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La cara oculta de los abusos sexuales en la Iglesia

VATICAN SEX ABUSE
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Miguel Pastorino - publicado el 23/02/19
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En el marco del Encuentro sobre “la protección de los menores en la Iglesia”, convocado en Roma por el Papa Francisco del 21 al 24 de febrero, ha vuelto a desatarse en los medios un sinfín de explicaciones y teorías sobre cómo la Iglesia hace frente a los casos de abusos por parte de sacerdotes

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Si bien hace muchos años que la Iglesia viene haciendo frente a la plaga de los abusos perpetrados por sacerdotes, desde los protocolos y guías de acción, el endurecimiento de las penas, los encuentros con las víctimas, la transparencia en la comunicación y la formación de equipos de especialistas en el tema, esta vez lo inédito es que se convoca a todos los presidentes de las conferencias episcopales (114) y superiores de órdenes religiosas (20), para que escuchen a las víctimas, a varios expertos en la problemática y reflexionen sobre como erradicar esta calamidad de la vida de la Iglesia. Aunque tanto Benedicto XVI como Francisco han tenido varios encuentros con víctimas de abusos, es la primera vez que obispos de todo el mundo se enfrentan a los duros testimonios de personas abusadas y a la reflexión de especialistas en el tema de modo global. Los núcleos del encuentro son la responsabilidad de los obispos, las herramientas de que se dispone para actuar y la transparencia.

Las reflexiones de estos días dejan claro que la lucha contra el abuso no borra, sino que refuerza el compromiso de quienes en la Iglesia protegen a los niños. Muchos que critican a la Iglesia no siempre parten del prejuicio, sino de esperar de ella más compromiso con la verdad y mayor radicalidad que de otras instituciones. Y es que la mejor defensa de la Iglesia consiste en su capacidad de asumir sus responsabilidades y estar siempre del lado del que sufre.

Varios cardenales insistieron en que esto es un problema que debe ser asumido colegialmente, donde nadie pueda decir: “esto no me concierne a mí”.

Las víctimas en el centro de la reflexión.

No han sido pocas las veces en que obispos de todo el mundo, han privilegiado la protección de su clero, la relativización de la gravedad de los abusos y la desconfianza hacia las víctimas. Varios testimonios muestran cómo se sufre no solamente por el abuso, sino por los pastores que no creen a sus fieles heridos y que solo les preocupa el escándalo, la imagen institucional y no las personas. Así, los fieles que han sido víctimas, además del devastador abuso que padecieron, se sienten solos, desamparados y tratados de mentirosos por la Iglesia en la que confiaban.

Los especialistas del Vaticano en estos temas insisten en que las víctimas deben ser la prioridad y estar en el centro de todas las medidas que se tomen. Los obispos deben velar por ellas, por sus familias, por las comunidades heridas y también por los agresores. Desde el pontificado de Benedicto XVI la escucha de las víctimas se ha impuesto por necesidad de justicia y para que los pastores sean conscientes de la gravedad del asunto. En esta línea el Papa Francisco ha convocado para este encuentro.

¿Por qué tanta indiferencia?

El Cardenal Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá expresó duramente: “Muchas veces se procede como los asalariados que al ver venir el lobo huyen dejando desprotegido el rebaño. Y se huye de muchas maneras: tratando de negar la dimensión de las denuncias presentadas, no escuchando a las víctimas, ignorando el daño causado en los que sufren los abusos, trasladando a los acusados a otros sitios donde estos siguen abusando o tratando de llegar a compromisos monetarios para comprar el silencio”.

Si bien la Iglesia, especialmente a partir de Benedicto XVI, tiene normas muy claras y estrictas sobre el tema, durante décadas los obispos no aplicaron estas medidas y privilegiaron cambiar al sacerdote de Parroquia, enviarlo a un monasterio por un tiempo, o exigirle terapia, sin ir a fondo en el asunto, ni tomar las medidas de protección necesarias para prevenir nuevos abusos. Los abusos son un delito grave que no debe ser relativizado jamás y además de las penas canónicas, Benedicto impuso la cooperación con las autoridades civiles.

Tanto Benedicto como Francisco han insistido en conocer las causas de este flagelo y más allá de las personas concretas que cometen estos delitos, institucionalmente han fallado los procedimientos para determinar la idoneidad de los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa, la débil formación humana, moral, intelectual y espiritual en muchas diócesis, y el clericalismo que favorece la protección del victimario por encima de la víctima.

El Papa Francisco en el comienzo del encuentro afirmó: “Nuestro encuentro está cargado por el peso de la responsabilidad pastoral y eclesial que nos obliga a discutir juntos, de manera sinodal, sincera y profunda, cómo afrontar este mal que aflige a la Iglesia y a la humanidad. El santo pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no simples y obvias condenas, sino medidas concretas y eficaces; es necesario ser concretos”.

El problema: Abuso de poder.

El Cardenal Salazar Gómez afirmó también que “no se trata solo de desviaciones o patologías sexuales en los abusadores, sino que hay una raíz más honda que es la tergiversación del sentido del ministerio convertido en medio para imponer la fuerza, para violar la conciencia y los cuerpos de los más débiles”. Entiende (citando al Papa Francisco) que el problema es esencialmente un “abuso de poder”, calificando al clericalismo como “una manera anómala de entender la autoridad en la Iglesia… Decir no al abuso, es decir enérgicamente no a cualquier forma de clericalismo”. De hecho, el abuso espiritual en contextos religiosos donde sus líderes han sido sacralizados por sus fieles, da lugar a diferentes formas de abuso de poder y manipulación de las personas más vulnerables, sean menores o adultos. En algunas culturas la figura del sacerdote es casi “de una casta superior” y la asimetría en sus vínculos se vuelve un caldo de cultivo para toda clase de abusos.

¿Y el celibato tiene algo que ver?

Muchas veces en la prensa aparecen alusiones al celibato como si éste fuera la causa de los abusos. No existe una relación causal entre el celibato y los abusos, porque de hecho existen incontables abusos en otros contextos donde los abusadores son casados. La perversión se esconde por igual detrás de personas célibes o casadas. Muchos individuos son célibes en diferentes contextos y no por eso son abusadores o violadores. No es un problema de “continencia sexual”, sino de abuso de poder.

Un necesario cambio de mentalidad.

Se insistió en la necesidad de un profundo deseo de cambio, de una auténtica conversión expresada en acciones concretas. El Cardenal Blase Cupich, Arzobispo de Chicago, afirmó que es inaceptable la indiferencia ante las víctimas y sus familiares: “la Iglesia debe ser verdaderamente una Pietà, destrozada por el sufrimiento, consoladora en el amor envolvente, constante en señalar la ternura divina de Dios en medio de los dolores de la desolación en aquellos que han sido aplastados por el abuso del clero”.

El compromiso de la Iglesia en estos días retoma el lema de Benedicto XVI: “tolerancia cero con los abusadores”. Francisco en la misma línea ha exigido: “medidas concretas y eficaces”. La experiencia de la escucha de los crudos testimonios de las víctimas conmovió a los presentes y todos quedaron golpeados por las historias que se presentaron. El portavoz ad interim del Vaticano, Alessandro Gisotti, expresó que se dio el primer paso de un doloroso Via Crucis “durante el cual la palabra transparencia debe entrar en el ADN de la Iglesia”.

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