Si me desanimo habrá muchas cosas que se queden sin hacer…En ocasiones opto por lo prudente. Y lo prudente parece ser no gritar, no exigir, no llamar la atención en exceso, no forzar las cosas, no presionar, no insistir.
Siempre me han sorprendido las personas insistentes. Son insaciables y no se dejan llevar por el desaliento. Insisten aunque sean rechazadas. Lo vuelven a intentar después de haber fracasado. Me impresiona tanta perseverancia.
El otro día leía: “La persona afectivamente madura es capaz de ir a contracorriente con respecto a los impulsos de distinto género que recibe, tanto desde el punto de vista personal como social. Esta capacidad está en la base de la perseverancia respecto de una decisión adoptada y que se mantiene aun en medio de las más diversas dificultades”[1].
Me gusta la perseverancia. Creo que soy débil y me cuesta perseverar. Insistir cuando he recibido un no como respuesta o un silencio a mis preguntas.
Me resulta violento perseverar en mi llamada, en mi exigencia. Peco de prudente y callo. Si me dicen que calle, yo callo. Y no persevero en la búsqueda de mi deseo.
Me desanimo ante los contratiempos. Dejo de luchar cuando veo que todo resulta infructuoso. Si no obtengo premio rápido a mi entrega, dejo de dar la vida.
Desconfío de poder llegar a la meta marcada cuando arrecian las dificultades. Me parece imposible y desisto de mi interés. Es como si ya no me hiciera falta lo que sueño. Y pienso que no quiero pecar de pesado.
Me sucede algo parecido en mis proyectos. Inicio algo con mucha ilusión. Comienzan las tormentas y complicaciones y pierdo el ánimo.
Demasiado sensible a las inclemencias y dificultades. Como si me faltara una fuerza interior que me hiciera más resiliente ante las complicaciones del camino.
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Quiero aprender a perseverar. No dejo de gritar pidiendo ayuda. No dejo de insistir. Si me desanimo habrá muchas cosas que se queden sin hacer. No lo quiero.
Deseo luchar hasta el final. Exigirme siempre un paso más. No perder la esperanza en medio de la batalla.
[1] Giovanni Cucci SJ, La fuerza que nace de la debilidad