¿Tienes la sensación de que te has estancado? ¿Necesitas una chispa que te motive de nuevo? Aquí tienes el secreto.Muchas parejas notan que, transcurrido un tiempo, aquello que hacía tanta ilusión al principio se vuelve sin interés, incluso rutinario.
La rutina está bien y es necesaria para que nuestra vida no sea un continuo ajetreo y susto, nos ayuda a vivir con paz muchos momentos del día en que ya sabemos qué va a ocurrir. Sin embargo, puede ser demoledora si da paso al aburrimiento, a la monotonía y al descontento.
Uno puede ser feliz sabiendo que tiene al lado a la mujer (o al hombre) que ama, pero esa felicidad no es el ático de un edificio, la planta más alta a la que se ha llegado y uno ya no puede aspirar a más. La felicidad no es algo estático sino que “se trabaja” a diario. Eso hace que sea deseable y humana, que no sea un producto acabado que uno coloca en una vitrina o cuelga de la pared como un diploma.
Si crees que tu relación ha entrado en bucle y siempre es lo mismo; si ya no te hacen tanta gracia las cosas que antes te sorprendían; si te cuesta mantener la ilusión, todo eso son luces de alarma para que te pongas en movimiento. ¿Qué hacer para mantener viva la llama del amor?
No solo se trata de “mantener” para arrastrar una carga pesada o seguir soportando la relación de buenas maneras, por educación. Hablamos del amor y, por lo tanto, eso en la pareja te está pidiendo dar un salto de calidad. Se trata de dar un paso y madurar juntos.
Ese salto de calidad que lo cambia todo tiene dos acciones. Y son dos acciones que hay que poner en marcha al mismo tiempo:
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Perdonar
Si lleváis un tiempo juntos, es posible que se haya acumulado en la memoria una lista de momentos no precisamente gratos: salidas de tono, mal genio, arrebatos, caprichos, pequeños egoísmos, olvidos… En la convivencia, uno descubre que el otro no es perfecto y es vanidoso, perezoso para algunas tareas, tiene tendencia a desaparecer en momentos difíciles… y un largo etcétera.
Si quieres dar el salto de calidad en tu relación con la pareja, ha llegado el momento de darle al botón de “reset”, como el router que nos proporciona wi-fi. Cuando queda colapsado, uno tiene que darle con un punzón al “reset” y aquella maquinita vuelve a darnos cobertura.
Perdonar es ser consciente de toda la lista que se acumuló y ser igualmente consciente de que la vamos a eliminar. A veces es necesario hablarlo con la otra persona, pero en muchos casos es una cuestión tan personal que solo necesita de uno mismo. No ayuda decirle al otro que lo perdonamos por tal y tal y tal cosa del pasado. Basta con hacerlo interiormente.
¿Tiene sus frutos ese perdón? Desde luego. Has limpiado bien las bodegas del barco y eso te permite navegar a mayor velocidad. Si perdonas, todo adquiere valor de novedad, de nuevo intento para el que además tú vas a mostrar tu ayuda.
Perdonar rejuvenece. Como somos cuerpo y espíritu unidos, el cuerpo somatiza las preocupaciones pero también somatiza la calma. Si perdono, eso se notará en la expresión de mi rostro, en mis facciones más relajadas. Se rebajará la ansiedad y el nerviosismo, con todos los beneficios que eso comporta. Perdonar es, en resumen, saludable.
Esencial: después de perdonar, olvidar. Lo perdonado ya se olvida y no vuelve a ponerse sobre la mesa nunca más: recuérdalo cuando la tentación de “revisar” te llegue.
2. Pedir perdón
Ese trabajo es imprescindible para el salto de calidad. Uno no puede pensar que perdonando al otro ya ha hecho el 50 por ciento de la tarea. Esto no va de tantos por cientos. Hay que pedir perdón o aquello de perdonar habrá sido solo un barniz.
Pedir perdón implica, en primer lugar, hacer examen de cómo va mi relación: qué he aportado, si me entrego al cien por cien. Un matrimonio solo puede funcionar si hay entrega absoluta. Lo otro, las medias tintas, acaba en fracaso.
Para examinarse no hace falta abrir un excel. Será suficiente con recogerse unos minutos y preguntarse cómo ha sido mi trayectoria en esta relación. ¿Dejo que la otra persona crezca? ¿La admiro? ¿Me desvivo por hacer que el otro sea feliz cada día? ¿Renuncio a planes personales siempre que sea en beneficio de la pareja? ¿Lo hago con alegría o aquello toma aires de tragedia y yo de víctima?
Cuando uno ama de verdad, ve las impurezas de la relación con mayor detalle. Es como si nos colocaran unas gafas de visión 3D y de repente aparecen detalles que habíamos pasado por alto: aquel plan en el que me salí con la mía, las formas de hablar con las que me impongo en las conversaciones, la “razón” que creo tener en temas opinables…
Perdonar y pedir perdón son las dos acciones que dan acceso a la categoría “premium” del amor.
No dejes que tu relación de pareja se deteriore por culpa de tu orgullo. Busca la forma de unirte más y mejor a la otra persona. Perdonar y pedir perdón son formas de vaciarse para llenar el alma de un amor que os hará indestructibles.
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