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Santa Viviana, la mártir entre los trenes que llegan a Roma

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Maria Paola Daud - publicado el 02/12/18
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San Juan Pablo II, en una ocasión dijo: “La Iglesia de Santa Viviana, aunque es pequeña, es una verdadera joya de arte”

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Entre el ir y venir de personas en una agitada Roma en la zona de la terminal de trenes, entre los binarios, se encuentra como un oasis de paz, la iglesia de santa Viviana.

Este templo está dedicado a la mártir que junto a su padre Flaviano, su madre Dafrosa y su hermana Demetria, afrontaron el suplicio durante las persecuciones contra los cristianos de Juliano el apóstata entre los años 361-363.

Aunque la libertad de culto ya había sido proclamada desde el 313 gracias al emperador Constantino, Juliano era un devoto pagano y quería vivamente un retorno del paganismo en el imperio.

Por eso mandó al gobernador de Roma, Aproniano, que se “encargara” de la noble familia.

Este, después de haber hecho asesinar a los padres de Viviana por no renegar de la fe cristiana, la encerró a ella y a su hermana privándolas de alimentos para que murieran por inanición.

Demetria murió pero Viviana no, así que la encomendaron a una proxeneta para que cayera en las tentaciones de la vida mundana. Sin embargo ella se mantuvo siempre fiel a sus creencias.

Entonces el gobernador la hizo atar a una columna y finalmente murió flagelada a golpes de cordeles emplomados.

Su cuerpo fue dado como alimento a los perros de la calle pero estos no la tocaron.

Fue enterrada junto a su madre y su hermana cerca de su casa junto a los restos de otros 11.266 mártires.

Una tradición dice que fue la viuda Olimpia, quien en el siglo IV levantó la primera conmemoración o altar a estas tres mártires, en este mismo sitio.

Otra tradición dice que fue papa Simplicio en el siglo V que hizo construir un santuario en su honor.

La iglesia fue reconstruida por Honorio III en 1224 y restaurada en 1626 por Gian Lorenzo Bernini, con una nueva fachada.

También hay una bellísima estatua en mármol dedicada a santa Viviana, atrás del altar que custodia las reliquias de la santa y de su madre y su hermana. Cuando realizó esta obra, Bernini sólo tenía 28 años.

Apenas se entra a la pequeña iglesia dedicada a la santa, al lado izquierdo podemos ver la columna en la cual fue flagelada.

Actualmente está protegida por una pesada reja de hierro, porque antiguamente la raspaban para obtener un polvo.

Con él, mezclado con el agua del pozo que se encontraba en el jardín y las hierbas que crecían en el lugar donde fue bañada por la sangre de la mártir, se lograba una poción que decían que tenía un poder altamente milagroso.

El 3 de marzo de 1996 fue visitada pastoralmente por san Juan Pablo II, en esa ocasión dijo: “La Iglesia de Santa Viviana, aunque es pequeña, es una verdadera joya de arte”

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