La guerra comercial entre EE.UU. y China podría tener temibles efectos colaterales…
Hace una década, Estados Unidos y China se lanzaron a una guerra comercial como la actual. Ante esto cabe preguntarse ¿en qué consiste una guerra de este tipo y qué consecuencias puede provocar en la economía mundial?
Comencemos por un ejemplo sencillo. Si usted va a comprar unas manzanas que las ofrecen dos puestos comerciales, lo lógico es que las compre donde le cuesten menos dinero, menos monedas. Imagine ahora que ambos puestos en competencia tienen el mismo precio ya que si no fuera así el más caro no las vendería (asumimos que no hay diferencias de calidad entre las manzanas de un puesto y el otro).
Una guerra comercial entre ambos puestos consistiría en que cada vendedor rebajara los precios para arrebatarle la clientela al otro y aumentar sus beneficios a su costa. En equilibrio, los vendedores no podrán rebajar el precio más allá de lo que cuesta poner las manzanas en el mercado, lo que contemplaría el coste de plantación, tratamiento, cosecha y puesta en el mercado.
Por eso, en este tipo de mercados solo pueden sobrevivir los más eficientes; los vendedores de manzanas ociosos y poco eficientes, con costes innecesarios de producción, quedarán expulsados del mercado en una guerra comercial.
Ahora imaginemos que los dos puestos de manzanas se encuentran ubicados en diferentes países de forma que el precio de uno está expresado en dólares y el precio del otro en yuanes. Para llevar a cabo una guerra comercial debemos poder comparar los dos precios que ese encuentran en divisas diferentes. Para ello usamos el tipo de cambio yuan-dólar.
El tipo de cambio no es otra cosa que el precio de intercambio entre dos divisas diferentes. De forma que, si 7 yuanes se cambian por 1 dólar, en el caso de que las manzanas del primer puesto costasen 1 dólar y las del segundo puesto 10 yuanes, claramente los compradores optarían por el primer puesto en dólares. En el caso de que el precio del segundo puesto fuera inferior a 7 yuanes, los compradores optarían por el segundo en yuanes.
Dado un tipo de cambio entre divisas, la guerra comercial no sería muy diferente a la que se ha descrito anteriormente con la misma divisa. Sólo consistiría en ir convirtiendo al divisa a la otra y ver quien ofrece precios más competitivos.
Pero ¿qué sucede si se consigue alterar el tipo de cambio? Y ¿cómo se puede conseguir que el tipo de cambio varíe? Las divisas las emite la autoridad monetaria de una economía. La Reserva Federal de Estados Unidos emite dólares, por ejemplo. De igual manera que en el mercado de cualquier bien, cuando aumenta su oferta, dado un nivel de demanda, baja su precio.
Así, en el mercado de divisas, el precio de intercambio entre divisas disminuye si la autoridad monetaria emite muchas monedas al mercado. Decimos que, al emitir demasiada moneda, pierde su valor al no percibirse como escasa y, en consecuencia, se deprecia. El aumento de las existencias de esa divisa hace que para todo lo demás constante caiga su cotización, su precio, el tipo de cambio.
El problema es que al alterar el tipo de cambio es posible abaratar los bienes de una economía frente a la otra sin necesidad de ser más competitivo. Imaginemos que, en equilibrio competitivo, el precio del puesto 1 sigue siendo 1$ por una bolsa de manzanas y 7 yuanes en el puesto 2 situado en el otro país y que, además, el tipo de cambio es de 7 yuanes/ dólar.
Ahora considere que la autoridad del país segundo duplica la cantidad de yuanes de forma que la relación de intercambio de las divisas pasa a ser 14 yuanes/ 1 dólar. Sin necesidad de ser más competitivos, esa depreciación del yuan provoca que el precio de la bolsa de manzanas sea la mitad en el puesto segundo que en el primero ya que un precio de 7 yuanes por bolsa de manzanas al nuevo tipo de cambio se correspondería a 0.5 dólares.
El consumidor eficiente en lugar de comprar en el primer puesto directamente en dólares, cambiará sus dólares a yuanes y comprará a 7 yuanes la bolsa de manzanas en el segundo puesto. Es decir, sin necesidad de ser más competitivo en costes de producción, simplemente con una operación en el mercado de divisas se puede ganar una guerra comercial en el mercado.
Actualmente, la Reserva Federal de Estados Unidos de América y el Banco Central de China se encuentran en esta guerra comercial porque para sostener el crecimiento económico no sólo se puede lograr reduciendo costes para producir más y mejor sino también sostenerlo a costa del vecino, vendiendo más que él depreciando la moneda de tu economía.
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En el contexto de deceleración global en la que nos encontramos, tanto la Reserva federal como el Banco Central de China tienen fuertes incentivos a manipular los tipos de cambio con emisiones de sus propias monedas. Pero todo esto tiene un peligro importante, pues estas actuaciones no están exentas de generar un efecto negativo sobre las expectativas y la confianza de los agentes económicos. Si un comprador interioriza que esa lucha comercial va a acabar abaratando de forma artificial las manzanas de mañana, tal vez sea mejor dejar de comprarlas hoy y esperar a mañana. Esto generaría una paralización de las ventas de hoy y por lo tanto un parón económico reforzando la deceleración económica.
Hace una década, estos efectos perniciosos sobre la economía global sobrevinieron a la par que se ponía de manifiesto la debilidad financiera de las economías occidentales por la diseminación masiva de activos tóxicos. Y ahí arrancó la última de las grandes crisis mundiales, la del 2008. Hoy deberíamos reflexionar la actual guerra de divisas entre Estados Unidos y China es de nuevo la precursora de otra nueva crisis de igual calado y deberíamos preguntarnos si podemos hacer algo para evitarla.