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Seguir adelante con la “levadura del Espíritu Santo”, que lleva a “esa herencia” que el Señor dejó a todos. Esta es la exhortación del Papa en la homilía de la Misa del 19 de octubre de 2018 en la Casa Santa Marta del Vaticano.
Reflexionando sobre el evangelio, el Pontífice habla de dos tipos de personas que “crecen de manera distinta”, “opuesta” entre sí.
Jesús habla de levadura “que hace crecer”, pero hay también una levadura “mala” que “estropea”, que hace crecer “hacia adentro”. Es la de los “fariseos, la de los doctores de la Ley de aquel tiempo, de los saduceos”, es decir “la hipocresía”.
Se trata de gente –explica– cerrada en sí misma, que piensa en aparentar, en “fingir”, en dar limosna para después hacer “tocar la trompeta” para anunciarlo.
La preocupación de estas personas, continúa el Papa, “es guardar lo que tienen dentro”, su propio “egoísmo”, su propia “seguridad”.
“Cuando hay algo que nos pone en dificultad”, como el hombre agredido y dejado “medio muerto” por los bandidos, o encuentran “un leproso” –añade el Pontífice–, “miran a otro lado”, según sus propias “leyes internas”.
Levadura peligrosa
“Esta levadura – dice Jesús – es peligrosa. Guárdense de ella. Es la hipocresía”. Jesús no tolera la hipocresía: este aparentar, con buenas formas de educación incluso, pero con malas costumbres dentro.
Y Jesús mismo dice: “Por fuera son bellos, como los sepulcros, pero dentro hay podredumbre y destrucción, hay ruinas”.
Esta levadura que hace crecer hacia dentro: es una levadura que hace crecer sin futuro, porque en el egoísmo, en el dirigirse hacia uno mismo, no hay futuro, no hay futuro.
En cambio, otro tipo de persona es la que vemos con otra levadura, que es al contrario: que hace crecer hacia fuera. Al contrario, que hace crecer como herederos, para tener una herencia.
Francisco recuerda como, en la carta a los Efesios, san Pablo explica que “en Cristo hemos sido hechos también herederos, predestinados”. Se refiere a las personas proyectadas “hacia el exterior”.
A veces se equivocan, pero se corrigen; a veces caen, pero se levantan. Incluso a veces pecan, pero se arrepienten.
Pero siempre hacia el exterior, hacia esa herencia, porque se les ha prometido.
Y esta gente es gente alegre, porque se le ha hecho una promesa de felicidad muy grande: que serán gloria, alabanza de Dios.
Y “la levadura – dice Pablo – de esta gente es el Espíritu Santo”, que nos impulsa a ser alabanza de su gloria, de la gloria de Dios.
Con alegría en el corazón
El “sello del Espíritu Santo”, que se había “prometido”, es –subraya el Papa citando de nuevo al apóstol- “prenda de nuestra herencia”, a la espera de la “redención completa”.
Precisamente Jesús, subraya Francisco, nos quiere “siempre en camino con la levadura del Espíritu Santo que no hace crecer hacia el interior, como los doctores de la Ley, como los hipócritas”: el Espíritu Santo de hecho “empuja afuera”, “hacia el horizonte”.
Así quiere Jesús “que sean los cristianos”: aunque “con dificultades, con sufrimientos, con problemas, con caídas”, siempre adelante en la esperanza “de encontrar la herencia, porque tiene la levadura que es prenda, que es el Espíritu Santo”.
Estos son los dos tipos de personas:
Una que, guiada por su propio egoísmo, crece hacia el interior. Tiene una levadura – el egoísmo – que la hace crecer hacia el interior, y solo se preocupa de aparentar, de parecer equilibrado, bien: que no se vean las malas costumbres que tienen. Son los hipócritas, y Jesús dice: “Guárdense de ellos”.
La otra gente son los cristianos: deberíamos ser los cristianos, porque también hay cristianos hipócritas, que no aceptan la levadura del Espíritu Santo. Por esto Jesús nos advierte: “Guárdense de la levadura de los fariseos”.
La levadura de los cristianos es el Espíritu Santo, que nos impulsa fuera, que nos hace crecer, con todas las dificultades del camino, también con los pecados, pero siempre con esperanza.
El Espíritu Santo es precisamente la prenda de esa esperanza, de esa alabanza, de esa alegría.
En el corazón, esta gente que tiene el Espíritu Santo como prenda, está alegre, también en los problemas y en las dificultades. Los hipócritas han olvidado lo que significa estar alegre.