La vida de san Pío de Pietrelcina es única, marcada por los estigmas de la Pasión de Jesús, pero ilumina a todos los que siguen a Cristo
La santidad de Padre Pío puede ayudarnos a seguir el mensaje de Jesús de muchas maneras. Desde su infancia, manifestó el deseo de mantenerse fuera del mundo para preservar la pureza de su alma -así, llegó a negarse a jugar con algunos niños de su edad “porque ellos blasfeman”. Una determinación excepcional, que se debe más a sus encuentros místicos con Cristo desde los 5 años, que a la fuerza interior del santo.
Parece entonces natural que Padre Pío entrara a la orden de los capuchinos a los 16 años y fuera ordenado sacerdote siete años más tarde, el 10 de agosto de 1910.
Por razones de salud, llevó una vida alejada de los tumultos del siglo XX, viviendo en varios conventos, con la excepción de un servicio como enfermero militar durante la primera guerra mundial, menguado por una tuberculosis.
Su vida estuvo enteramente consagrada a la misión sacerdotal, con la celebración de los sacramentos, particularmente la Eucaristía y la Reconciliación.
Es a partir del 20 de septiembre de 1918 que aparecen, por primera vez, los estigmas que marcaron a Padre Pío hasta su muerte.
Si bien otros milagros se relacionan con la figura del santo, estos estigmas son un escollo durante su vida terrenal. Para algunos, serán la marca de su santidad y el inicio de un reconocimiento que irá creciendo a lo largo de toda su vida. Para muchos contemporáneos positivistas o ateos, serán un montaje dudoso atribuido a una eventual enfermedad mental.
El Vaticano, así como su jerarquía, impondrá a Padre Pío diversas sanciones o restricciones en el ejercicio de su ministerio, por miedo al charlatanismo.
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Una vida volcada en los sacramentos
La vida de Padre Pío nos enseña, en primer lugar, el aspecto sagrado del sacerdocio: en su vida, y particularmente cuando recibió los estigmas de Cristo, Padre Pío fue realmente Su imagen en la Tierra – y lo fue consagrándose exclusivamente a su misión como sacerdote, abandonando de manera total los asuntos del mundo; celebrando los sacramentos para los fieles que vivían en el mundo.
La historia de Padre Pío, la manera en que fue recibido por la Iglesia de su tiempo, nos ofrece además una fuerte alerta contra el clericalismo que el papa Francisco no deja de denunciar en el Vaticano, y que viene a obstaculizar la acción de Dios en el mundo tratando de conservar el monopolio de ésta.
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Por el contrario, el santo sacerdote nos invita, como lo hizo en vida, a volver a la devoción popular que celebra, muy pronto, su gran santidad.
Por la abnegación con que cumplió la misión que le había encomendado Cristo, Padre Pío puede ser un ejemplo para cada uno de nosotros – ¡ya estemos llamados, como él, a retirarnos del mundo para ser signos vivientes de su Reino, ya estemos llamados a ser los cooperadores de Dios en el mundo para prepararnos para el Reino!
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Hozana les propone unirse a esta comunidad de oración, con motivo de su fiesta el 23 de septiembre.
Por Vincent Olivier