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Venezolanos en Ecuador: ¡Es muy duro saber que estamos solos y esclavizados!

VENEZUELANS
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Carlos Zapata - publicado el 19/08/18
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El drama de sobrevivir en un país ajeno, lejos de la familia, debido a una crisis humanitaria llena de rostros hambrientos. La solidaridad se expresa por medio de ángeles silentes que Dios envía como parte de su justicia divina

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“Mi delito es ser venezolano. Mi pecado fue huir de casa, porque aunque me gradué con honores y vine a trabajar de forma honrada, soy culpado de ignorante, pordiosero, ladrón o mendigo”.

“No conocen a mis hijos, ni los valores éticos que junto a mi esposa cultivé en ellos, pero mi solo acento los convierte en una peste. Ellos no son culpables de la crisis humanitaria que hizo polvo mis ingresos”.

“Partí a Ecuador, huyendo del hambre y buscando un mejor futuro. Encontré lo que muchos: rechazo e incomprensión. Aunque algunos corren con suerte, muchos son tratados como animales de carga, como víctimas anónimas de una esclavitud moderna…”

Se graduó con honores en la principal casa de estudios superiores del occidente venezolano, de donde egresó como ingeniero agrónomo. Era un importante supervisor de granja, pero en casa estaban pasando hambre… Así que con los ahorros propios y de su esposa partió a Ecuador.

Fue el primer diciembre que pasaría sin su familia, durmiendo en la casa de un total desconocido, junto a otros doce venezolanos también desmembrados de sus grupos familiares. Pronto descubrirían una realidad lejana de su intento desesperado por hilvanar un sueño construido con ilusiones de mejor calidad de vida.

 

VENEZUELANS

Carlos Rodríguez-ANDES-(CC BY-SA 2.0)

 

Ese 3 de diciembre de 2017 todo cambiaría para José Miguel Ortega. Como cambia para cada uno de los 4.000 venezolanos que a diario ingresan a territorio ecuatoriano, entre quienes están de paso y los que hacen todo por quedarse. Esta es su historia:

“Tras interminables horas de viaje por tierra y largas colas para sellar pasaporte logré desplazarme hasta las fronteras de Colombia y Ecuador, que estaban abiertas. Llegué a un sitio que se llama Ibarra. Y en ese momento se conseguía trabajo. Comencé en un asadero, a los dos días de haber llegado a la ciudad”.

“Ahora la policía de Migración está presionando bastante: a las personas que consiguen sin papeles las multan. Hay quienes sacan la visa de refugiado, pero eso solamente lo puedes hacer si eres un perseguido político. Lo normal es sacar la visa Unasur. Yo lo logré, pero se me hizo bastante difícil, porque tenía el pasaporte próximo a vencerse. Saqué la prórroga, lo que me costó más de 200 dólares, que para un venezolano es una fortuna”.

“Lo solicité en abril y en mayo me estaba llegando. Pedí la cita para la visa y me la estaban dando dos meses después. Aproveché una jornada organizada por venezolanos en Quito”.

“Ahora las cosas han cambiado: sé de amigos y compañeros que están introduciendo sus papeles y tienen que esperar dos meses más para que se las aprueben. Claro que al tener visa, adquieres deberes y derechos de un ciudadano, así que puedes tener un negocio o trabajar”.

“Regresé a Venezuela el 17 de julio y encontré todo muy diferente. En la salida de Ecuador, en Rumichaca, iba de salida pero solamente por el hecho de ser venezolano tuve que hacer la misma cola de quienes estaban en fila para sellar pasaporte y entrar”.

“Algunos no lo entienden pero es muy agotador: estuve desde las 2 de la mañana allí, y pude finalmente sellar a las 5 y media de la tarde. En el lado de Ecuador se están formando colas, pero en el caso de Colombia no había nadie: uno sella sin problema, lo que demuestra la diferencia en el trato; pues los mismos que pasan por Colombia son los que pasan por Ecuador. Allá no les dan la misma atención, sino que los ponen a pasar más trabajo”.

“Las cosas en Ecuador están muy complicadas. A muchos les hacen trabajar con la promesa de pagarles al finalizar el mes y no les dan nada. Hay quienes terminan trabajando de gratis hasta tres meses, apenas por una comida, que igual se agradece. A los pocos que están contratando les pagan a duras penas un tercio o menos del sueldo mínimo de allá. Es algo que nos ocurre a casi todos. Somos vulnerables en un país que no es el nuestro”.

“Pero en Ibarra hemos sentido la acogida fraterna de los ecuatorianos. Hay quienes comprenden la situación nuestra y nos ayudan. Además, lo hacen de forma silenciosa. En mi caso, me han ayudado bastante”.

“Igual te limita mucho estar en el país si no tienes la visa. El problema es que para obtenerla necesitas el pasaporte, y en Venezuela prácticamente no lo emiten. Sacarlo implica pagar montos exorbitantes. ¡En dólares! ¡Estamos presos y pagamos un rescate!

“Como Migración está tan fuerte ahorita, nadie les está dando trabajo a las personas si no tienen la visa. Multan tanto al negocio como a la persona”.

“Si te encuentran trabajando en la calle y no tienes la visa, te multan con 385 dólares, más de lo que consigues ahorrar trabajando honradamente durante dos meses. Si cumples más de los seis meses reglamentarios que puedes estar con tu pasaporte en el país, o con la Carta Andina, esa multa superará los 700 dólares”.

