Pasos prácticos para recuperar la verdadera fuerza, pasando también por la inteligencia y la voluntadLa sanación interior tiene un aspecto práctico. ¿Qué es lo concreto que puedo hacer para facilitar que ese encuentro hacia mi sanación sea fructuoso? Te propongo usar las potencias del alma de las que hablan san Agustín y santa Catalina de Siena, y la composición de lugar de san Ignacio de Loyola.
Los pasos principales de la sanación son: reconocer, dimensionar, y -este es el paso central- definir un camino de encuentro con Cristo y conservar ese don en nuestro corazón por medio de la oración.
Para sanar es de suma importancia que echemos mano de las maravillosas potencias del alma o capacidades superiores que nos diferencian de todo lo creado.
Santo Tomás de Aquino habla de facultades: inteligencia y voluntad. San Agustín y santa Catalina, de potencias del alma: Inteligencia, voluntad, memoria.
1. Inteligencia, cuyo apetito es la Verdad
En nuestro interior tenemos una cierta capacidad para la verdad, para desear poseerla y conocerla. De alguna manera reconocer es llegar a la verdad.
2. Voluntad, cuyo apetito es el Bien
Tenemos esa tendencia o hambre de dirigirnos hacia el bien, de querer lo bueno, eso bueno que se expresa como bondad, belleza, confianza, acogida, etc. También en la voluntad es donde reside la fuerza para hacer efectivas la resoluciones de cambio.
3. Memoria, cuyo apetito es el Poder
Esta a su vez tiene su propia potencia: la capacidad de elegir lo que quiero recordar. Aquello en lo que tú pases tiempo recordando va a tener un poder especial en tu vida, en ti.
Si te la pasas recordando las cosas oscuras y cosas de dolor, entonces tu vida se vuelve sombría. Al contrario, si te la pasas recordando las bendiciones que tienes, la providencia de Dios, etc. tu vida se vuelve más luminosa.
La maravilla de la memoria es que uno puede elegir qué es lo que quiero que tenga poder en mi vida. El elegir no querer recordar lo negro de mi vida no significa que todo eso se anule o llegue a ser mentira en algún momento. Lo que significa es que a esos eventos yo ya no le doy poder y los transformo.
El cerebro humano funciona por medio de conexiones que se llaman sinapsis. Cuando el ser humano pelea, el cerebro nos hace este truco que es recordar aquellas cosas que están en función de la pelea.
Entonces, si una persona me cae mal yo solamente me acuerdo de lo malo. Aquí está el aplicar la potencia, forzar a mi memoria a recordar algo bueno.
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Entonces, tenemos estas tres potencias y dependiendo de cómo las utilicemos, los procesos de sanación avanzan o retroceden o se estancan o se cancelan.
Cómo usar bien la inteligencia
¿Cómo puede utilizar uno bien la inteligencia en el proceso de sanación?
Como el apetito de la inteligencia es buscar la verdad, reconociendo con sinceridad y con verdad que tengo un problema.
Como yo tengo inteligencia, utilizo la inteligencia para dimensionar mi problema y para darme cuenta de que no es el problema más grande del mundo.
Como yo tengo inteligencia tengo la capacidad para buscar la comprensión del amor de Dios por medio de su palabra.
La inteligencia debe ser siempre guiada por el Espíritu Santo porque sin oración ni la unción de Dios y sin esa atmósfera de fe que nos da la Iglesia no se puede avanzar.
Con todo esto la inteligencia me va revelando todos esos detalles de Cristo. Y me doy cuenta de que Cristo es mi nuevo alfarero.
Voluntariamente
Entonces la inteligencia me lleva a la voluntad. Por lo tanto, yo digo voluntariamente desde lo profundo de mi corazón a Cristo:
“Te acepto como Señor de mi vida y quiero que tu modelo es mi existencia. Hay cosas que tienen que cambiar en mí y no sé cómo”.
La inteligencia me va a ayudar a recordar que seguramente mi vida ha tenido episodios de asco, tristes, Sin embargo, también me va a ayudar a recordar que Jesús no tiene asco ni repugnancia de mí. Así como Jesús no tuvo asco ni de leproso, ni de la pecadora.
Entonces cuanto más voy llenado mi inteligencia, voluntad y memoria de la palabra de Dios, está más y más se va a concentrar, no en lo que yo no pude, sino en lo que Cristo puede hacer de mí.
En la medida en que yo trabajo esto, en observar y darme cuenta de los grandes milagros que ha hecho en mí y en otros, en aceptar que su Palabra es eficaz y poderosa en mi memoria, solo habrá certeza de su poder.
Por eso ayuda empeñarnos en santificar nuestra memoria y procurar guardar en el tesoro de nuestra memoria la Palabra de Dios, para que así nuestro proceso de sanación sea aún más profundo.
Para utilizar bien la memoria no nos detengamos en esos pensamientos que nos encarcelan. Es decir, usemos la memoria para lo bueno y no para lo malo.
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