Se la hizo una profesora, junto a una sugerencia que fue determinante
Tras 24 años en la enseñanza, Maria Luce Ronconi se ha convertido en una de esas profesoras que salen en las películas y conquistan a sus alumnos con su cercanía, su creatividad y su entrega sin horarios ni límites.
Ella entabla relaciones personales con sus alumnos que en muchos casos se mantienen en el tiempo como una profunda amistad.
Recientemente viajó a Nueva York desde Italia (el país en el que vive actualmente) para participar en un encuentro del Movimiento de los Focolares, al que pertenece. Allí se reencontró con muchas personas conocidas, ya que dio clases a en varias escuelas de ese estado varios años.
El sábado pasado compartió varios recuerdos con los aproximadamente 200 asistentes al encuentro (llamado Mariápolis), como el de una alumna que había previsto a mantener relaciones con su novio a pesar de no estar demasiado segura…
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Una estudiante de la escuela secundaria, que ni siquiera estaba en mi clase, quería hablar conmigo. Yo era entonces la Directora del Ministerio Religioso, y muchos estudiantes acudían a mí con problemas personales.
Esta chica en particular había sido invitada por su novio a pasar la noche en su casa y comenzar a tener relaciones físicas.
Él era mucho mayor que ella. Su madre era una enfermera que trabajaba turnos dobles. No había padre en la casa.
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Ella ya había decidido ir, pero de todas maneras quería preguntar mi parecer. La escuché profundamente, le pedí al Espirito Santo el don del Consejo, y al final, en lugar de hablarle sobre la enseñanza de la Iglesia católica sobre esto, sentí que solo tenía que hacerle una pregunta y darle una sugerencia.
La pregunta era: “¿cómo te sentiría mañana por la mañana, una joven más digna, o alguien que había sido usada, y si fuera tu hija en esta situación, qué te gustaría que hiciera?”. Y le sugerí que fuera a la capilla y permanecería en silencio ante Jesús en la Eucaristía y escuchara a su corazón”.
Me hubiera encantado pasar tiempo con ella, pero tenía otro compromiso que sentí que era la voluntad de Dios. Le aseguré que rezaría por ella por sabiduría y valor, y me recordé lo que la fundadora de los Focolares, Chiara Lubich, nos dijo sobre “trabajar en dos”; le dije a Jesús que ahora tenía que hacer su parte.
A la mañana siguiente ella vino corriendo hacia mí, radiante, diciéndome que estaba sorprendida de que no hubiera tratado de convencerla con largas conversaciones religiosas, pero en el silencio de la capilla intentando responder a esas preguntas, sintió que tenía que cortar las relaciones y contarle todo a su mamá, lo que ella hizo.
Su alegría y su libertad fueron los mejores regalos para mí.
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