Joan Jacobs y un legado para sus hijos y el mundo: “la vida es buena”Bert y John Jacobs son los más pequeños de seis hermanos. Crecieron en un hogar de clase media con escasos recursos y una infancia que, al ser “perfectamente imperfecta” como ellos la llaman, preparó el terreno en donde su madre plantó las semillas de un optimismo que sería clave para el negocio que los dos hermanos iniciarían veinte años más tarde.
Aunque no tenían dinero para ir a sitios bonitos como Disney, su madre Joan les enseñaba que podían ir donde quisieran con su imaginación. Cuando les contaba historias no sólo se las contaba, sino que encarnaba los personajes y los llevaba con su relato a los castillos, a los bosques y a otros lugares fantásticos.
Pero tal vez lo más valioso que hizo por ellos fue mostrarles que a pesar de las dificultades es posible encontrar bondad en el mundo. Cada día a la hora de la comida cuando estaban todos reunidos alrededor de la mesa, les pedía a sus hijos una cosa: “Díganme algo bueno que haya pasado hoy”.
Esas simples palabras cambiaban la energía en la habitación. Sin saberlo exploraban lo mejor y lo más divertido de su día. Estaban riendo, conectándose y actuando como una familia unida. En lugar de quejarse de los problemas, de compadecerse de las luchas o de abrir la posibilidad a una pelea, se enfocaban en lo positivo.
En el libro Life is Good publicado por National Geographic, los hermanos cuentan el impacto que este hábito tuvo en sus vidas: “incluso en nuestros peores momentos, siempre hemos tenido las herramientas que necesitábamos para sobrevivir gracias a mamá. Ella nos mostró que el optimismo es una elección valiente que puedes hacer todos los días, incluso ante la adversidad”.
No es que la vida sea fácil o sea perfecta. La vida es buena. Esta creencia transmitida por su madre se fue arraigando en los jóvenes Bert y John hasta el punto de inspirarlos a crear Life is Good, una marca mayorista de ropa y accesorios que vendió cerca de $100 millones y hoy dona gran parte de sus ganancias para ayudar a mejorar la vida de muchos niños.
El mensaje de esta madre hizo una diferencia real en el mundo. Su experiencia confirmó que la felicidad no proviene de las circunstancias. Viene de la disposición que tenemos ante ellas para enfocarnos en lo que está saliendo bien y por lo que uno está agradecido, en lugar de lo que no tenemos o en lo que está mal.
Bert dice que está muy instaurada la concepción de que la riqueza y las cosas materiales te harán feliz, pero las estadísticas muestran que no. Las personas piensan que estar en ese lugar privilegiado, lograr esa promoción o conocer esa persona especial, harán que luego seas feliz. Y eso no es cierto.
Lo que hace que te sientas feliz y completo en la vida, es tu disposición. Un acto voluntario. No se trata de ignorar los obstáculos. El optimismo hace posible ver las oportunidades, explorar e intentar cosas buenas y contagiar a otros. De hecho, los consumidores de la marca que más se involucraron en transmitir el mensaje de que “la vida es buena” han sido los que parecen haber tenido las mayores adversidades.