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Quita filtros… La realidad es mucho mejor

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Luisa Restrepo - publicado el 28/11/18
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Sin darnos cuenta nos ponemos la máscara de “católico feliz” pero estamos igual de quebrados que todos los demásVivimos en un mundo filtrado donde la mayor parte de lo que vemos son publicaciones de cuerpos “perfectos” con sus #RelationshipGoals, generalmente en alguna isla tropical patrocinada por #SkinnyMeTea.

Constantemente vislumbramos la “vida perfecta de la imagen” y llegamos a creer que es la realidad.

Nos decimos a nosotros mismos que sabemos que hay una humanidad rota detrás de cada publicación, pero aun así somos engañados y llegamos a creer que somos los únicos que experimentamos rupturas, que las personas que seguimos son de alguna manera inmunes.

Así que nosotros también intentamos hacer que nuestros cuerpos sean ideales y nuestros alimentos llamativos.

Tratamos de demostrarle al mundo que no estamos rotos, mientras que las capas y capas de filtros nos hacen promesas vacías de aceptación.

La vida real se vuelve borrosa a medida que comenzamos a buscar nuevos lugares de interés, atracciones, productos e incluso personas para subir el estándar de nuestras publicaciones.

Es verdad que como católicos nos esforzamos por ser una luz en la oscuridad del filtro sin fin. Publicamos fotos con frases inspiradoras y testificamos cómo Dios cambió nuestra vida.

Incluimos un versículo bíblico en nuestra biografía (aunque lo buscamos en Google: “versículos bíblicos sobre la esperanza”).

Sin darnos cuenta nos ponemos la máscara de “católico feliz” pero en realidad estamos igual de quebrados como todos los demás.

El problema subyacente es el mismo en ambas situaciones: queremos ser vistos y notados, ya sea para nuestras identidades engañosas o para nuestro perfil católico.

Queremos tener una vida de la imagen para parecer que estamos haciendo lo de “ser católicos” de forma correcta.

Queremos identificarnos antes de que otros tengan la oportunidad de etiquetarnos y juzgarnos, pero nos damos cuenta de que esto nos conduce a un mayor sentimiento de insuficiencia.

¿Qué significa entonces vivir con autenticidad? Vivir auténticamente significa vivir como nuestro verdadero ser, sin pretensiones ni expectativas por ser originales y no etiquetados. Significa vivir en la libertad de lo que somos y no haciendo lo posible por encajar.

A medida que dejamos ir lo que queremos ser y descubrimos más a Quién nos hizo ser, entramos en contacto con nuestro verdadero ser.

¿Pero cómo?

1. Únete a nuevos grupos, prueba varios pasatiempos y actividades, busca diferentes formas de oración y reflexión, usa un atuendo que te haga sentir seguro.

Esto puede parecer insignificante, pero en realidad estas prácticas nos permiten conocer quiénes somos y descubrir un nuevo amor por las cosas que de otra manera no hubiéramos encontrado.

2. Limpia tus redes sociales.

Todos tenemos a esas personas que seguimos simplemente porque esperamos que algún día les llamemos la atención y obtengamos su aprobación. Sin embargo, experimentarás mucha libertad cuando decidas dejar de seguir esas cuentas.

En segundo lugar, deshazte de las imágenes que sabes que son falsas y distorsionadas. No solo te hacen daño sino que hacen daño a las personas que te siguen. Sé intencional con a quién sigues y con lo que publicas.

3. Si te encuentras destrozado, pregúntate por qué y trata de llegar a la raíz del problema.

No trates de taparlo o de evadirlo. Permite que el dolor bien vivido vaya sanando y permítete sentir lo que sientes con libertad.

4. La comunidad es clave.

No hay duda de que nos sentimos más como nosotros mismos cuando estamos cerca de personas que realmente nos aman y desean lo mejor para nosotros.

Cuando nos rodeamos de personas que también luchan por ser auténticas de verdad descubrimos un sentido de pertenencia, confianza y libertad.

Si te encuentras atrapado en relaciones que te frenan reza para tener fuerzas y dejarlas ir. Del mismo modo, ora y busca la comunidad que Dios anhela para ti.

Dios quiere vernos abrazar quiénes somos y lo que nos llama a ser. Cuando Dios es el centro nos hacemos más libres.

Ya no estamos limitados a una identidad filtrada. Ya no tenemos que escondernos detrás de un velo del “católico perfecto”.

Cuando invitamos a Dios a todo lo que somos, cada aspecto de nuestra vida se vuelve más espacioso y verdadero.

Pídele a Dios que te revele tu auténtico yo y deja que Él te guíe a donde estás llamado a ser. ¡Sé tú a través de Él!

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