Nos hizo creer en la excepcionalidad de la mujer normal
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Margot Kidder nos hizo creer en la excepcionalidad de la mujer normal. Le hizo falta un solo papel para colonizar nuestra imaginación y convertirse en nuestro prototipo infantil de fémina madura y atractiva, independiente y enamorada, aparentemente frágil aunque arrojada.
Su interpretación de Louis Lane en Superman (1978), Superman II (1980), Superman III (1983) y Superman IV (1987), multiplicó su escuálida apariencia y su inolvidable rostro, a caballo entre la melancolía y la picaresca, en nuestros sueños.
La actriz de origen canadiense falleció ayer en Livingston (Montana), a los 69 años de edad, en su propia cama, dice el comunicado, y con su muerte vuelven muchos recuerdos a nuestra memoria.
En primer lugar, el de su partenaire cinematográfico, Christopher Reeve, que tuvo un letal paro cardíaco en 2004, después de casi veinte años tetrapléjico por una mala caída montando a caballo.
Poco antes de aquel fatídico desenlace, Reeve y Kidder, tuvieron su irónica y metaficticia despedida: una efímera aparición en Smallville (2001-2011), la teleserie que narraba la vida del joven Clark Kent; en ella interpretaron respectivamente al doctor Virgil Swann y a su asistente Bridgette Crosby.
Escribiendo este obituario, uno también rememora la supuesta “Maldición de Superman”, según la cual todos aquellos vinculados a este personaje tenderían a tener una desdichada existencia o final.
Entre los desafortunados se contaría a Richard Pryor, el conocido cómico que actuaba en Superman III, con el que Kidder tuvo un sonado romance, y que contrajo esclerosis múltiple y murió a los 65 años; o George Reeves (no Reeve), uno de los primeros actores que encarnaron al superhéroe en Superman y los hombres Topo (1951), que probablemente se suicidó tras una depresión producida por la frustración provocada por su encasillamiento en el papel de hombre pájaro el resto de su carrera artística.
También Margot Kidder habría transitado los caminos de la enfermedad psiquiátrica. En 1996, un año después del desgraciado accidente de su compañero Christopher Reeves, simuló su propia desaparición.
La causa resultó ser una paranoia que sufría, según la cual ella estaba convencida de que su marido la quería matar. Fue encontrada pocos días después cerca de Hollywood en un estado lamentable.
Poco después se le diagnosticó un trastorno bipolar que padecía desde muy joven, por el que había intentado suicidarse en varias ocasiones, y que finalmente se trató y llegó a controlar con medicación.
Su trayectoria artística, pese a mantenerse ininterrumpidamente tanto en televisión como en cine hasta el año pasado, no volvió a encontrarse con un momento tan icónico como el de Louis Lane, la intrépida periodista que volaba en brazos del todopoderoso criptoniano mientras despreciaba a su torpe compañero de trabajo Clark Kent.
Sin embargo, Margot Kidder fue más que la leyenda que todos recordamos. No fue únicamente la amada y con ello uno de los puntos débiles del hombre de acero, más allá de la verde criptonita.
Su vida le llevó a luchar públicamente contra los estigmas producto de las enfermedades mentales, así como a militar como defensora de los derechos humanos. En este sentido, fue una activa colaboradora en la campaña del Bernie Sanders como candidato demócrata en las pasadas elecciones a Presidente de los Estados Unidos de América. Tampoco en eso tuvo éxito.