Niños que no quieren acostarse ni comer. Que muerden, pegan y se hacen daño a sí mismos o se “encaprichan” –sin razón aparente– se convierten en un dolor de cabeza para los padres, especialmente si son inexpertos, porque no saben cómo controlar estas conductas.
Ante este panorama, es indispensable que los padres entiendan cuáles son los caprichos, para que sepan cómo actuar y no se dejen manipular ante el llanto o la rabieta del hijo.
Según el psicólogo Alfredo Pardo Novoa, de la Fundación Universitaria Monserrate, “se debe hablar de conducta o conductas caprichosas en el niño y no de niños caprichosos, ya que estos comportamientos tienen origen en las experiencias de interacción social de los niños”.
Si bien cada familia y cada hijo es único e irrepetible, detrás de un límite está siempre la necesidad de nuestros hijos de ser contenidos, y la nuestra de contenerlos.
Conviene recordar que los hijos pequeños buscan llamar la atención y piden constantemente afecto. Se trata de lograr un sano equilibrio entre el dar atención a los hijos y el caer en manos de la manipulación del capricho.
Por tanto, para garantizar el sano crecimiento de nuestros hijos es necesario no ceder ante sus caprichos.
Una conducta caprichosa es un mecanismo con el que el niño busca satisfacer un gusto sin una motivación justificada. Cuando esto ocurre, se focaliza –por encima de cualquier consideración razonable– que se haga su voluntad. El deseo del niño de que las personas satisfagan su voluntad a toda costa es lo que se conoce como “capricho”.
Para eliminar o disminuir las conductas caprichosas de nuestros hijos facilitaría que no estuvieran acompañadas de expresiones o comportamientos agresivos como gritos o berrinches.Si estos no se presentara, tal vez bastaría con no prestarle atención a la conducta caprichosa del niño.
Sin embargo, las lágrimas y los “pucheros” hacen que, a veces, los padres cedan ante sus deseos provocando la repetición de estos comportamientos porque de manera inconsciente están reforzando el mismo capricho del niño que ha entendido cómo hacer para obtener lo que quiere.
No permita que la situación se le salga de las manos. Si responde adecuadamente frente a las conductas caprichosas de los hijos, estas serán menos frecuentes y tenderán a desaparecer.
Hay que ser pacientes porque esto no ocurrirá corrigiéndolo una sola vez. Si los caprichos se han vuelto la constante en el comportamiento del niño, será necesario debilitar gradualmente la asociación entre estos y la consecución del objeto deseado.
“Una manera eficaz de disminuirlos, pero nada fácil de aplicar, es ignorarlos una y otra vez con la misma persistencia con que se presentan: no darles gusto ni ceder ante el berrinche.
Es indispensable ser coherente, porque si unas veces lo ignora y otras cede ante su conducta se produce el efecto contrario: refuerza el capricho y el berrinche. El niño descubre que insistiendo obtiene lo que desea.
Si en el niño se notan cambios es fundamental reconocer los logros, diciéndoles por ejemplo, “qué bien, ya se te pasó el berrinche”.
Otra estrategia utilizada con buenos resultados es desviar su atención hacia otro tema mientras él manifiesta un capricho y pretende satisfacerlo con presiones verbales.
Algunos consejos prácticos ante los caprichos de los hijos:
Educar a los hijos es un arte y requiere mucha paciencia y comprensión. Esa paciencia y comprensión que solo es posible cuando nace del verdadero amor que se nutre por los propios hijos.
Verles llorar por capricho puede suscitar sentimientos de dolor en los ojos de una madre y un padre, pero el conocimiento de estos comportamientos normales en una fase de crecimiento dará la fuerza necesaria a los padres para continuar sembrando por el bien y el verdadero crecimiento de los propios hijos.