“El Papa me ha pedido estar en Roma por un tiempo, sin darme ningún encargo”. Entrevista del obispo auxiliar de Managua, mons. Silvio Báez, a la revista de la Curia Generalizia Carmelitani Scalzi.
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El papa Francisco había pedido a monseñor Silvio Báez que lo ayude en Roma por un tiempo y aceptó con “obediencia” debido a las amenazas contra el obispo. Sin embargo, el auxiliar de Managua ha indicado recientemente que volverá pronto a encontrarse con su pueblo.
Lo hizo a través de una entrevista a la revista de la Curia Generalizia Carmelitani Scalzi, la Orden a cual pertenece el prelado residente en Roma desde hace tres meses, en la que denuncia que el gobierno actual de Nicaragua “tendrá que rendir cuenta ante la justicia de todos los delitos y crímenes que ha cometido contra el pueblo”.
En una conferencia de prensa para explicar su viaje a Roma, el prelado había recordado una anécdota del encuentro con el Papa: le refirió al Papa que muchas veces “le pidió a Jesús que le ayudara a poder hacer algo por el santo Padre, viendo tantos problemas que afronta el Pontífice, con colaboradores que le fallan, el Papa sonriendo le dijo, pues el Señor te cogió la palabra porque ahora me vas a tener que ayudar. Nos dimos un abrazo sonriendo, ésta es la obediencia de la Iglesia”.
Querido Monseñor Silvio José Báez, gracias por acceder a concedernos esta entrevista. La primera pregunta es obligada, ¿Cómo se encuentra?
Estoy bien, con una gran paz interior y lleno de esperanza. Cada día me convenzo más por propia experiencia que a Dios no siempre lo podemos comprender, pero siempre nos podemos abandonar confiadamente a su amor a través de la escucha de la Palabra y la oración constante. En este tiempo trato de vivir olvidado de mí mismo, en plena comunión con la Iglesia y abierto con docilidad a los caminos del Señor.
En todo el proceso político en su país, usted siempre ha mantenido la misma posición. Desde hace mucho tiempo. ¿Cuál diría que es el principal problema?
La situación de Nicaragua es sumamente compleja. Es un país secuestrado por una familia y sus allegados, quienes movidos por la ambición de poder y el deseo de enriquecerse, han ido destruyendo el tejido social, la institucionalidad democrática, el sistema judicial y la economía del país que se encuentra a punto de colapsar. Quienes tienen actualmente el poder en Nicaragua han ido construyendo un sistema dictatorial con tintes dinásticos, caracterizado por la mentira y el cinismo, la corrupción, la injusticia, la represión criminal y el irrespeto a los derechos humanos. Actualmente en Nicaragua no se lucha por el poder, sino por cambiar la forma de ejercer el poder. En un futuro cercano el gobierno actual de Nicaragua tendrá que rendir cuenta ante la justicia de todos los delitos y crímenes que ha cometido contra el pueblo.
Pero la sociedad pide soluciones y mira a la Iglesia ¿Qué se puede esperar?
En el conflicto actual, que dura ya más de un año, la Iglesia de Nicaragua se ha caracterizado por estar al lado de la población que ha sufrido la represión. La gente ha confiado en la Iglesia y ha buscado en ella defensa de sus derechos, consuelo en el dolor y refugio frente a la violencia gubernamental. Como Iglesia hemos alzado la voz para denunciar los atropellos a los derechos humanos; hemos consolado a la gente y hemos llorado sobre todo con los jóvenes y con las madres de las personas asesinadas; no hemos dudado incluso en abrir los templos para curar heridos y salvar vidas; hemos señalado al gobierno sus desmanes y crímenes y no hemos dejado de llamar constantemente a la justicia y a la paz. En los momentos más duros de este último año, nos hicimos presente incluso físicamente en los lugares de conflicto para evitar nuevas masacres. Todo esto llevó al gobierno a atacar frontalmente a la Iglesia, persiguiendo, acosando y denigrando muchos obispos y sacerdotes, tildándonos de golpistas y terroristas y llegando incluso a amenazar de muerte a muchos de nosotros.
