Nacido en una familia que practicaba poco, el teniente coronel de la gendarmería Arnaud Beltrame, el héroe de Trèbes (Aude), había vivido una auténtica conversión hace diez añosEl teniente coronel de gendarmería Arnaud Beltrame, muerto el sábado por la mañana en Aude (Francia) por las heridas sufridas el viernes a manos del yihadista tras haberse intercambiado por una rehén, era católico. Desde hacía dos años, se preparaba para recibir el sacramento del matrimonio con su prometida Marielle, de manos del sacerdote Jean-Baptiste, uno de los canónigos de la abadía de Lagrasse (Aude).
El sacerdote estuvo junto a la cama de Arnaud Beltrame el viernes por la noche en el hospital, unas horas antes de su muerte. Pudo darle el sacramento de los enfermos. El sábado presentó un texto en el que rinde un emotivo homenaje a quien despierta la admiración de toda Francia por haber sido fiel hasta el último aliento a su sentido de “sacrificio”.
Conocí por casualidad mientras visitaban nuestra abadía, Monumento Histórico, al teniente coronel Arnaud Beltrame y a Marielle, con quien acababa de casarse por lo civil el 27 de agosto de 2016. Congeniamos muy rápido y me pidieron que les preparase para su matrimonio religioso, que yo debía celebrar cerca de Vannes el próximo 9 de junio. Así pues, durante dos años pasamos muchas horas trabajando los fundamentos de la vida conyugal. Yo acababa de bendecir su hogar el 16 de diciembre y habíamos finalizado su expediente canónico de matrimonio. La hermosísima declaración de intenciones de Arnaud me llegó 4 días antes de su heroica muerte.
La joven pareja venía con regularidad a la abadía a participar en las misas, oficios y enseñanzas, y en particular a un grupo de acogida, Nuestra Señora de Caná. Formaban parte del equipo de Narbona. Vinieron incluso el pasado domingo.
Inteligente, deportista, hablador y resuelto, a Arnaud le gustaba hablar de su conversión. Nacido en una familia poco practicante, vivió una auténtica conversión hacia 2008, cerca de los 33 años. Recibió la primera comunión y la confirmación tras dos años de catecumenado, en 2010.
Después de una peregrinación a Sainte-Anne-d’Auray en 2015, donde pidió a la Virgen María encontrar a la mujer de su vida, empezó a salir con Marielle, cuya fe es profunda y discreta. La petición de mano se celebró en la abadía bretona de Timadeuc en la Pascua de 2016.
Apasionado de la Gendarmería, alimentaba desde siempre una gran pasión por Francia, por su grandeza, por su historia, por sus raíces cristianas, que había redescubierto con su conversión. Cuando se ofreció en lugar de los rehenes, probablemente lo motivó la pasión de su heroísmo de oficial, porque para él ser gendarme significaba proteger. Pero él conocía el riesgo inaudito que asumía.
Sabía también de la promesa de matrimonio religioso que había hecho a Marielle, que ya era civilmente su esposa y a quien amaba con ternura, de eso soy testigo. ¿Entonces? ¿Tenía derecho a asumir tal riesgo? Me parece que solo su fe puede explicar la locura de ese sacrificio que es hoy la admiración de todos. Él sabía que, como nos dijo Jesús, “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). Él sabía que, aunque su vida empezaba a pertenecer a Marielle, también pertenecía a Dios, a Francia, a sus hermanos en peligro de muerte. Creo que solo una fe cristiana animada por la caridad podía pedirle ese sacrificio sobrehumano.
Pude reunirme con él en el hospital de Carcasona, hacia las 21h de la noche de ayer. Los gendarmes y los médicos o enfermeras me abrieron el camino con una extraordinaria delicadeza. Él estaba vivo, pero inconsciente. Pude darle el sacramento de los enfermos y la bendición apostólica a las puertas de la muerte. Marielle respondía a esas bellas fórmulas litúrgicas.
Era Viernes de Dolores, justo al inicio de la Semana Santa. Acababa de rezar el oficio de nona y el viacrucis por su intención. Pedí al personal que cuidaba de él si podría tener una medalla mariana, la de [Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa de] la Rue du Bac, de París, junto a él.
Comprensiva y profesional, una enfermera la sujetó a su hombro. No pude casarle, como ha dicho erróneamente un artículo, porque estaba inconsciente. Arnaud no tendrá jamás hijos carnales. Sin embargo, su heroísmo sobrecogedor va a suscitar, según creo, numerosos imitadores, dispuestos entregarse a sí mismos por Francia y por su dicha cristiana.