Como muchos habrán podido observar, en la mayoría de los retratos artísticos de la Virgen María se la ve representada con el color azul: una faja, el velo, pero sobre todo el manto.
En la antigüedad, la Virgen venía representada muchas veces con vestiduras de color ocre o crema, que eran muy común para su época y el lugar de donde provenía. Pero también se la ha representado con vestimentas de color azul, para representar su humanidad, y el manto rojo indicando que es llena de gracia. En general también se agregaban las letras griegas: MP OY (Mater Theou = Madre de Dios).
Más tarde se la comenzó a representar con un manto azul, sobre todo en la época del Renacimiento.
Los siglos XII y XIII marcaron una "revolución del azul". Esta revolución nace de la teología. Dios es un dios de luz y esto se manifiesta de dos maneras: luz divina (lux) y luz terrenal (lumen). Para diferenciarlos, era necesario encontrar una técnica en las imágenes: así es como el cielo se tornó azul, mientras que el dorado se usó para representar la luz divina y el Cielo como paraíso celestial.
Y tiene mucho sentido si María es Reina del cielo y de todo lo creado.
En la Edad Media, cuando el culto mariano estaba en plena expansión, se decidió revestir a la Virgen con un color de pigmentos caros.
Entonces se usaba mucho el lapislázuli, una piedra semipreciosa que venía de minas en Afganistán, con el cual se creaba un pigmento "ultramarino" que costaba tanto como el oro, si no más. Por eso estos pigmentos se reservaban para las representaciones de la Virgen María.
Pero quizás lo que tenga más valor en la representación del azul en la Virgen María, sean sus mismas apariciones:
La Virgen de Guadalupe lleva un manto azul tachonada de estrellas doradas.
La Virgen del Lourdes lleva una faja azul, como también Nuestra Señora de Banneux.
En la Virgen de Kibeho también podemos ver su manto azul.
Y en la Virgen del Rosario de San Nicolás.
Por citar algunos ejemplos, pero lo importante es tener siempre presente que: "María es el medio del cual se sirvió el Señor para venir a nosotros; es el medio del cual debemos servirnos nosotros para ir a Él" (S. Luis María Grignion de Montfort).