En un futuro cercano, sobre todo después de un necesario cambio de régimen, deberá dar inicio en Nicaragua un profundo proceso de reconstrucción de la sociedad en el que la Iglesia tendrá una misión muy importante. Nos tendremos que comprometer en la sanación personal de la gente y la reconciliación social en un país fuertemente polarizado políticamente, armonizando evangélicamente paz, justicia y perdón. Iluminados por la Doctrina Social de la Iglesia tendremos que ayudar a construir una sociedad nueva, en la que se respete la dignidad y los derechos de toda persona, en donde la pluralidad ideológica no sea necesariamente causa de conflicto, en la que sepamos renunciar a intereses particulares para compartir nuestros bienes e intereses en paz y justicia y así logar el desarrollo social y económico del país.
Entiendo que en todo este proceso convulso, la oración ha sido una fuente de energía.
En todo mi ministerio episcopal la oración ha sido algo fundamental como trato de amistad con el Señor y momento privilegiado de discernimiento espiritual. En la oración diaria he logrado tomar distancia de la compleja y convulsa realidad del país, para verlo todo con los ojos de Dios y renovar en mí la convicción de que solo Dios es Señor y que solo a él debo dar cuentas de mi misión pastoral. En la oración he escuchado al Señor continuamente para discernir evangélicamente las opciones y las decisiones personales y pastorales. En la oración he podido ser cercano a mi pueblo, presentando ante el Señor sus gozos y tristezas, sus alegrías y esperanzas, intercediendo y rogando con humildad especialmente a favor de quienes más sufrían. En palabras de la Santa Madre Teresa, para mí la oración ha sido una “fuerte columna” en medio de este “mar tempestuoso” que me ha tocado vivir como creyente y como obispo.
¿Ha sentido al Carmelo teresiano cercano en estos tiempos difíciles? ¿Ahora en el Teresianum, cómo se siente?
En todo mi ministerio episcopal a lo largo de estos diez años siempre me he sentido en comunión con mi familia del Carmelo Teresiano y he podido experimentar de muchas maneras la cercanía, la solidaridad, el apoyo y la oración de la Orden. En modo particular deseo agradecer a N.P. General, P. Saverio Cannistrà, quien a lo largo de estos años ha estado a mi lado y me ha sostenido con su cariño fraterno, sus sabios consejos y sus oraciones. En este momento me encuentro en el Teresianum, una comunidad en la que viví en el pasado casi veinte años en dos períodos distintos y a la que amo y admiro profundamente. Desde que llegué en mayo me he sentido en casa y agradezco de corazón al P. Albert Wach y a toda la comunidad por la acogida tan fraterna que me han ofrecido.
¿Qué mensaje daría a todos los nicaragüenses sorprendidos por su salida del país?
A los nicaragüenses deseo agradecerles todo el cariño que me han brindado en estos años y que me siguen expresando todavía a través de distintos medios de comunicación. Quiero también invitar a mi pueblo a no ceder nunca ante la tentación de la violencia y a no perder la esperanza de poder construir una sociedad nueva donde haya lugar para todos. Ha sido admirable la actitud de fe y el sentido de Iglesia que han demostrado nuestros fieles católicos ante mi salida del país. Sé que para la mayoría de ellos fue algo inesperado e incomprensible. Los invito a estar firmes en la fe, a no perder la esperanza en el Señor y a vivir en comunión con la Iglesia.
Ahora tiene nuevos retos por delante ¿Conoce ya con más detalle que misión tendrá en Roma o espera poder tener un tiempo para descansar y reflexionar?
El Santo Padre solamente me ha pedido que me quede en Roma por un cierto tiempo todavía, sin darme ningún encargo particular. Vivo este tiempo como un momento de gracia para crecer en la fe, para orar más intensamente y estar abierto a los caminos del Señor.
Sobra decir que Mons. Silvio continúa teniendo, como siempre, a Nicaragua en la cabeza y en el corazón ¿Verdad?
Como nicaragüense, pero sobre todo como pastor, siempre he vivido muy intensamente los dolores, las luchas y las esperanzas de mi pueblo. No concibo mi ministerio episcopal alejado de la gente. Cuando salí del país en abril les dije en Nicaragua que venía a Roma con una valija cargada de recuerdos, de rostros y de historias. Aunque en este momento estoy lejos de Nicaragua mi pueblo sigue estando presente en mi mente, en mi corazón y sobre todo en mi oración.