“No obstante, hay organizaciones que están brindando ayuda a los venezolanos, aunque les dan prioridad a las familias: 25 dólares por cada miembro de la familia para alimentos. Si no estás viviendo adecuadamente, te dan una ayuda también para eso; pero la prioridad es para las familias, repito, no para personas que están solas, como yo”.

“Conocí también las casas de refugio: allí hay personas que están llegando sin dinero, sin medios. Hay casas donde los están ayudando. En el terminal en Quito hay algunos puntos. Estuve muy cerca y pasé, pero no me quedé, porque definitivamente hay gente que está peor que yo. Son personas que no tienen dinero ni para el día. Intentan llegar a otros países, como Perú. Lo sé bien, lo viví, salvo que yo traía algo de dinero y seguí mi camino”.

“El trabajo es complejo. Me fui a la deriva, sin los papeles de la universidad, porque tarda mucho en gestionarse en Venezuela. Llegué a buscar trabajo de lo que saliera, aunque tengo postgrados y especialización. Gracias a Dios conseguí trabajo en un asador, donde laboraba desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche, haciendo de todo, de lunes a lunes: atender al público y asar los pollos, era mesonero y también cajero”.

“Estuve casi cuatro meses allí, pero no me estaba alcanzando el dinero. Resultó sumamente agotador. No era fácil. Uno no tenía chace para descansar. El único momento libre era cuando almorzaba”.

“Con ayuda de un familiar, después de mucho ahorrar logramos adquirir un carrito de churros. Lo saqué con él y estamos vendiendo de manera informal en la calle; pero gracias a Dios uno gana bastante mejor”.

“Así que pude volver a Venezuela, donde encontré grandes diferencias: en apenas ocho meses que estuve fuera de mi país, encontré a todos en mi familia delgados. Es muy duro constatar que la ayuda que envías no les alcanza para nada. No comen bien, pero al menos ellos comen”.

“La situación cada día está más grave. A uno le provoca es salir corriendo, así no estés trabajando como profesional, como me pasó a mí. ¡Ya nada importa! Lo que ganas te da para medio vivir y las humillaciones pierden importancia. Alcanza al menos para comer…”

“Estoy por regresar de nuevo a Ecuador, donde logré alquilar un apartamento. Quisiera poder ir con mi familia. Será más duro porque no tengo el pasaporte de mi hija, y nos tocará desplazarnos por tierra, pidiéndole a Dios que no nos la retengan”.

“Le pido a Dios que, como dijo el Papa Francisco, esos gobiernos de esos países vecinos apoyen más al inmigrante venezolano, para que uno pueda trabajar dignamente. Que le brinden facilidades con el trabajo. Porque vas de aquí de Venezuela y no tienes forma de sacar el pasaporte. Llegas allá, exponiendo todo, y te ponen esas medidas: no puedes trabajar ni sacar tampoco la visa. Eso es ni caritativo, ni justo ni solidario”.

“Entonces, sabiendo como están las cosas aquí en el país, tampoco te brindan una ayuda, simplemente se escudan diciendo que la culpa es del gobierno venezolano. Suplico a Dios que los que se supone que son nuestros hermanos tengan algo de comprensión y nos apoyen. No pedimos dinero, sino que nos permitan trabajar; que los venezolanos puedan tener acceso a desarrollarse. Somos profesionales honrados que vamos a trabajar, a intentar llevar una vida digna…” 

“No es fácil ir a otro país, donde se te hace tan difícil conseguir trabajo, conseguir una visa y donde recibes malos tratos. Da tristeza ver a otros hermanos venezolanos viviendo en la calle, en un refugio, sin empleo, sin nada… pasando más trabajo del que pasaban en su propio país. ¡No es fácil!”

“En donde yo llegué éramos todos venezolanos. Amigos del muchacho que ya se había ido antes y había alquilado ese sitio. Doce en una misma habitación, con una sola cocina y un solo baño”.

“Y sí, he encontrado gente que me ha ayudado y se lo agradezco a Dios cada segundo de mi vida. La Virgen me concederá ayudar a la familia. No es fácil, pero ya que tengo la visa y con ella un sueño cargado de ilusiones y oportunidades. Rezo por los venezolanos que siguen pasando tanto trabajo. Suplico a María Santísima que hallen más oportunidades y menos esclavitud, y que se comporten honradamente, como nos formamos en casa… ¡Es muy duro saber que estamos solos y además esclavizados!”

Ese país latinoamericano no es solo uno de los destinos principales de la diáspora, sino uno de los pasos obligatorios de los migrantes hacia naciones como Perú, donde la presencia de venezolanos sigue creciendo en masa. Quienes optan por ingresar a Ecuador atraviesan zonas donde se sabe que hay organizaciones de narcotraficantes y trata de personas.

Aunque Venezuela y Ecuador mantenían un acuerdo de paso libre, recientemente la nación declaró emergencia en tres provincias fronterizas debido al ingreso masivo de venezolanos, y anunció medidas estrictas como la exigencia desde este sábado, de contar con un pasaporte “válido y vigente”.

Mientras, la Iglesia Católica mantiene un ejército de voluntarios en los distintos puntos fronterizos, en paralelo con el descomunal despliegue de los “Puentes de Solidaridad” creados a través del Vaticano, en un intento desesperado por mitigar el dolor y llevar consuelo a cada venezolano.


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