En la audiencia general, el Pontífice prosiguió el ciclo de catequesis sobre la oración del Padre nuestro. El papa Francisco expresó que en la oración cristiana siempre hay una petición de perdón para recordar que “somos deudores ante Dios”, pues “nadie es perfecto”. Lo dijo este miércoles 10 de abril 2019 en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Ante 14.000 fieles y peregrinos congregados para asistir en la audiencia general del miércoles, el Pontífice ha continuado con su ciclo de catequesis sobre la oración del Padre nuestro, enseñada por Jesús a sus discípulos, en esta ocasión, se centró en la parte que dice: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
“En toda oración del cristiano se contiene una petición de perdón a Dios, ya que por muy santa que sea nuestra vida siempre somos deudores ante Dios”, expresó.
Nadie es perfecto!
El Papa lamentó que la vanidad y la soberbia son actitudes anti cristianas. “Por eso la soberbia es la actitud más negativa en la vida cristiana. Se arraiga en el corazón sin que muchas veces nos demos cuenta, e incluso afecta a las personas que llevan una intensa vida religiosa”.
“Hay pecados que se ven y pecados que no se ven, pecados ocultos. Hay pecados flagrantes que hacen ruido, pero también hay pecados tortuosos, que se esconden en el corazón sin que nos demos cuenta”.
El orgullo
Para explicar los daños del orgullo en la vida cristiana, contó: ”Érase una vez un convento de monjas, famosas en los siglos 1600 y 1700, en el momento del jansenismo, que era el más perfecto y se decía de ellas que eran tan puras como los ángeles pero orgullosas como los demonios“.
Esta actitud de superioridad puede atacar al más pío, afirmó, “nos hace creer que somos mejores que los demás, casi semejantes a Dios, amenazando así con romper la fraternidad”.
El antídoto a esta manera de comportarse, según el Papa, es aceptar que “somos deudores porque todo lo hemos recibido: la existencia, los padres, la amistad, la belleza de la creación… En nuestra vida personal se refleja también como un mysterium lunae.”.
En su predicación, afirmó que las personas son el reflejo de la luz divina. “Al igual que la luna no brilla con luz propia sino que refleja la luz del sol, también nosotros reflejamos una luz que no es nuestra, sino que la hemos recibido”.
El amor y el perdón
De esta manera, sostuvo, “si amamos es porque hemos sido amados antes; si perdonamos es porque antes hemos sido perdonados.
Y en esta cadena de amor que nos precede reconocemos la presencia providente de Dios que nos ama. Ninguno ama a Dios tanto como Él nos ha amado a nosotros. Basta que miremos a Cristo en la cruz para descubrir la desproporción entre su amor y el nuestro”.
Francisco saludó a los peregrinos mientras se acercan cada vez más las fiestas de Pascua, “los animo a no dejar de mirar a Cristo en la cruz, para que su amor purifique nuestras vidas y nos libre del orgullo de pensar que somos autosuficientes”.