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¿Fue una guerra justa la Primera Guerra Mundial?

Le cimetière de Vimy La Targette.

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 13/11/18

Congreso internacional “Santa Sede y católicos en el mundo de la posguerra (1918-1922)”.Han pasado cien años del final de la Primera Guerra Mundial y las trompetas de guerra aún hoy no cesan de sonar por los caídos. La humanidad aún debe aprender de los “numerosos eventos” de uno de los conflictos “más sangrientos en la historia de Europa, cuyas consecuencias todavía están presentes en el escenario europeo y del Medio Oriente”.  

La guerra causó casi “nueve millones de víctimas, seis millones de inválidos, cuatro millones de viudas y ocho millones de huérfanos”.

Este lunes, 12 de noviembre de 2018, en la oficina de prensa de la Santa Sede ha tenido lugar la conferencia de presentación del congreso internacional “Santa Sede y católicos en el mundo de la posguerra (1918-1922)”, organizado por el Comité Pontificio para las Ciencias Históricas y que tendrá lugar del 14 al 16 de noviembre en la Pontificia Universidad Lateranense y el tercer día en la sede de la Academia de Hungría en Roma.

El propósito del congreso es estudiar las “consecuencias de este primer conflicto” para alimentar “no solo nuestro conocimiento de un pasado” sino también “para ofrecer nuevos motivos de reflexión que sirvan para construir hoy un mundo de paz”. 

San Pío X cuadro

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Han intervenido en la conferencia el  P. Bernard Ardura, O. Praem., Presidente del Comité Pontificio para las Ciencias Históricas y el Prof. Don Roberto Regoli, Director de la Facultad de Historia y Patrimonio Cultural de la Iglesia de la Pontificia Universidad Gregoriana.

El congreso “quiere proponer una visión panorámica de las consecuencias de la guerra” porque “ha llegado ciertamente el tiempo de reflexionar no solo sobre el fin de las hostilidades, sino también sobre las consecuencias del conflicto y de los tratados de paz”, expresó Bernard Ardura, O. Praem. 

Un conflicto que lamentablemente tuvo en sus filas a una mayoría católica y que ha marcado un antes y después de la diplomacia de la Santa Sede frente a los conflictos del mundo. De ahí, que se planté la discusión sobre el oxímoron: guerra justa, es decir, dos conceptos opuestos en un sola expresión.

La Iglesia en el siglo XX preconiza una cultura de la paz y la aplica en su diplomacia a través de la Santa Sede y los nuncios por el mundo. Se trata de un cambio de ruta para la doctrina de la Iglesia católica revisando la historia de la I guerra mundial. 

Este cambio de tendencia, según el padre Bernard Ardura, es evidente en San Pío X (1903 y 1914) que escribe un texto titulado Dum Europa publicado en el diario L’Osservatore Romano contra la guerra, apenas estalló el conflicto y, que ante la evidencia de la historia nadie escuchó, pero, por lo menos, reafirmó el principio de “imparcialidad” de la Iglesia hasta nuestros días. 

El Papa San Pío X sigue la línea de su predecesor León XIII que consideró la guerra un fracaso para la humanidad y quien no eludió los conflictos políticos de su tiempo. Por lo tanto, como “padre Universal invita a poner fin al conflicto bélico”. Y así, lo harán los sucesivos papas sin distinción hasta papa Francisco. 

De hecho, el “agua santa” para bendecir la “guerra justa” se evaporó y el Papa latinoamericano denuncia y condena una “Tercera Guerra Mundial a pedazos”, que agrega diversos conflictos que proliferan en el mundo e incluso no pierde ocasión para advertir sobre las nefastas consecuencias de una guerra atómica que dejaría algún vencedor.

El Papa que bendice solo la paz, no los ejércitos

La antesala histórica se encuentra en la posición de papa Giuseppe Sarto que rechazó bendecir al ejercito austrohúngaro (católico) y argumentó: “Nosotros bendecimos solo la paz” y murió de infarto tres semanas después del inicio de la guerra, el 20 de agosto 1914. El Papa Pío X  fue testigo del conflicto entre Austria-Hungría y Serbia y fue consumido por el dolor ante el espanto que preveía.

El Presidente del Comité Pontificio para las Ciencias Históricas por tanto considera a Pío X precursor de la diplomacia moderna de la Iglesia Católica y que luego se refleja en el pontificado de Benedicto XV (1914-1922)  y será una obra muy difícil porque “no definió la posición de la Santa Sede como ‘neutra’, sino como ‘imparcial’, es decir no “adhiere a ningún partido” y el pontífice se presenta como “el padre Universal, el padre de todos”. 

El historiador invita a no olvidar que la mayoría de “soldados que combatieron la Primera Guerra Mundial son casi todos católicos” y fue un conflicto en el que participaron con valenía “muchos soldados de las colonias, desde África hasta Asia”. Por ende, “ha llegado ciertamente el tiempo de  reflexionar no solo sobre el fin de las hostilidades, sino también sobre las consecuencias del conflicto y de los tratados de paz”. 

El experto del Vaticano también resaltó la personalidad ‘pastoral’ de papa Pío X. Un cura que fue papa: “No olvidemos que éste papa fue el único, al menos durante el siglo XX, que “fue vice párroco, párroco, canónico, canciller diocesano, obispo de Treviso, Patriarca de Venezia, cardenal y papa. Es un pastor en lo más profundo de su ser”, destacó.

