50 aniversario del primer viaje a América Latina del Papa Montini (Del 22 al 25 de agosto, 1968)
“La clave para resolver el problema de América Latina es un esfuerzo ordenado a la elección de la manera de ser hombre: alfabetización, educación de base, educación permanente, formación profesional, formación de la conciencia cívica y política”, papa Pablo VI (Bogotá, Colombia).
Las palabras de Pablo VI resuenan hoy, luego de que pisó el suelo de América Latina el 22 de agosto de 1968. Un millón y medio de personas recibió en la ciudad de Bogotá, Colombia, a papa Montini quien hacía tres años que había clausurado el Concilio y hacía un año que había publicado Populorum Progressio, un documento que denunciaba las injusticias sociales. Antes de subirse al avión manifestó tristeza por el derramamiento de sangre en la invasión soviética a Checoslovaquia (20-21 agosto).
La ironía divina subraya que el primer papa latinoamericano, Francisco, será quien declare santo el próximo 14 de octubre de 2018 a Pablo VI junto a monseñor Romero, mártir de América. Dos pastores que a su manera predicaron la esperanza, la pobreza y la valentía evangélica, el “diálogo de la salvación” para vencer el mal, la pedagogía del amor ante la fragilidad humana.
Giovanni Battista Montini, en su primera alocución que llegaba a los excluidos del continente, por medio de la radio popular, desde Colombia, donde permaneció del 22 al 25 de agosto, sostuvo: “Seguiremos denunciando las injustas desigualdades económicas entre ricos y pobres; seguiremos defendiendo vuestra causa, proclamando vuestra dignidad humana y cristiana”.
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“Vuestra persona – continuó – es sagrada y debe ser reconocida efectivamente, sea en el campo económico o en el campo de los derechos civiles, y la participación gradual en los beneficios y en las responsabilidades del orden social”.
Pablo VI ejerció su pontificado entre los años 1963 y 1978 y es recordado por ser el Sucesor de Pedro que llevó a término el Concilio Vaticano II que había comenzado su predecesor Juan XXIII.
Por ello, católicos ultra conservadores en América Latina estuvieron en contra del papa, especialmente en Argentina, Uruguay y Brasil.
El sexto viaje apostólico del Papa Montini fue a una Bogotá, fría, radiante y en ebullición como el continente mismo por el acaparamiento de las tierras, la avaricia de las élites al poder y la mala distribución de la riqueza.
Montini pareciera que hablara hoy a los dirigentes de América: “A vosotros se os pide generosidad, la capacidad de sustraeros al inmovilismo de vuestra posición. Podemos recordaros el espíritu de la pobreza evangélica para disponer orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad”.
Radio Vaticano lo anunciaba como el primer viaje del Papa a América Latina. “Que vuestro oído y vuestro corazón sean sensibles a las voces de los que piden pan, interés, justicia, participación más activa en la dirección de la sociedad. Emprended con valentía las innovaciones necesarias para el mundo que os rodea”.
Pablo VI fue el papa que inauguró los viajes papales, después de la capital colombiana hizo otros tres periplos Suiza-Ginebra (1969), Uganda (1969) y Asia Oriental, Oceanía y Australia (1970).
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Las transmisión del evento de la visita quedó en la historia de los medios de comunicación en América, especialmente significativo fue el papel de la radio que amplificó la voz del pastor a las periferias. Comparable la atención por el evento papal a la radio crónica que narraba el asesinato de John F. Kennedy (1963) en Dallas, Texas.
Pablo VI exhortó en su momento a los líderes: “No olvidéis que ciertas grandes crisis de la historia habrían podido tener otras orientaciones si las reformas necesarias hubieran prevenido las revoluciones explosivas de la desesperación”.
Quizás si la voz de papa Montini hubiera sido escuchada otra sería la historia de Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil y otros frentes del continente agobiados por los males de la gestión política, económica y la falta de apostar por una educación más fuerte con pertenencia, identidad y civismo, libres de ideologías.
