El país del Danubio y de la región del Conde Drácula está lleno de encanto. Su naturaleza enamora, al igual que la belleza de las iglesias ortodoxas, muchas de ellas Patrimonio de la HumanidadMuchos turistas identifican Rumanía con “el país de Drácula”. El misterio ha hecho que perdure en el tiempo la leyenda sobre el personaje real, Vlad Tepes “el Empalador”, quien realmente existió en el siglo XV. Era el príncipe Vlad III, de la casa real de los Draculesti, y tenía fama de sanguinario. Sin embargo, el país cuenta con maravillosos edificios, ciudades y enclaves naturales que testimonian una rica historia y un pasado cultural fecundo más allá de las historias de vampiros.
Un país lleno de tesoros por descubrir
La cultura de este país está marcada por factores diversos: el paso de las aguas del Danubio por su territorio, la región de Transilvania en el corazón de los escarpados montes Cárpatos, la huella indeleble del Imperio Romano que ha permanecido incluso en su lengua, la religión ortodoxa con patriarca propio, la pertenencia al Imperio Austro-Húngaro (no en vano a la capital Bucarest se la considera la París de la Europa del Este por su condición señorial)…
Todos ellos son factores positivos que, sin embargo, encontraron un gran obstáculo en el desarrollo del país durante los años de sometimiento a la Unión Soviética, en el siglo XX. Rumanía fue Estado independiente, pero “país satélite” sometido a la dictadura de Ceaucescu.
De aquel pasado dictatorial que se prolongó hasta diciembre de 1989 (un mes después de la caída del Muro de Berlín), queda todavía un lastre importante en la educación, en la corrupción del sistema funcionarial y en la mentalidad de desconfianza en la vida familiar y social.
Contrastes
La economía del país es de carácter marcadamente agrario y ganadero, pero en las últimas décadas se ha visto reavivada por la instalación de fábricas de empresas de otros países (ahí los sueldos son más bajos, con un salario mínimo fijado en los 235 euros en 2017) y por el turismo (viajar por Rumanía es relativamente barato). El sueldo medio en el país es de unos 500 euros.
Sin embargo, presenta serias dificultades de empleo y miles de personas cada año deciden marchar a otros países, a pesar de que desde 2007 pertenece a la Unión Europea y ha recibido fondos. Hoy por hoy, sigue siendo la economía más pobre de la Unión Europea y los jóvenes optan por emigrar masivamente.
Rumanía se debate ahora entre la modernización y la pobreza estructural, y el viajero nota esos contrastes: por ejemplo, los Trabant (antiguo utilitario que la URSS imponía) son todavía numerosos. Uno no sabe si mirarlos con nostalgia o con deseos de pasar página definitivamente. Al mismo tiempo, disfrutará de la arquitectura y las celebraciones litúrgicas de los monasterios e iglesias ortodoxos, de una solemnidad sobrecogedora y una música excelente.
La injusticia que generaba la estructura del Partido Comunista ha dejado una profunda huella cuando ve los privilegios de que disponían los miembros de la cúpula del partido. Sin ir más lejos, puede recorrer una autopista que los conducía desde Bucarest a las pistas de esquí de los Cárpatos, mientras la red de carreteras y ferroviaria del país se encontraba en una situación lamentable. Hoy la comunicación terrestre sigue siendo un tema pendiente, que dificulta el proceso de renovación.
Los católicos, una minoría
En este marco de dificultades, la religión ortodoxa ha servido de factor de cohesión cultural y social. No solo por su patrimonio artístico sino por el alto índice de práctica religiosa y porque ha actuado como “resistencia” ante la presión tanto del antiguo comunismo como del actual capitalismo. El 85% de la población es creyente ortodoxo.
Los católicos son una minoría de un 5 por ciento y viven sobre todo en Transilvania, donde se concentran unas 1.000 iglesias. Desde la época de san Juan XXIII, los Papas de la Iglesia Católica han tendido puentes para que se produzca el acercamiento definitivo a Roma. Hay que recordar que san Juan Pablo II viajó a Rumanía hace ahora 20 años y que el patriarca ortodoxo rumano, Su Beatitud Teoctist, acudió a Roma en octubre de 2002.
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