Una aventura al corazón histórico de los cristianos maronitasUn río corre profundo en el valle de Qadisha (Qadisha significa ‘Santo’). Sus aguas fluyen desde una gruta en la cara oriental del pico más alto del Líbano (Qurnat al Sawda), a unos 4.500 metros sobre el nivel del mar, y se abre paso hacia las costas de Trípoli.
Sobre la gruta se alza el bosque de los Cedros de Dios (Horsh Arz el-Rab), uno de los bosques de cedros más densos que quedan en Líbano, y hogar de algunos de los árboles vivos más antiguos de la tierra (dos de los cuales se dice que tienen más de 3.000 años de antigüedad).
La relevancia del valle se remonta a más de cuatro milenios de historia, de leyenda y de las Escrituras. Es el lugar donde fenicios y egipcios talaban árboles para construir sus barcos alrededor del año 3.000 a. C., es donde se dice que el arca de Noé encontró su lugar de descanso final y donde el rey Salomón adquirió la madera para construir el Templo en Jerusalén. Estos y muchos otros relatos épicos hacen del valle una verdadera joya en el corazón de Oriente Medio.
Sin embargo, fue a finales del siglo VI cuando el valle se convirtió en el epicentro de una historia de salvación y liberación.
Las sangrientas persecuciones se extendieron por los desiertos de lo que hoy es Siria, mientras los jacobitas (no los seguidores del rey Jacobo de Escocia, sino los cristianos sirios que sostenían que Jesús tiene una sola naturaleza) intentaban purgar el Levante de aquellos que se identificaban como cristianos maronitas.
Fueron perseguidos sin piedad hasta que encontraron consuelo en el suave abrazo del valle de Qadisha. Las traicioneras laderas del valle permitían una posición fácilmente defendible y la plétora de cuevas que salpicaban la ladera de la montaña ofrecían un lugar seguro para vivir.
Cuando los primeros monjes maronitas se asentaron en el escarpado paisaje, emprendieron esfuerzos heroicos para reconstruir su Iglesia. Las persecuciones se cobraron la vida de la gran mayoría de su pueblo y solo quedaron unos pocos para volver a empezar; comenzarían con oración y ayuno.
Cuenta la leyenda que cuando el sol salía en el valle, sus rayos atravesaban las impenetrables nubes de incienso que se elevaban hacia el cielo desde las primeras iglesias-cuevas, de donde salía el eco de las innumerables oraciones que se elevaban hacia el Creador.
Fruto de estas oraciones terminarían siendo los cimientos de la Iglesia maronita libanesa, la mayor denominación cristiana del Líbano, cuya presencia continúa hasta el día de hoy. El valle alberga más de 80 iglesias, monasterios y capillas y es un lugar de peregrinación muy conocido.
En varios artículos, llevaremos a los lectores a las profundidades del valle de Qadisha para descubrir su mundo oculto.
El monasterio de San Antonio de Qozhaya
Quizás el monasterio más antiguo del valle. El monasterio de San Antonio de Qozhaya está tejido por las laderas rocosas y centrado alrededor de una gran cueva. Se han atribuido numerosos milagros a la visita a la cueva por parte de aquellos que luchan por mantener a su familia, aquellos que intentan tener hijos y quienes sufren de enfermedades mentales.
El monaquismo está estrechamente ligado al valle, ya que fue habitado por muchos de los primeros cristianos que buscaban la soledad para practicar su fe como ascetas o ermitaños, dejando atrás las distracciones del mundo para buscar una unión más profunda con Dios.
Para muchos, san Antonio de Qozhaya (san Antonio Abad) es considerado el primer monje que buscó esta vida por sí mismo. Sin embargo, los rumores de su santidad se extendieron a lo largo y ancho y atrajeron a muchos discípulos.
Como resultado, decidió organizarlos en una comunidad de adoración: los comienzos de una de las primeras reglas monásticas. La leyenda cuenta que varios de sus discípulos encontraron el camino hasta el valle de Qadisha y se asentaron en una de las cuevas, una cueva que visitó el propio san Antonio.
El monasterio también tiene la distinción única de albergar la primera imprenta de Oriente Medio, que se remonta a mediados del siglo XVI.
Visitar el monasterio es una experiencia profundamente espiritual, ya que el aire parece estar colmado de las oraciones de aquellos que pasaron por sus estrechos pasadizos hace más de mil años. Los grabados en las paredes de piedra de la cueva vinculan su pasado antiguo con el presente.
Así que si estás buscando un destino de peregrinación más aventurero en un entorno natural hermoso, perfecto para la exploración y la contemplación, el valle de Qadisha y el monasterio de San Antonio son una opción magnífica.
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Para más información, visita Qozhaya.Com.
Texto de Jeffrey Bruno
Fotografías de Antoine Mekary para Aleteia