11 años después del discurso de Pablo VI, el bautizo de la región como el ‘continente de la esperanza’ fue realizado por Juan Pablo II, el segundo pontífice que viajaba a esas tierras que fueron llamadas de evangelización por papa Alejandro VI “para doctrinar a los dichos indígenas y moradores en la fe católica e imponerles en las buenas costumbres” (Bula Inter Caetera, 6 de Mayo de 1493).
Y la voz de la Iglesia siguió denunciando por medio de documentos históricos pensados por los obispos del continente con el apoyo del papado: Juan Pablo II inauguró la tercera conferencia general del episcopado de América Latina, en Santa María de Puebla. En 1992 otra vez, Papa Wojtyla volvería a República Dominicana para inaugurar la VI conferencia, Santo Domingo. Y Benedicto XVI en 2007, tercer papa que visitó América Latina, abrió la V Conferencia Episcopal en Aparecida, Brasil.
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El papa Francisco, el primer papa latinoamericano de la historia, el cuarto papa en visitar la región, también ha dedicado tiempo y esfuerzo en la evangelización del Continente y denunciar la globalización de la indiferencia, la sociedad del descarte y el catolicismo de salón y almidonado. Males que , de alguna manera, condujeron al martirio de monseñor Oscar Arnulfo Romero (15 agosto 1917 – 24 marzo 1980) en El Salvador.
Francisco ha realizado 6 viajes apostólicos amplificando la voz de la iglesia que está con los pobres y que Romero tanto amó hasta dar la vida. De hecho, el impulso misionero de Pablo VI se cierra en un círculo virtuoso de continuidad con el papa Bergoglio y con sus predecesores.
Benedicto XVI también había pisado las nuevas tierras 3 veces para invitar a la defensa de la vida. Y Juan Pablo II, el papa con uno de los pontificados más largos de la historia, visitó 17 veces América para mirar hacia Cristo.
La atención del papado por América es inconfundible. Pues, es el continente con el mayor número de católicos en el mundo (Brasil 172 millones, México 110 millones y Colombia 45 millones), alberga a cerca del 40%.
Por un lado, America, tierra de fermento misionero, apego y desencuentro con los valores del concilio y la lucha contra las desigualdades, también es terreno no excluido de los grandes cambios internacionales: la mundialización, el modernismo y la marea relativista
La Iglesia del continente incluso tiene un desafío constante debido al descenso progresivo de sus fieles, mientras siguen creciendo los agnósticos, los ateos y los católicos que pasan a las filas de las sectas y de la iglesia pentecoltal. En el siglo XX, 90% de los habitantes se declaraba católico, ahora la cifra se encuentra en alrededor del 69%.
En general, los temas críticos que arremeten contra la postura de la Iglesia han aumentado en las últimas décadas: aborto (último caso el de Argentina), unión homosexual, la consecuente adopción de niños de parejas del mismo sexo, entre otros.
Sin duda, en los cinco últimos pontificados, contando a Juan XXIII que no viajó a América, se puede ver una especial atención por la sede de Pedro por la espiritualidad y el deseo de trascendencia del hombre y la mujer latinoamericana. 27 peregrinajes papales a la región refuerzan el concepto.
De hecho, el papa latinoamericano sigue los pasos de Pablo VI y recoge la herencia de sus predecesores para impulsar el espíritu misionero en la región y la denuncia de las injusticia que no se han aplacado.
La voz profética de servir a la Iglesia desde el testimonio sigue siendo fresca. “Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad” (Evangelii Nuntiandi 41).
De hecho, los cardenales del cónclave de 2013 miraban hacia América para traer esperanza a la iglesia universal. Y en esta línea, se sitúa la canonización de Monseñor Romero de América, la memoria de la herencia de Pablo VI para el continente de la esperanza y también el próximo Sínodo panamazónico de 2019. Detrás está el deseo de una iglesia que de testimonio, sea misionera, alegre y amorosa.