Los tres primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo del niño que aprenderá a través de las experiencias a las que le expongan sus padres y educadores
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El cuerpo es un instrumento de aprendizaje. Los sentidos procesan y transmiten al cerebro información del mundo exterior. Por eso, los experiencias estimulantes y novedosas son una necesidad vital para el desarrollo de los niños menores de 3 años.
La estimulación es un proceso natural en el que, a través del juego libre, los niños exploran con sus sentidos (ver, oír, probar, oler y tocar) y ponen en práctica sus capacidades físicas, emocionales, sociales y cognitivas para optimizarlas de acuerdo a su ritmo de evolución mientras ejercen mayor control sobre su mundo.
La presencia atenta de los padres, el afecto, las atenciones y manifestaciones de cariño son siempre el estímulo más potente para el sano equilibrio en el desarrollo de los propios hijos.
¿Cómo responden los niños a la sobreestimulación?
Los bebés cuentan con una capacidad innata para relacionarse activamente con su entorno y buscar oportunidades para aprender pero también, cuentan con mecanismos que les permiten controlar la cantidad óptima de estimulación para sentirse bien y protegerse de la estimulación excesiva. (Veamos cómo en esta galería)
¿Por qué tanta insistencia con la estimulación?
Un niño que vive en un ambiente estimulante física y emocionalmente, desarrollará un mayor número de conexiones cerebrales necesarias para procesar la información del entorno y aprender. Esto se debe a dos mecanismos: la plasticidad cerebral y la neuroprotección.
Los primeros tres años de vida es un periodo sensible en el que un ambiente estimulante, personalizado y protector impactará de forma positiva en el desarrollo físico, emocional, social y cognitivo del crío.
En contrapartida, es el periodo de mayor vulnerabilidad, en el que experiencias y condiciones inadecuadas también alterar la estructura o funcionamiento del cerebro del niño. Cuando los niños pasan sus primeros años en un ambiente poco estimulante, con interacciones limitadas y carentes de apoyo emocional, su desarrollo cerebral y funciones pueden ser afectadas, pues la carencia de estímulos altera la organización cerebral y la posibilidad de crear estructuras funcionales para el aprendizaje, por lo que tendrán mayores posibilidades de presentar retrasos cognitivos, problemas sociales o de comportamiento y dificultades para enfrentar situaciones de mayor complejidad .
Las experiencias que vivan fortalecerán o afectarán negativamente a las conexiones cerebrales de los niños. En esta etapa es posible prevenir ciertos trastornos e incluso revertir los efectos de algunas lesiones cerebrales.