Aunque no vivas en un monasterio, es posible El tedio parece asustar a la mayoría de nosotros. Y, afortunadamente, con la tecnología y las comodidades modernas, nunca tenemos que lidiar mucho con eso. En casa, la televisión es nuestra compañera constante y en la mayoría de los domicilios se ve la televisión aproximadamente cinco horas cada día.
Mientras conducimos nuestro coche, escuchamos la radio y, a pesar del peligro, algunos de nosotros hasta agarra el teléfono y envía mensajes. Nuestros celulares están siempre con nosotros hoy y nosotros, distraídamente, los usamos mientras permanecemos en la fila. Incluso los agarramos cuando conversamos con otra persona.
Mientras estamos de compras, en el elevador o en espacios públicos, la música llena el silencio.
La guerra contra el tedio llegó hasta nuestra iglesias, donde momentos vacíos son llenados por otro himno o anuncio. Así, cuando la misa termina, en lugar de quedar en silencio para meditar, rápidamente empezamos a conversar por los bancos.
Los papás hasta sufren con el miedo al tedio; me di cuenta que estaba intentando forzar a mis hijos a “levantarse y hacer algo”, como si los niños acostados y pensando fuera una falta que yo necesitase corregir.
Sí, mejor ser infinitamente distraído que aburrido, parece. La facilidad de la distracción es seductora, y yo sucumbí a ella tanto como cualquiera.
Cada año hago un retiro espiritual donde limito mi acceso al teléfono, a la televisión y al entretenimiento habitual que llenaría mi día.
Yo rezo en la capilla vacía, hago caminatas en el bosque mientras los árboles brillan con el otoño, y observo la puesta del sol en los acantilados a la orilla del río Mississippi.
Parece una versión muy buena de tortura. La súbita pérdida de distracciones parece un retiro para los dependientes químicos, y la dificultad de los primeros días es enorme hasta que mi mente se calma.
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La experiencia de descomprimir durante esos retiros me enseñó que el entretenimiento puede tener sus placeres, pero, si se vuelve excesivo, es debilitante. La razón por la cual las distracciones son una bendición contradictora es porque éstas operan a nivel de la superficie.
Por ejemplo, la música no fue hecha para ser escuchada y disfrutada de la forma en que tu banda favorita sería. La música de baja calidad crea una falsa sensación de “llenar”, de aliviarnos en nuestros días, pero no añade nada de significativo a nuestras vidas.
El filósofo Roger Scruton afirma: “Los sonidos de fondo de la vida moderna son… cada vez menos humanos“.
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Lo mismo vale para otras áreas también. Ya no vamos a los bosques ni salimos para identificar constelaciones en el cielo nocturno o charlar junto a la chimenea. La distracción es como la contaminación del aire – lentamente se filtra, reduciendo nuestra calidad de vida y no nos damos cuenta hasta que estamos prácticamente asfixiados.
Si estamos tan necesitados de distracción que somos constantemente obligados a agarrar el teléfono para mirarlo, nuestra humanidad se empobrece.
Hay algo hermoso en la manera en como mis hijas pelean por un lápiz que les encanta, porque eso significa que sienten profundamente algo y que están involucradas en la vida, incluso en los momentos más insignificantes.
La gran mayoría de nosotros no logra dejarlo todo y vivir en el silencio de un monasterio, pero aún podemos aprender a estar más atentos en nuestra vida cotidiana.
Algunas disciplinas que me ayudaron a hacer eso incluyen:
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Cuando optemos por desacelerar, no tengamos miedo de arriesgar un poco de aburrimiento. Eso nos da la posibilidad de encontrar la libertad de nuestras distracciones y desarrollar una apreciación más profunda por la vida.