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¿Qué es un salario digno?

SALARY
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César Nebot - publicado el 22/03/18
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Muchos hablan de la digna retribución, pero…concretamente, ¿cuánto es?

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Aunque hablar de salarios dignos suele ser objeto habitual de discursos políticos, no se suele explicitar a partir de qué nivel la retribución por el trabajo pasa a ser considerada digna.

Por un lado, si los salarios están previstos en un convenio colectivo negociado por las fuerzas sociales, se entiende que aquellos que defienden los intereses de los trabajadores no habrán negociado a la baja un salario que pudiera considerarse indigno.

No obstante, a pesar de eso, los recortes y las modificaciones legislativas tras la crisis han dado lugar a una depreciación salarial que ha acusado más la percepción de debilidad e indignidad de los salarios.

Cáritas en su último informe destacaba la figura del trabajador pobre, que teniendo un empleo se sitúa por debajo del umbral de la pobreza de acuerdo con la Encuesta de Calidad de Vida del INE. La tasa AROPE persiste en mostrar tasas de pobreza relativa a pesar de que las tasas de ocupación están recuperando niveles previos de la crisis.

Una de las grandes dificultades para valorar qué es un salario digno es el sentido subjetivo del mismo. Aunque pudiéramos llegar a un consenso acerca de qué necesidades básicas objetivas se precisan satisfacer, la Teoría del valor subjetivo que subyace en la concepción de la economía moderna actual nos lleva a que la medida del valor de los recursos difícilmente puede exceder la esfera del sujeto. 

No obstante, su dificultad no debería constituir excusa para eludir una aproximación honesta a estas necesidades. De hecho jurídicamente se establece en el artículo 35 de la Constitución española que “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho… a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia…” A su vez en el Preámbulo de la Constitución de la Organización Internacional del Trabajo de 1919 ya se recogía una referencia a una “garantía de un salario vital adecuado”.

Otra dificultad estriba en el carácter relativo que implica un salario nominal en relación con el nivel de vida de cada país. No es lo mismo lo que se necesita en términos monetarios para sobrevivir en un país más caro que en uno más barato. Las diferencias en el coste de la vida se encontrarán relacionadas con las diferencias de las medianas de los salarios. En un país con una mediana salarial más alta que otro, el coste de la vida también será más alto. Por eso mismo el umbral de la pobreza se mide como el 60% de la mediana de cada país o región.

Así pues, en términos relativos, el cómputo de un salario digno debería contemplar, de acuerdo con el nivel de cada país o región, una retribución salarial capaz de sostener la alimentación familiar, el coste de uso de una vivienda medido como alquiler promedio y el coste de suministros e impuestos, las necesidades de vestido y calzado, las necesidades de educación y el acceso a la sanidad.

Pero la dignidad salarial no debería observarse únicamente de forma estática, sino que debería facilitar el desarrollo de la autonomía financiera de la familia y, por lo tanto, facilitar la capacidad de ahorro que en última instancia será decisión del propio trabajador en virtud de su valoración subjetiva.

Además de todos estos elementos que pueden considerarse indispensables para comenzar a cuantificar un salario digno, existe la responsabilidad de que exista correspondencia entre el salario y la productividad del trabajo tanto de los que trabajan por cuenta ajena como de los propios empresarios.

Y es una gran responsabilidad por dos cuestiones. En primer lugar, por la sostenibilidad de los propios salarios en el corto plazo y, en segundo lugar, porque, en los países con sistemas de pensiones basados en el reparto (que no la capitalización), unos salarios dignos cotizan y liquidan ingresos fiscales que permiten abonar pensiones dignas.

Tenemos la responsabilidad no ya de abordar qué es un salario digno por los que hoy trabajan sino también por los que no pueden trabajar y no tienen capacidad de variar sus ingresos en virtud de la productividad.

En España los pensionistas llevan varias semanas de manifestaciones porque la subida mínima de las pensiones en un 0.25% apenas puede hacer frente a los incrementos de los precios de los suministros como un 10% de la electricidad en el 2017 y casi un 12% del gas.

Como mínimo por esa responsabilidad deberíamos reflexionar conjuntamente sobre si la devaluación salarial es la mejor estrategia para salir de la crisis con dignidad.

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