Un fenómeno de dimensiones enormes y calificable de feminicidio: 239.000 niñas mueren en India cada año por malos tratos, desnutrición y privación de atención médica
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Según un voluminoso estudio publicado en The Lancet, citado por el diario Avvenire, gracias al trabajo de la investigadora india Nandita Saikia, en el International Institute for Applied Systems Analysis, en el vastísimo territorio indio cada año se provoca la muerte, por malos tratos, desnutrición y privación de atención médica, a 239.000 niñas menores de cinco años.
Las niñas son futuras mujeres, y como tales cuestan a las familias ingentes recursos, sobre todo a causa del peso de la dote. “Criar una niña es como regar la planta del vecino”, dice un famoso proverbio indio.
Las familias las eliminan antes de nacer, cuando es posible, o poco después: ahogándolas con una toalla mojada o envenenando la leche con hierbas tóxicas. El aborto selectivo se lleva a cabo con una mezcla letal, hay que decirlo, entre medios tecnológicos de bajo coste y tradiciones culturales. Al servicio de una cultura que quiere librarse de las hijas, sobre todo de la tercera en adelante – parece que la cuarta sería motivo de una desgracia y un deshonor insoportables -, hay médicos que practican el aborto o que lo motivan con diagnósticos falsos (Ver La Stampa del 12 marzo 2018).
Infanticidio y aborto son dos tácticas de la misma estrategia. Donde uno es penalizado y controlado con eficacia, surge el otro. Ahora, por ley, está prohibido informar del sexo del bebé a los padres, pero siempre hay médicos dispuestos a dar esa información por algo de dinero; y en aldeas donde aún no llega el agua potable, hay un escáner ecográfico a disposición, para descubrir si el feto en gestación puede seguir siendo un nascituro o hay que considerarla una moritura.
Las raíces de este rechazo sistemático a tener hijas son antiguas y profundas; es una trágica costumbre difundida en todo el país, pero sobre todo en los Estados del Norte, que registran las dos terceras partes de casos de todo el país. En áreas como el Rajasthan occidental y el Bihar septentrional, este tipo de muertes alcanza y supera el 30% de los fallecimientos de las niñas en los primeros cinco años de vida. (Avvenire)
Según el director de Terres des hommes Core, se debe también a un factor histórico: de estas zonas, de hecho, procede la influencia de los guerreros Vanniyar del primer siglo después de Cristo. “Mandados a combatir en primera fila, morían en gran número, creando una disparidad entre varones y mujeres: en ese periodo comienza la costumbre de matar a las recién nacidas”, explica. La historia se entreteje con la religión y la cultura patriarcal, para llegar hasta nuestros días en forma de la terrible costumbre del infanticidio de las niñas (La Stampa).
Son varias las asociaciones comprometidas desde hace años en la defensa de las niñas, pero el trabajo es inmenso. No basta con evitar que sean abortadas o asesinadas en los primeros años; hay que vigilar para que sean criadas en condiciones adecuadas y respetuosas. Muchas niñas que han escapado a la muerte han podido formarse y quieren ser defensoras de sus hijas, sobrinas, hermanas..
Aunque el uso de la palabra feminicidio pueda ser interesado e instrumentalizado, en India y en otras zonas de Asia tiene toda la razón de ser pronunciado, gritado, impuesto a la opinión pública. Para esas niñas pequeñas, pequeñísimas, a punto de nacer o recién nacidas, tendría sentido que el mundo se levantara en pie de guerra. Twitter debería tener un aluvión de hashtag, y las campañas de sensibilización contra la violencia a las mujeres, contra estas mujeres, debería reclutar más de una madrina entre las estrellas de cine.
En un libro publicado en 2011 por la editorial italiana Mondadori, de Anna Meldolesi, Mai nate. Perché il mondo ha perso 100 milioni di donne (Nunca nacidas. Por qué el mundo ha perdido 100 millones de mujeres, n.d.t.), las cifras son espeluznantes. Y confirman una obviedad: la primera causa de muerte en el mundo para las mujeres es el aborto, si son concebidas, y el infanticidio si han tenido la desfachatez de nacer.