Rezar con los salmos es una guía que te presentamos cada semana para meditar la Palabra de Dios en la Escritura y traducirla en vivencia. Hoy, les ofrecemos el Salmo 69.
Las tentaciones nos acechan
A menudo pueden darse situaciones en la vida en las que puedas sentirte perseguido, señalado por tus creencias o tus valores. Puede ser en el trabajo, en casa, en la escuela o incluso en un supermercado.
Siempre que sucede algo así, puede instalarse en tu interior una sensación de aislamiento, puede parecer que todo el mundo está en tu contra.
Este sentimiento muchas veces resulta insoportable y, en ese momento, las tentaciones nos acechan para atraernos y alejarnos de nuestras creencias.
Una poderosa ayuda
La buena noticia es que muchos personajes de la Biblia conocían con exactitud este sentimiento, escribieron sobre él y compusieron sentidas oraciones para expresar su angustia.
En particular, el rey David compuso múltiples salmos que manifestaban a Dios sus sentimientos, invocando Su poderosa ayuda en momentos de necesidad.
El Salmo 69 es una de estas oraciones y contiene los sentimientos sinceros de un hombre que se siente acorralado por todas partes.
Acércate a mí y rescátame
En mitad de su oración, David llama a Dios: "Acércate a mí y rescátame, líbrame de mis enemigos". El texto de la oración se visualiza también con frecuencia en los labios de Cristo en la cruz, ya que expresa Su angustia, incluso presagiando las acciones de los soldados romanos: "pusieron veneno en mi comida, y cuando tuve sed me dieron vinagre".
Si sientes que necesitas una oración honesta en un momento de persecución u hostigamiento contra ti, reza el Salmo 69 y deja que Dios inunde tu corazón con Su gracia. A continuación, un fragmento inicial de dicho Salmo.
Salmo 69
¡Sálvame, Dios mío, porque el agua me llega a la garganta! Estoy hundido en el fango del Abismo y no puedo hacer pie; he caído en las aguas profundas, y me arrastra la corriente.
Estoy exhausto de tanto gritar, y mi garganta se ha enronquecido; se me ha nublado la vista de tanto esperar a mi Dios.
Más numerosos que los cabellos de mi cabeza son los que me odian sin motivo; más fuertes que mis huesos, los que me atacan sin razón. ¡Y hasta tengo que devolver lo que yo no he robado!
Dios mío, tú conoces mi necedad, no se te ocultan mis ofensas. Que no queden defraudados por mi culpa los que esperan en ti, Señor del universo; que no queden humillados por mi causa los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he soportado afrentas y la vergüenza cubrió mi rostro; me convertí en un extraño para mis hermanos, fui un extranjero para los hijos de mi madre: porque el celo de tu Casa me devora, y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
Cuando aflijo mi alma con ayunos, aprovechan para insultarme; cuando me visto de penitente, soy para ellos un motivo de risa; los que están a la puerta murmuran contra mí, y los bebedores me hacen burla con sus cantos.
Pero mi oración sube hasta ti, Señor, en el momento favorable: respóndeme, Dios mío, por tu gran amor, sálvame, por tu fidelidad.