detener el coche. También en el matrimonio, aprender a utilizar el freno es una habilidad muy importante”. Querer salvar la discusión es como usar el freno durante su desarrollo. Veamos este ejemplo:

      – ¡No pasas tiempo con niños!

      – Paso tanto tiempo con ellos como puedo. Los llevo a la escuela y entonces los pregunto, sobre cómo les va.

      Sí los llevas, pero no es suficiente (...).

      En este caso, utilizar el freno sería decir “sí, los llevas”. Es un intento de salvar la discusión. También se podrían utilizar otras palabras, pero depende de los cónyuges decidir qué frenos funcionarán en cada caso. Puede ser un breve descanso en la discusión para calmarse, disculparse, admitir errores, dejarle hablar a la otra persona sin cortar su discurso, incluso cuando lo que dice nos gusta, usar el sentido del humor, interrumpir la conversación durante un tiempo determinado. En la práctica, los cónyuges saben lo que les ayuda.

        Es importante tratar de evitar la sensación de desbordamiento de emociones negativas. Cuando una de las partes tan nerviosa como para que su frecuencia cardíaca supere los 100 latidos por minuto, incluso cuando lo intenta, no puede escuchar argumentos racionales. Es una señal de que es hora de detener la pelea para calmarse.

          Hay disputas que no terminan en una solución. Sin embargo, si queremos resolver el problema, se necesita un compromiso, y esto solo es posible si tenemos en cuenta lo que presenta la otra parte. Sin el compromiso no es posible tomar una decisión conjunta que nos lleve a cambiar una situación de conflicto dada.

            Después de una discusión, la reconciliación es importante, lo que debe ir de la mano con tomar una decisión. Si nuestra disputa fue sobre un problema dado, entonces debería llegar el momento de decidir “¿qué vamos a hacer a continuación? ¿Qué vamos a cambiar? ¿Qué resultados hemos obtenido de nuestra conversación (discusión)?” La respuesta a estas preguntas aclarará cuáles tendrán que ser nuestras acciones.

            Si quieres crecer, entonces por tu propio bien, el de tu matrimonio y el de tu familia, vale la pena aceptar desde el principio que no eres ideal. Lo mismo se aplica a tu cónyuge. No somos perfectos. Lucharemos por la calidad de nuestras discusiones, tomaremos decisiones y fallaremos en alguna parte. Y es normal. Esto no dice que no podemos ser un gran matrimonio. 

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