“¡No se negocian las libertades. Ni la dignidad ni la vida de las personas!”, exclamó el obispo auxiliar de Managua
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El Domingo de Resurrección fue el marco oportuno para la despedida—transitoria—del obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez OCD, quien, por medida de seguridad, irá a residir a Roma por tiempo indefinido y por decisión y pedido del papa Francisco.
Amenazado de muerte por los grupos leales al presidente Daniel Ortega, Báez, principal voz de los sin voz en Nicaragua y un sacerdote muy cercano a los jóvenes que desde hace un año protestan con saldo de sangre y represión, ha acatado la decisión de Francisco y salido ya a Roma.
Sin embargo, en su última celebración eucarística celebrada en la parroquia del Santo Cristo de Esquipulas, el prelado dejó muy claro su mensaje al pueblo fiel nicaragüense: “¡No se negocian las libertades. Ni la dignidad ni la vida de las personas!”, señalando que su partida no es un respiro, antes lo contrario, para el régimen sandinista.
Haciendo una analogía con la Resurrección de Cristo, el obispo auxiliar de Managua señaló: “La tumba está vacía, Cristo ha resucitado. No dejemos que nos dejen vivir en una tumba social. Nicaragua no es una tumba; que Nicaragua sea una tierra de hombres y mujeres libres que aman la justicia y la libertad”.
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Contra todo lo que degrada la dignidad humana
La partida de Báez se da, justamente, al cumplirse un año de protestas que ha dejado entre 300 y 400 muertos, cientos de heridos, más de 800 presos políticos, varios cientos de “desaparecidos” y cerca de 30.000 refugiados, principalmente en el vecino país de Costa Rica.
Durante su homilía, marcada por la emotividad de la despedida, el obispo Báez no dejó duda del camino trazado para fomentar un futuro de paz en Nicaragua, un futuro que está ligado íntimamente a las enseñanzas de Jesús, de las que la Iglesia latinoamericana ha dado seguimiento, en especial en Nicaragua.
“Quienes seguimos a Jesús no lo olvidemos: tenemos que adoptar siempre una postura clara y firme contra todo lo que destruye o degrada la vida o la dignidad humana”, remarcó.
En comparación con las autoridades que condenaron a Jesús, el prelado nicaragüense aludió a las injusticias de los poderosos: “Para los poderosos de la política, Jesús también se volvió insoportable. Jesús criticó a los que gobiernan, porque oprimen a su pueblo, y luego quieren hacerse llamar bienhechores”.
¿De parte de quién estamos?
En este mismo orden de ideas, la voz del obispo Báez se alzó diciendo que “el Señor no dudó en denunciar que las ambiciones políticas” de aquellos que en nombre del pueblo se sirven de él, y a los populismos radicales de la región les espetó que éstas ambiciones “son un dios que esclaviza al corazón, enfría el amor y exige sacrificios humanos”.
Más adelante remarcó –en sintonía con el Papa Francisco—que la labor de los católicos es tocar las llagas y la carne de los que hoy están crucificados. Y preguntó al pueblo fiel: “¿De parte de quién estamos? Hagámonos siempre esa pregunta: ¿de parte de los que crucifican o los crucificados?”
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Con respecto a la situación que vive Nicaragua, remarcó que el diálogo es la única salida pacífica y que puede evitar peores consecuencias; es necesario, por tanto, apostarle a él pero, diciendo la verdad. Y la verdad es que “este gobierno (el de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo) no quiere dialogar”.
Finalmente –tras pedir la liberación los periodistas Miguel Mora y Lucía Pineda Ubau—el obispo Báez destacó esta frase que va a convertirse, con toda seguridad, en uno de los estribillos de la revuelta contra Ortega: “Un pueblo crucificado resucita siempre”.
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