A veces nos quejamos de que estamos rodeados de personas tóxicas, pero ¿acaso no será que tú y yo somos los tóxicos? “Ay, estoy harta de que siempre me llegan patanes como novios, bien alcohólicos y mujeriegos…” No mi reina, no te llegan, tú los eliges…Tampoco es cuestión de suerte el estar con personas con este tipo de actitudes. Es uno quien escoge estar cerca de ellas.
Otra: “Trabajo con pura gente tóxica. ¡Todos son de lo peor! ¡Si vieras qué mala actitud tienen siempre!”
Y es aquí dónde me quiero detener. Hay que tener mucho cuidado al pensar o decir que “todos” son así porque esto, por lo menos a mí, me invita a pensar: “¿No serás tú la persona tóxica?”
Es una realidad que conforme vamos creciendo y madurando uno va eligiendo de quien se va rodeando. Y no es que uno los atraiga, sino que, generalmente, uno escoge a las personas según cómo está su interior: sano o no tan sano.
Te invito a que reflexiones sobre estos puntos para que te des cuenta si eres o no una persona con actitudes tóxicas.
Haz un trabajo de introspección y con mucha humildad reconoce si tienes 2 o más de estas actitudes, no para criticarte, sino para mejorar.
- Eres una persona muy negativa. Eres de los que le encuentra un problema a cada solución o de los que a lo bueno le buscas lo malo y a lo malo lo peor.
- Las cosas se tienen que hacer como tú dices y porque tú así lo dices. Buscas consejos, pero al final haces lo que tú quieres. Esos sí, te enfadas -y hasta hablas mal de la persona- cuando no escuchas lo que quieres escuchar.
- Difícilmente aceptas un error o que te equivocaste. Y aunque reconozcas que lo hiciste te mantienes en tu postura.
- Te es más sencillo ver los defectos de los demás que descubrir sus virtudes o sus atributos.
- Si vives de malhumor la mayor parte del tiempo. La gente te tiene que tratar con pincitas, sobre todo, tus más allegados.
- Te encanta el chisme y con un café mucho mejor. Es más, te fascina ser la primera en enterarte de todo y ser la portadora, aunque sea de malas noticias.
- Opinas sin que te pidan opinión. Si te piden consejo difícilmente buscas “el bien” de la otra persona o su paz. Es decir, aconsejas según tus heridas.
- Vives en constante queja. Todos son malos menos tú.
- Hablas mal del cónyuge cada vez que puedes y con quien puedes. ¡Caramba! Si no te lo sacaste en una rifa; ¡tú lo escogiste!
- Te sientes la víctima del mundo. Buscas culpables de tu desventura. Todos te han hecho daño, “a ti que tan buena persona eres”. Y claro, cuando cansas a las demás personas de escuchar queja tras queja te haces la víctima nuevamente porque no te has dado cuenta de que tu actitud cansa hasta al Santo Job.
- Sientes la necesidad de controlar todo y si no lo logras ¡aguas!
- Vives criticando y juzgando la vida de los demás. De hipócritas no los bajas. Te espantas pensando que son de lo peor. Eso sí, todos menos tú…
- Dominas el arte de la manipulación.
- Difícilmente perdonas y ese recuerdo lo utilizas para chantajear.
- En la gran mayoría de los grupos de amistades en los que has convivido has tenido problemas. Eso sí, tú estás convencida de que es por culpa de los demás.
En fin, podría seguir enumerando actitudes que no suman a la vida de nadie. Aquí lo importante es reconocer nuestras áreas de oportunidad y hacer algo por mejorarlas.
Lo que nos choca, nos checa. Cambiemos ese estilo de vida de estar buscando la paja en el ojo ajeno y mejoremos nuestra propia vida y también esas actitudes que no nos están permitiendo sacar y dar lo mejor de nosotros.
¡Venga! ¡Tú puedes! Busca ayuda de ser necesario y sé lo suficientemente dócil y humilde de aceptarla. De verdad, necesitamos seguir siendo generadores de paz y no de toxicidad.