Un compañero de trabajo que se posiciona como víctima, que considera que todos están en su contra… ese podría ser Más o menos todos tenemos claro quién es una persona que se comporta de forma tóxica en nuestro entorno de trabajo y cómo puede afectar al rendimiento de cualquier equipo humano. No obstante, lejos de la creencia que induce el maniqueísmo cinematográfico donde los malos se saben maquiavélicamente malos profiriendo perversas carcajadas, las personas que se comportan así no se reconocen como tal.
En general suelen formular relatos grotescos y cínicos y realizar cabriolas dialécticas para justificar sus actos. Disfrazan su comportamiento tóxico utilizando generalmente tres elementos.
Detectarlos puede ser muy importante de cara a protegernos y facilitar un mejor rendimiento de la empresa y, al mismo tiempo, podamos continuar tratándolos como lo que son, personas que también merecen ser apreciadas por sus compañeros de trabajo, sin que eso suponga dar por buenos sus comportamientos.
El primer elemento es que constantemente buscan la división creando un permanente ellos contra nosotros. De esa manera buscan suscitar distancia entre los que le escuchan y la víctima, usan el recurso de excluirla y deshumanizarla desde un sentido casi tribal.
Y es que es difícil disculpar a quien agrede a otro de la propia tribu pero es más fácil si la víctima es ajena e incluso una amenaza para la propia tribu. La gente que se porta de modo tóxico suele incidir en la condición de la delimitación tribal. Quien no está conmigo está en mi contra.
El segundo elemento es que se busca culpar al agredido de todos los males. Los esgrimen con más fuerza y vehemencia un victimismo sobreactuado. Suelen ser verdugos que se disfrazan de víctima, de forma que da igual que blanda su ensangrentada hacha, su relato victimista se impone. Difícil resulta llevarle la contraria.
El tercer elemento es que suelen superponer diferentes mentiras confeccionando una realidad propia, un microcosmos para mantener atenta a la tribu a su alrededor. Cuanto más poder acumulan mayor es la necesidad de tejer relatos exculpatorios de su toxicidad.
Como en “1984” de George Orwell, reinventan el pasado porque temen su futuro y necesitan controlarlo. Así a su alrededor sustituyen la racionalidad por fanatismo, imponen su capricho a las reglas de convivencia, juzgan la discrepancia como disidencia. Siembran discordia hasta el punto de inducir un ambiente de delación.
Estas personas necesitan sustentar el relato de su microcosmos a toda costa, porque sin él se verían desnudos. Quienes así se comportan difícilmente confiesan su toxicidad como tal, pero por sus relatos los reconoceréis. Lo ideal es que sepamos detectarlo para poder sanear el ambiente laboral. No obstante verlo en los demás es fácil, pero ¿y en uno mismo? A lo mejor sería un buen paso comenzar por ahí.
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