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“El humo de Satanás entró en la Iglesia”: ¿qué quiso decir el Papa con eso?

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Gelsomino del Guercio - publicado el 02/07/18
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Los tormentos de un pontífice, manifestados en una carta que permaneció inédita hasta hace pocas semanas

Estamos a principios de la década de los 70’s. Son tiempos agitados en el mundo y en la Iglesia. Vivimos la inmediata época post conciliar. El papa Pablo VI escribe una carta que permanecerá inédita hasta 2018, cuando el contenido es revelado en el libro “La barca di Paolo” (“La barca de Pablo”), del sacerdote Leonardo Sapienza, regente de la Casa Pontificia.

Es el 29 de junio de 1972. Pablo VI tiene cada vez más la clara impresión de que existe algo de profundo y de negativo que aflige a la Iglesia crecientemente. El camino de la secularización y la falta de unidad interna están volviéndose dos grandes problemas para la Iglesia en el mundo entero.

El Papa escribe inquieto:

“…Diríamos que, por alguna rendija misteriosa – no, no es misteriosa; por alguna rendija, el humo de Satanás entró en el templo de Dios. Hay duda, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación”.

“Ya no se confía en la Iglesia. Se confía en el primer profeta pagano que vemos que nos habla en algún periódico, para correr detrás de él y preguntarle si tiene la fórmula para la vida verdadera. Entró, repito, la duda en nuestra conciencia. Y entró por las ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia”.

Nubes de tempestad

Se sienten las llagas en el post concilio:

“…Se creía que, tras el Concilio, vendrían días soleados para la historia de la Iglesia. Vinieron, sin embargo, días de nubes, de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre… Intentamos cavar abismos en lugar de taparlos…”

Terror y éxtasis

Que el Papa no estaba tranquilo, se percibe también por otro pensamiento que él había escrito ocho días antes, el 21 de junio de 1972. El título, por sí mismo, ya es perturbador: “El terror y el éxtasis”.

Tal vez el Señor

me haya llamado a este servicio

no para que tome ninguna actitud,

o para que gobierne y salve a la Iglesia de sus dificultades,

sino para que sufra algo por la Iglesia

y quede claro que es Él, y nadie más,

quien la guía y quien la salva.

21 de junio de 1963: exactamente nueve años antes de escribir este pensamiento, Giovanni Montini era electo Papa. Y, al respecto, había escrito:

“…Espero que todos crean cuando digo que no sólo nunca aspiré como ni siquiera formulé la hipótesis de ser elegido para este formidable oficio…”

Años después, en una conversación en el turbulento 1968 con el escritor francés Jean Guitton, su amigo, el Papa confiaba:

“…Yo tuve el terror y el éxtasis de haber sido elegido…”

Una vez aceptado el peso del pontificado, Pablo VI le consagró todas las fuerzas, en medio de los incontables obstáculos que, a él y a cualquier otro pontífice, habrían hecho, ciertamente, pensar en la renuncia.

Es gravemente pesada la carga del Vicario de Cristo, porque es la carga del pastor llamado a dar la vida por sus ovejas. Oremos por el Papa y por la Iglesia, bajo las nubes de la tempestad.

 

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