En este monasterio nacieron unos 450 niños en los años posteriores al final de la guerra
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Hoy en día, la localidad de Eresing es un pequeño pueblo de 2.000 habitantes en la tranquila campiña bávara, en el sur de Alemania. Sin embargo, justo después del final de la Segunda Guerra Mundial, un monasterio situado a pocos kilómetros de esta idílica aldea rural fue el escenario de uno de los aspectos más ignorados de la historia del Holocausto: los campos de desplazados dirigidos por estadounidenses.
Para entender cómo un monasterio benedictino se convirtió en el emplazamiento de un campo de personas desplazadas (instalaciones en la Alemania ocupada por los Aliados donde los refugiados del Holocausto fueron alojados temporalmente después de la guerra), tenemos que volver sobre la historia de los monjes benedictinos de la zona.
Durante el siglo VII, Eresing fue una de las zonas evangelizadas por monjes de la orden de San Agustín. Los hermanos construyeron una abadía y una escuela monástica que pronto se convirtió en uno de los principales centros de enseñanza superior de Europa occidental.
En 1884, Andreas Amrhein, un monje de la arquiabadía de Beuron en la región del Danubio, buscaba un nuevo lugar para construir una comunidad que pudiera combinar el estilo de vida benedictino con el trabajo misionero, algo que sentía que faltaba en Beuron.
Inicialmente se estableció en una ciudad bávara diferente, Reichenbach am Regen, pero después de encontrarla demasiado remota, trasladó la congregación a Emmin, una pequeña región cerca de Eresing. Fue entonces cuando nació “la congregación de Ottilien” (en honor de la patrona del monasterio, santa Ottilia u Odilia).
A lo largo de los años, la arquiabadía de Santa Odilia se convirtió en un complejo monástico a gran escala que incluía infraestructura agrícola, una enfermería, una casa de huéspedes y una imprenta. La enfermería contaba con equipos de última generación, como máquinas de radiología, y fue quizás por este motivo que en 1941 la policía secreta nazi decidió ocupar el monasterio para ampliar la enfermería y convertirla en un hospital militar.
En una especie de retorcido giro del destino, ese hospital nazi fue la razón por la que la arquiabadía de Santa Odilia fue elegida más tarde como sede de uno de los cientos de campos de desplazados que se abrieron en la Alemania ocupada por los Aliados entre 1945 y 1947.
El campo de Desplazados de Santa Odilia se creó en 1945 y en los siguientes tres años recibió a 5.000 personas como mínimo, la mayoría refugiados judíos que se denominaban a sí mismos Sh’erit ha-Pletah, “los remanentes”. Además de un hospital en funcionamiento, en su mayoría gestionado por médicos judíos, también había una escuela, un cuerpo policial y una sala de maternidad. En el monasterio nacieron unos 450 niños en los años posteriores al final de la guerra.
El mes pasado, la arquiabadía de Santa Odilia junto con la Universidad de Múnich y el Museo Judío de Múnich, organizó un simposio académico de tres días dedicado a este ignorado aspecto de la historia de la abadía.
Según dijo a la revista Smithsonian.com el profesor de historia Atina Grossmann, de la Universidad Cooper Union de Nueva York, los historiadores no están seguros aún sobre las formas en que los supervivientes del Holocausto se enteraron de la existencia del campo de Desplazados de Santa Odilia.
Según un recuerdo compartido por Zalman Grinberg, que fue el primer médico jefe judío del hospital de Santa Odilia, los desplazados llegaron a ese mismo sitio gracias a su iniciativa y a la ayuda de la Cruz Roja Internacional. Grinberg, médico plenamente formado, supo de la presencia de un hospital en Santa Odilia por otro médico judío en Schwabhausen, cerca del campo de concentración de Dachau, quien había logrado convencer a los jefes locales de que alojaran a los refugiados en campos que habían acogido a soldados alemanes.
Entonces, Grinberg llamó al médico jefe del hospital militar de Santa Odilia y, fingiendo ser miembro de Cruz Roja Internacional, le ordenó que acogiera a los supervivientes. Su estrategia funcionó y, unos pocos días después, las tropas estadounidenses organizaron el traslado del primer grupo de supervivientes del Holocausto al hospital. Grinberg fue nombrado director médico.
En los meses siguientes, otros refugiados comenzaron a dirigirse a Santa Odilia a medida que más y más campos de concentración eran finalmente cerrados. Sin embargo, como explicaron los académicos durante el simposio, la mayoría de las personas que encontraron refugio en Santa Odilia provenían en realidad de la Unión Soviética, donde muchos judíos de Europa oriental encontraron refugio durante el régimen nazi, otro aspecto pasado por alto de la historia del Holocausto.
Muchos de los refugiados llegaron al campo con enfermedades, como tuberculosis e infecciones de la piel, causadas por las inhumanas condiciones de vida dentro de los campos de concentración. Desafortunadamente, algunos pacientes no pudieron sobrevivir a pesar de la pronta atención ofrecida por los médicos y enfermeras de Santa Odilia. Hoy en día, más de 60 tumbas pertenecientes a refugiados judíos se encuentran en el cementerio de Santa Odilia, justo al lado del cementerio reservado para los monjes.
Pero el monasterio fue también el lugar donde muchos supervivientes pudieron por fin intentar volver a vivir después de la experiencia traumática colectiva de los cinco años anteriores. Pocos meses después de llegar al monasterio, un grupo de supervivientes organizó un concierto para celebrar su libertad recuperada, el concierto de la Liberación. Santa Odilia acogió en julio de 1945 una reunión de todos los judíos liberados de todas las zonas militares, que crearon un comité para defender sus derechos y ayudar a su comunidad, que poco a poco comenzaba a recobrar la vida. Ese mismo año, la imprenta del monasterio fue utilizada para imprimir la primera copia del “Talmud de los supervivientes”, editado con la ayuda del rabino Shmuel Abba Snieg.
Según informa Smithsonian.com, Alec Savicky, cuyos padres Abram y Sara vivieron en Santa Odilia tras sobrevivir al Holocausto y trabajaron como agentes de policía en el monasterio, se sorprendió al encontrar fotos del tiempo de sus padres en Santa Odilia donde la pareja “parecía feliz”.
“Lo que no podía entender era por qué mis padres parecían tan felices en las fotos que tengo de ellos de aquel tiempo”, dijo Savicky a Smithsonian.com. “No tenía sentido para mí, porque acababan de salir de los campos [de concentración] y yo pensaba que deberían estar hechos polvo. ¿Cómo es que tienen sonrisas en sus caras?”.
El papel desempeñado por los monjes de Santa Odilia también se discutió durante la conferencia de tres días. Según la doctora Evita Wiecki, profesora de historia en la Universidad de Múnich, los monjes estaban frustrados por no poder vivir su vida religiosa durante la ocupación nazi. Así que también buscaban curación y una forma de “volver a casa”. Ayudar a las víctimas de uno de los crímenes más horribles de la historia les hizo sentir que estaban siendo fieles a su vocación una vez más.
“Hoy estamos muy orgullosos de este hospital”, dijo en el simposio el padre Cyril Schaefer, director de la editorial de Santa Odilia. “Y pensando en los muchos milagros realizados en solo unos pocos años, tenemos que decir que la supresión del monasterio y su transformación en hospital fue quizás el acontecimiento más importante de su existencia”.