El Pontífice instó a acompañar a la persona que sufre hasta el final El papa Francisco hizo llamado vehemente al cuidado de los enfermos y denunció la tendencia a la legalización de la eutanasia. Lo dijo este lunes 1 de octubre de 2018 en la mañana en el Aula del Consistorio del Vaticano en un discurso dirigido a 70 participantes del IV Seminario de Ética en la administración de la Salud.
Francisco sostuvo que el cuidado del enfermo no significa sólo la aplicación de la terapia sino que incluye también hacerse responsable del hermano, hacerlo sentir amado y respetado.
“Curar – afirmó – a los enfermos no es simplemente la aséptica aplicación de medicamentos o terapias apropiadas. Ni siquiera su sentido primigenio se limita a buscar el restablecimiento de la salud. El verbo latino “curare” quiere decir: atender, preocuparse, cuidar, hacerse responsable del otro, del hermano. De eso tendríamos que aprender mucho los “curas”, pues para eso nos llama Dios. Los curas estamos para cuidar. Curar”.
El Pontífice destacó la vocación que hay en esa disposición del “agente sanitario” que es “importante en todos los casos, pero tal vez se percibe con mayor intensidad en los cuidados paliativos”.
En su discurso denunció: “Estamos viviendo casi a nivel universal una fuerte tendencia a la legalización de la eutanasia. Sabemos que cuando se hace un acompañamiento humano sereno y participativo, el paciente crónico grave o el enfermo en fase terminal percibe esta solicitud. Incluso en esas duras circunstancias, si la persona se siente amada, respetada, aceptada, la sombra negativa de la eutanasia desaparece o se hace casi inexistente, pues el valor de su ser se mide por su capacidad de dar y recibir amor, y no por su productividad”.
Por otro lado, remarcó la escasez de recursos dedicados a la cura de enfermedades. “El mundo de la salud en general, y particularmente en América Latina, vive una época marcada por la crisis económica; y puede hacernos caer en el desaliento las dificultades en el desarrollo de la ciencia médica y en el acceso a las terapias y medicinas más adecuadas. Pero el cuidado de los hermanos abre nuestro corazón para acoger un don maravilloso”.
Asimismo, habló del milagro detrás de las pequeñas cosas: “Un milagro no es hacer lo imposible; el milagro es encontrar en el enfermo, en el desamparado que tenemos delante, a un hermano. Estamos llamados a reconocer en el receptor de las prestaciones el inmenso valor de su dignidad como ser humano, como hijo de Dios. Esta conciencia —si está profundamente arraigada en el substrato social— permitirá que se creen las estructuras legislativas, económicas, médicas necesarias para afrontar los problemas que vayan surgiendo”.
Por último, el Obispo de Roma instó a que los trabajadores de salud lleven la esperanza tanto al paciente como a sus familiares:“Ponerse en las manos de una persona, sobre todo cuando está en juego la vida, es muy difícil; sin embargo, la relación con el médico o enfermero se ha fundamentado siempre desde la responsabilidad y la lealtad”.
“Debemos – continuó – seguir luchando por mantener íntegro este vínculo de profunda humanidad, pues ninguna institución asistencial puede por sí sola sustituir el corazón humano ni la compasión humana. Por tanto, la relación con el enfermo exige respeto a su autonomía y una fuerte carga de disponibilidad, atención, comprensión, complicidad y diálogo, para ser expresión de un compromiso asumido como servicio”.