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¿Por qué la Bestia del Apocalipsis tiene número y no nombre?

THE BEAST OF THE SEA
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Daniel Esparza - publicado el 21/03/18
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Algunas explicaciones de la hermenéutica bíblica tradicional arrojan luz sobre el asunto, así como las ideas del Papa Benedicto sobre la historia reciente y los acontecimientos actualesEn el capítulo 13, versículo 18 del Apocalipsis de Juan, se lee:

Para esto se precisa sutileza. El que tenga inteligencia calcule la cifra de la Bestia, porque es una cifra humana: 666.

El 15 de marzo de 2000, cuando aún era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el entonces cardenal Joseph Ratzinger habló durante la inauguración de la Tercera Semana Diocesana de la Fe en la Catedral de Palermo, Sicilia, frente a unas 1.500 personas. Ese discurso, no tan conocido como su famoso Discurso de Ratisbona, ahora se conoce comúnmente como la conferencia de Ratzinger sobre Paternidad y Apocalipsis.

En esta conferencia, Ratzinger advirtió a la audiencia sobre los peligros de la biotecnología, y explicó que la reducción de la paternidad humana a un fenómeno biológico, privándola de sus dimensiones humanas y espirituales, es una amenaza que vacía todas las declaraciones que uno podría decir sobre Dios Padre. “La disolución de la paternidad y la maternidad”, explicó, “está vinculada a la disolución de nuestro ser hijos e hijas”.

Pero, ¿qué tiene esto que ver con el número apocalíptico de la Bestia? El argumento de Ratzinger explica que el antagonista de Dios, la Bestia, es el único personaje en la Biblia que no tiene nombre, sino número. En la revelación bíblica, la presencia y la acción de Dios se revela a través de un nombre (“Yo Soy”) e incluso se podría explicar en un nombre. Esta revelación, argumenta Ratzinger, significa que Dios desea ser tratado, entrar en comunión. El antagonista de Dios, “esta bestia”, explica Ratzinger en la misma conferencia, “no tiene nombre, sino un número […] La Bestia es un número y se transforma en números”.

Algunos autores han leído esto como la crítica de Ratzinger a la razón instrumental. El entonces cardenal se refería claramente a la experiencia de los campos de concentración, pero también a los riesgos de entender al ser humano en términos de meras funciones biomecánicas:

En su horror cancelan el rostro, la historia, transformando al hombre en un número, reduciéndolo a un engranaje de una máquina enorme. El hombre no es más que una función. En nuestros días, no deberíamos olvidar que prefiguraban la suerte de un mundo que corre el riesgo de tomar la misma estructura de los campos de concentración, si acepta la ley universal de la máquina. Las máquinas que ha construido le imponen la misma ley. Según esta lógica, el hombre tiene que ser interpretado por un ordenador y esto solo es posible si se traduce en números. La bestia es el número de transforma en números; Dios, sin embargo, tiene un nombre y llama por el nombre. Es persona y busca a la persona.

Ahora, como sucede con la gematría hebrea (es decir, la asignación de un valor numérico a las letras del alfabeto), las letras griegas también pueden tener un valor numérico correspondiente. Eso es lo que se conoce como isopsefía. Su uso para “calcular” el número de la Bestia ayudó a toda una tradición teológica y hermenéutica a entender que el número 666 era equivalente al nombre y el título del César Neron, que fue el emperador romano desde el año 54 hasta el 68.

Su nombre , escrito en arameo, también se puede “calcular” como equivalente a 666 usando la gematría hebrea tradicional. De hecho, “Nero Caesar” en hebreo dice נרון קסר (NRON QSR). Esta ortografía, cuando se usa como números, representa 50-200-6-50-100-60-200, que suma hasta 666.

Los historiadores creen que esta era la forma en que las primeras comunidades cristianas perseguidas podían hablar en contra del emperador sin que las autoridades romanas lo supieran. Pero esta explicación no hace que el argumento de Ratzinger sea inválido, simplemente porque Nerón es un personaje histórico real.

Lo que revela el número de la Bestia es que la disolución de los rasgos personales, la sustitución de los nombres por las estadísticas, la reducción del ser humano a cualquiera de sus funciones básicas (como la reducción de la paternidad a un fenómeno biológico, privado de su espiritualidad). y la dimensión moral, o como en la reducción de la crisis de refugiados a meras estadísticas) tarde o temprano corre el riesgo de conducir a la deshumanización.

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