Esta generación de padres, que definitivamente está mas involucrada con las actividades deportivas de sus hijos que las generaciones anteriores, parecen no saber manejar sus emociones o sus expectativas cuando hablamos de los deportes
En los últimos días se viralizó un video de una pelea de dos padres en un campo de baseball en Lakewood Estados Unidos. La pelea surgió por una decisión de un umpire de 13 años, en un juego de niños de 7 años. La historia ha generado reacciones alrededor del mundo y nos hace preguntarnos ¿por qué podemos llegar tan lejos cuando se trata de los deportes de nuestros hijos?
Esta reacción no es un caso aislado. En todas partes observamos padres que se exaltan demasiado con algunas decisiones arbitrales, otros que se pelean con padres del equipo contrario, algunos que humillan a los entrenadores por no dar suficiente tiempo de juego a sus hijos y otros que gritan a sus hijos cuando están en medio del campo.
Esta generación de padres, que definitivamente está mas involucrada con las actividades deportivas de sus hijos que las generaciones anteriores, parecen no saber manejar sus emociones o sus expectativas cuando hablamos de los deportes.
En primer lugar vemos una actitud sobreprotectora de los padres en torno a sus hijos y una necesidad de resolver sus problemas o evitar decepciones.
Un papá o mamá que pelea una decisión errada, o que trata de negociar mas tiempo en el campo para su hijo, es un padre que le esta quitando al hijo la posibilidad de luchar sus propias batallas.
Muchas veces creemos que para eso estamos: para defenderlos ante el mundo, sin embargo, cuando llevamos esto a un extremo les estamos enviando un mensaje: “no lo puedes hacer solo, así que lo tengo que hacer por ti”.
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De la misma manera los niños sufren de una presión exagerada por parte de sus padres en cuanto a su actuación y desarrollo deportivo.
En una época en la que el deporte trae considerables beneficios económicos, fama y popularidad, muchos sueñan con ese futuro y sin querer ejercen presión sobre sus hijos pensando que se podrían convertir en la próxima súper estrella del deporte.
La realidad es que es muy pequeño el porcentaje de niños que en un futuro serán deportistas profesionales, sin embargo todos se benefician de practicar algún deporte, siempre y cuando los padres estemos allí como sistema de apoyo y no como causa de presión y estrés.
Estas conductas además son un mal ejemplo para nuestros hijos, que se ven avergonzados cada vez que nos ven gritando, peleando o discutiendo.
En muchas ocasiones los niños hasta les piden a sus padres que no asistan a estos eventos por evitar estos enfrentamientos. Debemos recordar que ante todo somos los primeros educadores de nuestros hijos, y las conductas que tengamos en público o privado dejan marcas en su formación y desarrollo.
Así que, la próxima vez que nos veamos tentados a pelear sus batallas en el campo de juego, recordemos que son pequeños, que es solo un juego, y que lo que esta pasando en un rato no nos va a parecer tan grave.
Dejemos que se defiendan solos, que aprendan a resolver sus problemas y que se sientan capaces de enfrentarse a situaciones incómodas. Esto seguramente los ayudará en un futuro, sean la próxima súper estrella del deporte o no.