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 Pío X: Todos hijos de Dios 

La posición paterna de Pío X de proteger “a todos los hijos” del mal de la guerra, influenció la “diplomacia vaticana, sucesivamente, y el papel de los nuncios apostólicos (los diplomáticos del papa y sus representantes en varios países del mundo). 

Por su parte, el prof. Roberto Regoli, Director de la Facultad de Historia y Patrimonio Cultural de la Iglesia de la Pontificia Universidad Gregoriana, argumentó que el concepto de “guerra justa” se encuentra asimismo en el Catecismo Mayor de Pío X (1903-1914). 

Es decir, cuando es “lícito quitar la vida al prójimo cuando se combate en guerra justa, cuando se ejecuta por orden de la autoridad suprema la condenación a muerte en pena de un delito y, finamente, en caso de necesaria y legítima defensa de la vida contra un injusto agresor” (Catecismo de San Pío X, 415). El concepto de “guerra justa” se reafirma en el Catecismo de 1992.

Benedicto XVI (1914-1922) se encuentra “por primera vez, involucrado en un conflicto mundial que enfrenta a católicos contra católicos”. 

Sin embargo, ya había otro precedente, Pío IX  (1846-1878) que fue testigo de la Primera Guerra de la Independencia Italiana cuando “súbditos pontificios” iban a la guerra a enfrentar a Austria. 

“La Casa de Austria recordó al Papa que eran hijos de la Iglesia, entonces tuvo que amainar la avanzada de los ‘pontificios’ hacia el norte en el enfrentamiento entre piamonteses contra austriacos en ese momento”, explicó el prof. Roberto Regoli. 

Ejércitos consagrados al Sagrado Corazón

El estudioso de la Universidad Gregoriana rememora que antes de la Primera Guerra Mundial, los conflictos había tenido lugar fuera de Europa. África y Asia fueron escenarios de conflictos “exportados”, pero ahora se daban en la “propia casa”. No obstante, involucró a Japón y Estados Unidos. 

Benedicto XV no tiene otra “solución que exhortar a la paz”, más allá de ser “un pacificador o un pacifista”, la realidad es que “los dos frentes de la guerra tenían capellanes que bendecían a ambos ejércitos, consagrados al Sagrado Corazón”. 

Igualmente, las imágenes de la época evocan a los soldados que en Europa mueren y antes “invocan al ángel custodio y la ayuda de Dios en la victoria”, en un “lenguaje religioso aplicado a la guerra”. 

El lenguaje religioso y el lenguaje de la guerra

El profesor indica que papa Benedicto XV comienza a distinguir el lenguaje religioso, del lenguaje político y de la guerra. “Distinción que es difícil e irresoluble y que dura hasta nuestros días”, señaló. Esto porque para el cristiano “todas las experiencias las vive a nivel totalizador en la experiencia de Dios”. 

Y para ilustrar esta tradición bélica en el catolicismo, citó a G. K. Chesterton: “Tenemos santos soldados y santos objetores de conciencia y los dos caminos son paralelos en la Iglesia y creo que esta tensión la llevaremos con nosotros en el tiempo”.

¿La guerra justa?

La guerra justa es un concepto antiguo y que hasta San Agustín menciona. Luego tiene varias etapas en el Medio Evo. En el siglo XVI, diversos jerarcas católicos la consideran deba ser el último recurso. Y en el siglo XX, la teoría comienza a ser objeto de revisión, ante las devastaciones y la deshumanización presentes en Ausch­witz e Hiroshima. Además, porque para Iglesia la defensa de la vida supone el valor absoluto que presupone una anti-guerra.

El Catecismo de la Iglesia Católica sostiene que “se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza militar”.

Francisco ha modificado en el Catecismo el número 2267 sobre la pena de muerte. Esto podría suponer también una revisión del concepto de “guerra justa”. 

En 2017, el pontífice latinoamericano dedicó su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero, a “la no violencia, estilo de una política para la paz”. Y en esta dirección, se encuentran volcados todos los esfuerzos de la diplomacia vaticana para fomentar el desarme, especialmente el nuclear, o la eliminación de las causas de los conflictos.

Geopolítica  tras la Primera Guerra Mundial

Desaparecen tres grandes imperios después de la caída de la Rusia zarista en 1917: el Reich alemán creado precisamente en Versalles en 1871, el Imperio austro-húngaro, imperio católico por antonomasia, el Imperio Otomano que cubría una vasta área, desde los Balcanes hasta el Cercano Oriente”, recordó P. Bernard Ardura, O. Praem. 

“Nacen algunos nuevos estados con nuevas fronteras: Hungría, Turquía, Checoslovaquia, Yugoslavia, Repúblicas bálticas, mientras Polonia, que se había mantenido gracias a su cultura, a su idioma y su religión, vuelve a ser un Estado. Alemania pierde sus colonias que se ceden a los vencedores, Francia y Gran Bretaña”. 

“Oriente Próximo es confiado por la Sociedad de las Naciones a los mandatos de Francia y Gran Bretaña: Siria, Líbano, Palestina y Transjordania, Irak, con los resultados que conocemos”.

“La nueva situación creada plantea nuevos desafíos a la Santa Sede y a la Iglesia Católica: – una Santa Sede, hay que recordarlo, impedida a participar en la negociación de paz de la irresuelta  “Cuestión Romana”-  y puesta frente a las cuestiones que surgen de los cambios de fronteras, de los cambios de nacionalidad en las colonias africanas alemanas, y de las nacionalidades exacerbadas”, concluyó el Presidente del Comité Pontificio para las Ciencias Históricas.

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