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Una nueva caravana sale de Honduras con dirección a Estados Unidos

CARAVAN
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Jaime Septién - publicado el 16/01/19
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El fenómeno de las caravanas que salen del Triángulo Norte de Centroamérica se asemeja a la mitológica HidraLa Hidra de Lerna era un monstruo mitológico de nueve cabezas que tenía el magnífico don de regenerar dos cabezas cuando perdía una. Así, cualquier guerrero que la quería derrotar entendía, en medio de la batalla, una terrible paradoja: entre más daño percibía la Hidra, más fuerza tomaba para contraatacar.

Parecía invencible, pero tenía una debilidad. La única forma de terminar con esta criatura –como lo demostró Hércules– era cauterizar la herida inmediatamente después de cercenar cada una de sus cabezas. Es decir, acabar con el problema de raíz.

El fenómeno de las caravanas que salen del Triángulo Norte de Centroamérica (El Salvador, Honduras y Guatemala) camino a Estados Unidos, se asemeja a la mitológica Hidra. No porque estas caravanas sean un monstruo temible ni por que se tengan que combatir con violencia. Estas caravanas se asemejan a la Hidra en su resiliencia, en su forma de regenerarse con una velocidad fuera de lo común, en su capacidad para adquirir más fuerza a medida que aprieta el sufrimiento.

Por más que se utilizan medios coercitivos para detenerlas, por más que el presidente Trump las equipare a una invasión y amenace con usar fuerza letal en contra de ellas; por más que solo una minúscula fracción de sus integrantes logran entrar en territorio estadounidense; por más hambre, violencia y humillación que padecen…, las caravanas siguen surgiendo y siguen marchando al norte. Y seguirán surgiendo, como las cabezas de la Hidra, mientras no se ataque el problema de raíz.

Una nueva caravana emprende el rumbo

Las imágenes que dejó la inmensa caravana que salió de San Pedro Sula (Honduras) el 13 de octubre de 2018 siguen frescas. Su estrepitosa entrada en Chiapas; su caminar por un México en ocasiones fraternalmente solidario, en ocasiones diabólicamente cruel; su alto total al llegar a la frontera con Estados Unidos; la separación de las familias; la muerte de la inocencia; la pérdida de la esperanza.

Al final, por medio de la caravana de octubre –entre la primera gran caravana y las que se fueron anexando en el camino– 10.000 centroamericanos llegaron a Tijuana (México). De ellos, 7.270 fueron repatriados, 2.500 siguen en Tijuana esperando un milagro, unos cuantos se quedaron en México y, hasta el momento, prácticamente nadie logró ingresar a suelo estadounidense. Once integrantes de la caravana perdieron la vida.

En pocas palabras: La caravana de octubre fue un fracaso; un fracaso diplomático, un fracaso en el cumplimiento de sus objetivos y, sobre todo, un fracaso humanitario. No importa. Hace unas semanas, en Honduras comenzó a circular en redes sociales un mensaje corto y claro: “Caravana migrante 15 de enero”.

La convocatoria apeló a los temores más profundos de los hondureños y en la madrugada de ayer, martes 15 de enero, bajo la lluvia de San Pedro Sula, una nueva caravana emprendió la ruta del norte. La BBC dice que la caravana está conformada por algunos cientos, Telemundo calcula que son 600, y el Washington Post asegura que son 2.000. Lo que sí es cierto, es que comienza un nuevo y doloroso capítulo de migración centroamericana.

Dos puntos clave del tránsito de la caravana

Uno. Estados Unidos vive el cierre de gobierno más largo de su historia moderna. En el centro del dilema se encuentra la lucha por construir el muro en la frontera México – Estados Unidos. Donald J. Trump prometió la construcción del muro en su campaña, mientras que los demócratas no están dispuestos a darle los fondos para emprender la obra.

En medio de este impasse, la nueva caravana jugará un papel fundamental. Principalmente, beneficiará a Trump y a los republicanos. Trump utilizará esta nueva caravana –ya lo está haciendo– como medio para fortalecer su discurso anti inmigración, mientras que los demócratas intentarán centrar el debate en los miles de empleados federales que no han recibido sueldo por causa del cierre de gobierno. Un juego donde todos pierden.

Dos. El recién inaugurado presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, enfrentará su primer reto internacional. La caravana de octubre entró en México durante el periodo de transición. En ese momento, López Obrador no era presidente y su postura fue la de prometer, una vez que asumiera las riendas del gobierno, trabajo y servicios sociales a los centroamericanos. Ahora que está en el gobierno, el panorama es distinto.

México vive una crisis de desbasto de gasolina –fruto de la lucha contra el robo de combustible–, que ha causado un gran malestar entre la población. Y los puestos de trabajo prometidos por López Obrador a los centroamericanos todavía no existen. Una mala gestión de la caravana podría ser un nuevo fallo de la incipiente administración y podría aumentar el desencanto de un gran porcentaje de mexicanos que fincaron todas sus esperanzas en el cambio lopezobradorista.

A lo que hay que sumar, la enorme presión que recibirá el nuevo gobierno mexicano por parte de Trump para detener la caravana y, en su defecto, dar cobijo a los centroamericanos en la frontera norte. López Obrador ha tratado de evitar en todo lo posible un enfrentamiento con su homólogo estadounidense. No podrá postergar lo inevitable. Esta caravana será su primer cara a cara con Trump.

Atacar el problema de raíz

Sin importar el destino de esta nueva caravana, como la Hidra, mientras no se ataque el problema de raíz, nuevas caravanas seguirán surgiendo. El miedo, la pobreza, la violencia y el saber que no se tiene nada que perder son las fuerzas que seguirán alentando a los centroamericanos a abandonar su tierra en busca de un sueño imposible. Toda su vida cabe en una bolsa, y el solo pensamiento de saber que puede haber otra forma de existir los empuja al norte.

Centroamérica es una región olvidada; sobre todo Nicaragua y el Triángulo Norte. Sudamérica no le presta atención. Y Norteamérica tampoco. Sola y abandonada a gobiernos mezquinos y corruptos, en Centroamérica se ha instalado una crisis humanitaria perpetua. La dignidad de las personas se ha esfumado en un espacio que destruye todo rasgo de humanidad.

El éxodo centroamericano clama por soluciones profundas. La caravana es un grito al cielo de miles de personas que exigen lo mínimo indispensable para vivir y criar a sus hijos: Seguridad, comida y la oportunidad de ser felices. Darle la espalda a este problema, o tratar de cortarlo de forma superficial, solo hará que la crisis se agrave y se manifieste con más fuerza.

Tanto Estados Unidos como México tienen una responsabilidad directa. Un buen vecino procura que su vecino viva bien. Esa es la única diplomacia capaz de cauterizar las heridas abiertas en un mundo cruel; la única diplomacia capaz de asumir que el otro es tu hermano.

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