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Así afecta el cambio climático a los más pobres de América Latina

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Jaime Septién - publicado el 18/11/18
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Los más vulnerables está sufriendo las devastadoras consecuencias para la región

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A los países de América Latina, el cambio climático les cuesta entre 17.000 y 27.000 millones de dólares al año. Un costo que podría llegar a los 100.000 millones de dólares en 2050. Los más afectados son los niños, las niñas, las mujeres, los ancianos y los campesinos. Como bien lo apuntó el Papa Francisco en Laudato si’, a los más vulnerables.

Esta es una de las conclusiones más alarmantes del primer Informe sobre Cambio Climático y Desarrollo Sostenible en Iberoamérica (también conocido como Informe La Rábida – Huelva), el cual fue presentado en el marco de la XXVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno.

Este informe es una fuerte llamada de atención a los países que conforman Iberoamérica, y, particularmente, a los países latinoamericanos. En un tono apremiante, se insta a los gobiernos a hacer lo necesario para “tomar medidas de adaptación a las consecuencias provocadas por el cambio climático”, debido a que “[los] costos económicos de las pérdidas por no actuar son superiores a los costos de las medidas de adaptación y mitigación necesarias.”

Consecuencias graves

Si la tendencia actual permanece sin cambios, las consecuencias para la región podrían ser devastadoras, particularmente para las personas más pobres y desfavorecidas. El Informe La Rábida – Huelva arroja datos preocupantes.

Para el año 2100, la temperatura en América Central aumentaría hasta cuatro grados, en el resto de América Latina más de seis grados, y en Europa más de cinco grados. Esto ocasionaría un aumento generalizado de hasta 82 centímetros del nivel de mar en toda la región, lo que pondría en riesgo la subsistencia de los habitantes que viven en las zonas costeras.

El agua es otro factor clave. Al día de hoy, 34 millones de personas en la región no tienen acceso al agua potable y 106 millones carecen del saneamiento adecuado.

Estos números –de por sí negativos– podrían aumentar dramáticamente como consecuencia del cambio climático. Para 2020 la escasez de agua afectaría a 81 millones de personas más de las que ya afecta hoy y para 2050 se sumarían 178 millones de personas más a este fenómeno. Las sequías, la disminución de agua dulce y la falta de saneamiento podrían causar –en pocas décadas– una crisis humanitaria difícil de atender.

Hacia un desarrollo más sostenible

“El reto más urgente de la humanidad hoy es lograr un desarrollo sostenible, abordando el cambio climático”. Esta es la premisa en la que el Informe La Rábida – Huelva finca la esperanza de otro futuro posible. “Esto supone un cambio estructural de nuestra economía y sociedad sobre el que es necesario generar soluciones integrales y coordinadas entre países”.

El camino es repensar nuestra forma de vivir. Un ejemplo es el vehículo particular. Durante décadas –auspiciado por una economía petrolizada–, el vehículo particular ha sido un elemento aspiracional de toda familia latinoamericana. Se considera como el medio de transporte por excelencia; un medio que además muestra el lugar social de cada persona, y remarca el individualismo imperante en un mundo egocéntrico. También es uno de los objetos que más daño le han ocasionado al medio ambiente en la historia.

La igualdad empieza en la movilidad. Abandonar la esclavitud del vehículo particular –y la enorme inversión pública que demanda– para centrarse en el transporte colectivo, en la bicicleta, en la peatonalización de las ciudades y en la construcción de espacios urbanos compactos y bien conectados, es una medida de urgencia, que deben adoptar sin tardanza los países latinoamericanos.

Como también, resalta el Informe La Rábida – Huelva, deben apostar por la regeneración de bosques, la reutilización de residuos sólidos, el aumento de energías renovables y el acceso universal a agua limpia. El reto es mayúsculo.

Pensar en los más pobres

Nuestra forma de consumir ha puesto en peligro la subsistencia de la humanidad entera. El sector social más golpeado por este patrón de conducta son los pobres, los marginados, los descartados.

Detrás de la superficie pulida del mundo posmoderno –como diría el filósofo coreano Byung-Chul Han–, se abre el abismo de dolor de los que no tienen voz. La ambición del hombre ha depredado los recursos naturales, y también los reservas espirituales de un mundo a la deriva.

Pensar en silencio en esta realidad, es poner en perspectiva el futuro que queremos. O el futuro que podemos conseguir. O algún futuro. Porque si seguimos así, ya no solo los más vulnerables sufrirán la furia de un mundo en agonía. La sufrirán todos los seres humanos.

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