“¿Cómo iba yo a saber que la fotografía tendría un papel vital para acercarme a un santo, para conocerlo mejor?”Únete al fotoperiodista Stephen McElligot en un viaje que lo acercó a san Oliver Plunkett mientras seguía sus pasos desde el lugar de nacimiento de san Oliver en Irlanda hasta su persecución y martirio.
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¿Quién fue san Oliver Plunkett?
Nacido en Loughcrew, condado de Meath, Irlanda, un Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre de 1625, Oliver se convertiría años más tarde en el último mártir católico romano en morir en Inglaterra. Sus padres eran descendientes pudientes de hiberno-normandos, por lo que Oliver recibió una educación y una formación privilegiadas.
Como algunos santos nacidos en circunstancias similares siglos antes que él, Oliver se encontró con la vocación de renunciar a las cosas buenas de este mundo y luego seguir su llamado al sacerdocio. Después de su ordenación en 1654, Oliver dejó Roma para regresar a una Irlanda que no había visto en 23 años. Corrían tiempos turbulentos, poco después de la conquista cromwelliana de Irlanda (1649-1653), cuyas consecuencias vieron la prohibición de la práctica del catolicismo romano.
Las leyes anticatólicas se conocieron como leyes penales, las cuales, aunque se relajaron muchos años después, no fueron oficialmente revocadas por el Gobierno británico hasta 1920. Los desafíos a los que se enfrentó Oliver requerían que se disfrazara en un país ahora hostil al catolicismo. Vestía un atuendo militar que incluía espadas y pistolas y se hacía llamar William Browne.
La nueva ley
Tras una relajación de las leyes penales en 1660, Oliver pudo establecer un colegio jesuita donde incluso los protestantes venían a estudiar y se dice que él mismo confirmó a más de 48.000 catecúmenos en solo cuatro años. Esta lujosa relajación para los católicos pronto llegaría a un abrupto final, ya que en 1673 una nueva ley, conocida como Test Act, supuso un incremento de nuevo en las leyes penales, por lo que Oliver se vio forzado a disfrazarse y a esconderse por segunda vez. Muchos de los obispos desertaron de Irlanda debido a esas leyes tan estrictas. De estos obispos decía san Oliver Plunkett: “Si los capitanes huyen, es en vano exhortar a los simples soldados a que resistan en la batalla”.
Oculto de las autoridades y dependiente de la buena voluntad de los lugareños para mantenerlo lejos de las miradas indiscretas, Oliver sirvió a su rebaño, que a menudo fabricaba “rocas de misa” —rocas enormes de superficie plana— en lugares secretos de las montañas y colinas para que sirvieran como altares en misas secretas. Los cazadores de sacerdotes eran chivatos o informantes locales que perseguían a los sacerdotes o a cualquiera que los escondiera. El castigo por tales “crímenes” era la muerte.
El complot papista
En 1678 surgió un complot siniestro y ficticio conocido como el “complot papista”, por obra de Titus Oates, un clérigo inglés. Esta trama incluía acusaciones de que los católicos estaban planeando asesinar al rey Carlos II. Se decía que el Papa estaba ideando una invasión de Inglaterra y se rumoreaba que el propio Oliver estaba pasando clandestinamente tropas francesas a través de la ensenada fronteriza de Carlingford Lough, en la costa este de Irlanda.
Oliver fue arrestado y llevado a juicio en la ciudad de Dundalk, pero al darse cuenta de que un hombre tan respetado y santo como Oliver nunca podría ser condenado allí, fue transferido a la prisión de Newgate en Londres.
Juicio y muerte
Oliver fue sometido a un juicio amañado. En 15 minutos el jurado regresó con su veredicto y san Oliver fue declarado culpable de alta traición y de difusión de la fe católica, entonces vista por el Gobierno británico como una religión falsa. A dichos cargos, san Oliver respondió: “Deo gratias” (gracias a Dios).
Arrastrado por las calles de Tyburn hasta el rugido de una multitud similar a la del Calvario en el Evangelio, Oliver fue ahorcado hasta casi morir. Luego fue destripado y finalmente descuartizado, con la cabeza y los brazos cortados y partes del cuerpo arrojadas al fuego. Sus antebrazos fueron colocados en dos cajas de hojalata y enviados con fieles católicos como reliquias a Roma. Su cabeza fue llevada a Armagh y luego, por último, a Drogheda, donde descansa ahora desde 1920. Fue canonizado en 1975 por el beato papa Pablo VI, el primer santo irlandés reconocido en más de 750 años.
Conociendo a Oliver
Leer libros de teología y oración es una manera de acercarse a Dios, pero no nos ayuda a conocerlo verdaderamente. De repente me viene a la mente un texto de Evagrio el Solitario: “Si rezas de verdad, eres teólogo y si eres teólogo rezas de verdad”. Por lo tanto, la forma más elevada de teología y de conocer a Dios está en la forma sencilla de la oración y la práctica de nuestra fe.
He descubierto recientemente que la misma verdad es cierta cuando se trata de conocer a los santos. Con toda la información que he leído sobre san Oliver a lo largo de los años, nunca sentí que realmente lo conociera. Aunque no podía hacer todo el camino hasta Londres, al menos pude componer una parte importante de la imagen que los irlandeses tenemos de él antes de que dejara esta isla para enfrentarse a una muerte espantosa en Tyburn, Inglaterra.
Justo cuando pensaba que lo había fotografiado todo y que terminar parecía inevitable, algo nuevo surgió en relación a Oliver. No cabía duda de que la providencia divina también desempeñó un papel significativo en el descubrimiento de la vida histórica de san Oliver. ¿Cómo iba a saber que la fotografía tendría un papel vital para acercarme a un santo, para conocerlo mejor? Además, la idea de que ahora estoy usando ese regalo para llevaros conmigo, lectores, significa que todos podemos llegar a conocerlo y formar una imagen más profunda desde un ángulo único no visto hasta ahora por la mayoría de personas.
En esta exclusiva serie fotográfica os llevo conmigo desde donde nació Oliver en la torre de una iglesia de Loughcrew, por las tumbas megalíticas que fueron su patio de recreo de niño, a través de su vida de pastor con su rebaño disfrazado para ocultarse de las autoridades, hasta los lugares donde celebró la misa en secreto y, finalmente, su providencial marcha hacia el martirio.
Espero que dejéis a un lado sus libros sobre Oliver y os sintáis inspirados para visitar estos lugares; para permitir que los sitios reales de la vida de Oliver y la persecución final os hablen. ¿Escucharéis —como hice yo en estos lugares— los ecos de risas entre las paredes de piedra de su lugar de nacimiento en Loughcrew o los gritos de sus feligreses, cuya sangre martirizada enriqueció los terrenos sagrados donde Oliver celebrara una vez la Misa?