Recientemente se volvió viral un video en el que un padre castiga a su hija por bullyingHoy en día vivimos en la era de la sobreinformación. Todo lo que sucede está publicado, comentado y opinado. Incluso eventos que antes se suponían privados como comer, dar un paseo con la familia o una conversación con nuestros hijos son objeto hoy en día de fotos, videos o estados en redes sociales. Las personas pasan horas al día consumiendo este tipo de información sobre conocidos y desconocidos.
Recientemente se volvió viral un video en el que un padre castiga a su hija por acoso escolar. Al parecer el padre de la niña descubrió que ella había molestado a unos niños por segunda vez y decidió ensenarle una lección: la hizo caminar 8 km al colegio mientras la seguía en su auto grabando el recorrido y haciendo comentarios que rechazaban la conducta de su hija.
El video alcanzó cientos de miles de visitas en Facebook y miles de comentarios. Muchas personas aplaudían la acción del padre, mientras que otras opinaron que el padre estaba incurriendo en lo mismo que él reprobaba en su hija.
A primera vista es refrescante ver que un padre se tome en serio el acoso escolar y sea capaz de quitar privilegios a su hija y darle una lección, pero cuando nos detenemos a pensar en lo que significa ese video para la identidad de esa niña, el asunto se vuelve más complicado.
¿Era necesario castigar a la niña y enseñarle que lo que había hecho estaba mal? Claro que sí. Pero, ¿era necesario hacerlo público en las redes? Ahí esta el debate. Muchas personas dirán que un video así es ejemplarizante y puede enseñar a muchos padres y niños las consecuencias de asumir una conducta no deseable, sin embargo, al pensar en la identidad de la niña vemos que después de publicarlo, el castigo se volvió desproporcionado.
Los niños y adolescentes tienen derecho a su intimidad y privacidad, y tienen derecho a que sus errores, aciertos o fallas sean celebrados o reprobados en la intimidad del hogar. Publicar estas cosas en redes equivale a publicarlo en un diario, y en algunos casos hasta tiene mayor alcance porque trasciende fronteras. Sin embargo, es difícil darse cuenta de esta realidad cuando cada minuto de la vida de ese niño ha sido publicada en redes.
Tanto los adultos como los jóvenes tenemos que hacer una pausa y detenernos a pensar porque tenemos la necesidad de mostrar nuestra vida a los demás. ¿Es búsqueda de aprobación? ¿Es una necesidad de ser vistos? ¿Es acaso vanidad?
Reflexionar sobre el porqué de nuestras acciones nos podrá llevar a vivir una vida más equilibrada. Las redes nos ayudan a conectar con nuestros parientes y amigos, a compartir parte de lo que somos con las personas que queremos. Pero cuando las redes se convierten en nuestra vida, o cuando cada evento tiene que ser publicado y comentado, allí debemos reconocer que nuestras acciones revelan una adicción muy difícil de sanar.