Desprenderse de las cosas no es fácil. Marie Kondo asegura que es una de las 6 bases para ser feliz al ordenar. ¿Por dónde empiezo entonces?En el año 2011 se desencadenó un fenómeno social: la japonesa Marie Kondo publicó la primera entrega de “La magia del orden”. Con este libro han cambiado muchas cosas en la vida de 4 millones de personas.
Marie Kondo apuesta por un método sencillo para algo que todos nos planteamos cotidianamente: el orden. ¿Cómo es posible que el armario de ropa esté desordenado si acaba de empezar la temporada? ¿Dónde pongo las cosas que hemos acumulado con mi familia desde que me casé hace 5 años? ¿Qué hago con esos objetos inútiles pero llenos de recuerdos y valor sentimental?
¿He dicho “sencillo”? Ups. Tal vez no tanto. Para muchos, ordenar (la casa, la oficina, la tienda, el armario) se hace más cuesta arriba que un puerto de montaña.
En primer lugar, significa disponer de tiempo.
Ordenar implica aparcar otra actividad y primar la puesta en marcha de los criterios del método KonMari. Al menos hasta que todo esté en su sitio y ya luego solo sea cuestión de ir siguiendo las pautas rutinariamente. Para ello necesitaremos unas horas, tal vez unos días.
En su segundo libro, “La felicidad después de orden”, anima a hacerlo porque el efecto es de satisfacción personal, pero advierte que cada uno al ordenar manifiesta cómo es de carácter. Efectivamente, al ordenar ponemos en juego si somos primarios, sentimentales, secundarios, apasionados, generosos, perezosos, inconstantes, sociables, emprendedores, egoístas…
De las 6 reglas básicas para lograr el orden, hay una que es especialmente difícil, ¿la adivinan? Sí, desprenderse de las cosas.
- A quién no le cuesta desprenderse de esa chaqueta vieja pero comodísima-para-todo.
- Díganme si guardan todavía los apuntes de la Universidad “por si algún día debo consultarlos” (llevan en la caja más de 15 años sin moverse).
- O si conservan la agenda de teléfonos de papel “por si pierdo el móvil y los contactos algún día”.
La capacidad de acumular del ser humano es infinita. Y Marie Kondo es drástica. Habla incluso de la necesidad de tirar muebles. ¿¡Cómo!? Ella dice que será suficiente con mantener los que originalmente contenía la habitación (armarios empotrados, por ejemplo). Primero hay que rellenar esos espacios ya concebidos en el origen.
Valor sentimental: mi corazón en las cosas
También habla de una jerarquía que hace que los objetos de valor sentimental dejen paso a la ropa, los libros, los papeles y los varios (de arreglo personal). Y eso uno no sabe lo desprendido que es de las cosas materiales hasta que se ve metido en ello: ¿te cuesta tirar a la basura los regalitos que dan las parejas en las bodas? ¿guardas todos los botes habidos y por haber pensando que algún día tal vez hagas un huerto ecológico o tengas una tarde para hacer manualidades en plan DIY (do it yourself)? ¿Conservas el cenicero del restaurante donde cenaste por primera vez con el amor de tu vida, a pesar de que está roto y de que en tu casa nadie fuma?
Que las cosas tengan un valor sentimental es muy humano. No somos solo espíritu, somos cuerpo y alma, de modo que es lógico que nuestra felicidad también se relacione con lugares concretos, palabras, objetos, sonidos, músicas… Es cuestión de jerarquizar.
El primer gran éxito en la batalla del orden es, según Marie Kondo, el siguiente: “La clave para conseguir ordenar de verdad las cosas es desechar primero algunas de ellas. Solo podemos pensar dónde almacenar cosas, y qué cosas almacenar, una vez que hayamos decidido cuáles conservar y cuáles desechar, porque así sabremos con exactitud qué cosas tenemos que guardar”. Palabra clave: desechar.
Pasemos a la acción y veamos qué ocurre:
Te sitúas delante del armario de ropa y, para comenzar ves que tienes ropa en otros sitios de la casa: altillo, caja de plástico bajo la cama, armario de otra habitación… Llega el momento de preguntarse si empleas esa ropa. Sé realista: despréndete de la que guardas “para cuando adelgace”, “por si llueve aquí en el desierto” o simplemente porque te gusta. Lo siguiente que te dirá Marie Kondo: unifica en un solo lugar.
Darlo a otras personas
Desprenderse es un acto de generosidad y es mejor darle un sentido: ver al otro lado una persona a la que poder ayudar. La ropa gastada va a la basura porque ya ha hecho su función, pero la ropa usada puede servir a otras personas. Busca el teléfono de una oenegé, una asociación benéfica o un mercadillo online de segunda mano.
La generosidad de una madre
Recuerdo haber visitado la casa de una antigua colega de trabajo. Siempre se ha cuidado mucho y quiso que en su piso hubiera un vestidor (en España no es frecuente), para sus decenas de zapatos y sus innumerables conjuntos. Maravilloso. Pero cuando llegaron al mundo sus gemelas tocó cambiar el modelo de habitación. Ahí debía caber la ropa de las bebés, así que tocó desmontar aquel paraíso. Mientras me lo explicaba vi sus ojos brillar de felicidad: sus dos niñas llenan su corazón mucho más que las prendas de marca.
Nos vamos desprendiendo de cosas y nos asombramos de lo mucho que nos cuesta decidir qué hacemos con algunas de ellas. ¿Por qué? Porque ya no se trata de una talla más o menos sino de algo que nos toca el corazón. El corazón es un acordéon que siempre puede expandirse, una esponja, una gran habitación, pero a veces la tenemos llena de cosas que nos lo atrofian y nos quitan la capacidad de querer a otros.
Vaciarme de “mis” cosas
Si tengo el corazón lleno de “yo”, difícilmente podré mirar afuera y ver las necesidades de otros. El corazón apegado a mis cosas puede ser: a mi pasado, a mis posesiones (mi silla, mi bolso, mi modo de hacer las cosas). Todo eso ocupa un espacio que Marie Kondo te anima a sacudir y airear.
Abre puertas y ventanas para que corra el aire. Dice una canción de amo de Manuel Carrasco: “Déjame ser la cruz del mapa”. Lo que no podemos es ser la cruz de nuestro propio mapa. Despójate de cosas que ya llevas años sin usar, de recuerdos de lo que pudo haber sido y no fue, de objetos que te recuerdan amores imposibles o posesiones a las que no quieres acabar de renunciar: cartas, post-its, fotografías en papel…
Conforme uno va desprendiéndose de cosas y tira aquello que tiene un valor sentimental que encalla el corazón, nota un pequeño (o gran) desgarro en el corazón, eso es una realidad. Renunciar a algo duele. Hacerse preguntas y decidir que eso ya no va con mi vida, también. Pero cuando da sentido a todo eso, es como el barco que ya pone rumbo a otro puerto. Lo que queda atrás, atrás queda.
Soltar lastre
Soltar lastre hace el mismo efecto que en los globos aerostáticos: subimos más y ganamos en perspectiva. Por eso el método de Marie Kondo recomienda tirar cosas y afirma que hacerlo cuando uno ordena nos hace felices.
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