Y la motivación que te ayudará a no saltártela
¿Alguna vez has pensado basar tu régimen alimenticio según las Santas Escrituras? Aunque nosotros los católicos no somos como los judíos que tienen una lista de alimentos sugeridos y prohibidos según el Viejo Testamento, sí podemos encontrar allí distintos tipos de “planes” y alimentos que nos ayudarán a crear una dieta balanceada y enriquecedora.
Según el Génesis
Algunos la han llamado la “dieta Aleluya” y básicamente se trata de comer como lo hicieron Adán y Eva al comienzo de los tiempos. “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” (Génesis 1, 29).
Esto incluye desde distintos tipos de cereales, hasta legumbres y frutas. No con esto quiere decir que debas volverte frutariano, pero sí es importante incluir muchos de estos alimentos en tu rutina diaria porque son ricos en nutrientes y no tienen preservantes por ser naturales.
Los ayunos de Daniel
Este profeta y sus tres amigos, siendo esclavos en Babilonia, se negaron a comer las delicias y el vino del rey. Prefirieron comer por 10 días solamente vegetales y tomar agua y, al término, lucían más saludables que los que se habían decantado por los alimentos fastuosos de la mesa real.
Hoy en día, muchas personas deciden hacer el “ayuno de Daniel” (incluyendo a celebridades como Chris Pratt que lo hizo por 21 días) y lo ven como una manera no sólo de “desintoxicarse” a nivel gastronómico, sino también espiritual, ya que también se invita a la reflexión espiritual en estos días, sobre todo cuando no se tiene la “distracción” del placer en el sentido del gusto.
Asimismo, además de vegetales, también incluyen ciertas legumbres, frutas, nueces y granos preparados de forma simple. Hay que resaltar que expertos en nutrición señalan que este ayuno no es recomendable a largo plazo o como estilo de vida porque puede ser perjudicial para la salud.
Los súper alimentos
Esta categoría que está tan de moda actualmente (y es simplemente una manera de agrupar a alimentos de siempre con un alto valor nutritivo) está muy presente en múltiples pasajes.
Por ejemplo, están las granadas que tienen muchos antioxidantes y ayudan con la salud cardiovascular (“¿Y por qué nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este mal lugar? No es lugar de sementera, de higueras, de viñas ni de granadas”. Deuteronomio 8, 8); la miel; las almendras (“Entonces Israel su padre les respondió: Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor de la tierra en vuestros sacos, y llevad a aquel varón un presente, un poco de bálsamo, un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras”. Génesis 43, 11); el aceite de oliva; entre otros.
Más pescado
En tiempos bíblicos, el consumo de carne roja era muy escaso, casi nulo (uno de los pocos pasajes es el del Hijo Pródigo), pero ya muchos historiadores han explicado que era sobre todo por un tema de costo y de salud por su preservación.
“Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aún siendo tantos, la red no se rompió”. Juan 21, 11.
El Mar de Galilea tenía múltiples especies y el pescado es una excelente fuente de proteína y grasas buenas. Además, con tan sólo un poco de sal, limón y ajo ya queda estupendo, promoviendo también la sencillez.
Otra alternativa proteica que establece la Biblia son las lentejas, las cuales están desde el Génesis: “Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas”. 25, 34.
Pan de cada día
“Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud”. Mateo 15:36. Éste es uno de los tantos versículos donde se hace alusión al pan, ya que es nombrado más de 300 veces en la Biblia y fue protagonista en la Última Cena.
Aunque es cierto que las harinas blancas refinadas en exceso pueden ser perjudiciales y algunos pueden ser alérgicos al gluten, lo importante es optar por otras opciones de pan más saludables, como es el famoso pan Ezequiel, que es elaborado a base de germinados y, de hecho, toma su nombre del profeta del Antiguo Testamento: “Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y hazte pan de ellos el número de los días que te acuestes sobre tu lado; trescientos noventa días comerás de él”. Ezequiel 4, 9.
Pero la mejor dieta que en realidad propone las Santas Escrituras, aunque para algunos resulte un poco cursi, es hacer nuestras decisiones desde el amor… Sí, amor a nosotros mismos y nuestro bienestar (alimentos que nos permitan estar sanos y fuertes según nuestros propios requerimientos y necesidades para cumplir con nuestras metas y las misiones que Dios nos ponga), amor a nuestras familias (que no tengan que preocuparse por nosotros y a la vez estemos en buenas condiciones para ayudarles cuando sea necesario) y amor a nuestros amigos (porque el exceso de peso a veces nos hace inseguros y hasta no querer salir con ellos o estar de mal humor).
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10, 31.