La preocupación por la agresividad del movimiento “Incel” aumenta tras el asesinato a 10 personas cometido por un joven en Canadá Cogió su furgoneta para matar. Y lo consiguió: 10 muertos y 15 heridos en Toronto (Canadá). Sabía que su nombre saldría publicado por todo el mundo. Alek Minassian tiene 25 años y pertenece al movimiento ‘Incel’.
Poco antes de atropellar deliberadamente al primer grupo de peatones que encontró, dejó en un mensaje críptico en su página de Facebook: “¡La ‘Rebelión Incel’ ya ha comenzado! ¡Derrocaremos a todos los ‘Chads’ y ‘Stacys’! ¡Saluden todos al supremo caballero Elliot Rodger!”, en referencia al creador del ideario ‘incel’.
De momento, este movimiento se circunscribe sobre todo a EEUU y a Canadá y, casi en exclusiva, el debate se lleva a cabo en inglés. Para comprenderlo mejor, es necesario detenerse a analizar las palabras que identifican a este peligroso movimiento:
- “Incel” es la versión abreviada de “involuntariamente célibe”. Se trata de un grupo de hombres que culpan las mujeres por no poder tener relaciones sexuales. El grupo se caracteriza por su antifeminismo y misoginia, deseando a las mujeres violencia física y sexual.
- Los “Chad” y las “Stacy” son los motes con que la comunidad conoce a los seres humanos que más odian en la tierra: los hombres guapos que tienen éxito con las mujeres y las chicas guapas que se van con otros, los “machos alfa”, categoría en la que los “incel” ansiarían encontrarse, por más que lo nieguen. Vierten su odio, pues, sobre quien tiene relaciones sexuales frecuentes y, peor, si son variadas.
- El “Supremo Caballero Elliot Rodger” es, finalmente, el mayor precedente de asesino incel del que se tiene noticia. Se trata de un joven de 22 años que en mayo de 2014 acabó con la vida de siete personas, hirió a 13 más y luego se suicidó, tras grabar un vídeo en el que explicaba por qué lo hacía. “He tenido una existencia de soledad, rechazo y deseos insatisfechos (…), nunca os he atraído pero ahora os voy a castigar por ello (…), putas rubias, mimadas y pretenciosas (…), vais a ver que soy, en realidad, el superior, el verdadero macho”, afirmaba en un vídeo escalofriante con casi un millón de visitas que se ha convertido en el evangelio de Minassian y otros seguidores “incel”.
Consecuencias en la actualidad
1. Presencia real y en los medios.
Los “incel” no están aislados en sus redes. Su “masculinidad tóxica” es un “reflejo de una cultura más amplia”, que se manifiesta a diario en los países desarrollados en forma de “agresiones sexuales, abusos de la propia pareja y hasta homicidios”.
“Estas comunidades online no están separadas de la sociedad pues ellos creen ser el mundo real”. Como explica un polémico artículo en The New York Times “para ellos el sexo cubierto es un derecho que las mujeres (las que ellos quieran) les deberían cubrir”.
2. Reducción de la relación entre hombre y mujer a puro instinto sexual
La atracción física es la única ley de vida. Por esto mismo se culpa al físico de su nulo éxito con las mujeres y se demanda al estado que les conceda tener esta necesidad cubierta y que periódicos con reputación internacional cedan espacio a simpatizantes para defender sus causas.
3. Reducción de la mujer a objeto de placer sexual
Solo el deseo de los varones parece ser digno de tener en cuenta y, por qué no, saciado a la mujer ya sea en formato robótico o como esclavas sexuales.
Atención con las falsas concepciones
Estos planteamientos a menudo se refuerzan con teorías mal entendidas sobre la evolución, la psicología y la genética. En sus ideas está la creencia de que negar sexo a los hombres es injusto.
El verdadero problema está en la falsa concepción del ser humano, de su vida y significado, de su existencia y valor.
Algo tan armonioso, completo y maravilloso como es la relación entre el hombre y la mujer, se ve privado del concepto del verdadero amor y de la riqueza del mundo emocional, afectivo y sentimental.
Por otra parte no hay nada de que asombrarse cuando ciertas corrientes de pensamiento y comportamiento han luchado por presentar al ser humano limitándolo a sus necesidades de mercado y reduciendo a meros impulsos biológicos. No olvidemos que sólo el amor nos hará libres.
