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Las 4 maneras con las que Dorothy Day superó la soledad

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Michael Rennier - publicado el 21/03/18
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Si alguna vez te sientes solo, estás en buena compañía y puedes encontrar salida.

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Famosa por su activismo social en favor de los pobres y por su compromiso con la paz y la no violencia, Dorothy Day inspiró a un sinnúmero de personas con su vida y sus ideas. Lo que quizás se sepa menos es su búsqueda personal de la fe en medio de sus dificultades con la soledad.

Su autobiografía, de hecho, se titula La larga soledad y describe su travesía desde la juventud a la ancianidad buscando una solución a su profunda experiencia de soledad.



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Escribiendo sobre su infancia, Day afirma que a menudo se aventuraba a través del barrio y disfrutaba hasta “que me daba cuenta de repente de que estaba sola, de que el mundo era vasto y de que había fuerzas malignas en él”.

Más tarde, cuando se marchó a la universidad, se despertaba llorando en la noche por morriña y soledad. Estar separada de su familia la desconsolaba y sentía como una terrible pérdida el no poder ser para siempre una adolescente que sostuviera en brazos a su hermano bebé.

Incluso como madre con su propio bebé recién nacido, escribe, “estaba sola, terriblemente sola (…) las mujeres en especial somos víctimas de la larga soledad”.



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El problema de la soledad está con nosotros ahora más que nunca; de hecho, cerca de tres cuartos de la población estadounidense la han experimentado.

¿Qué podemos aprender de Dorothy Day para superar la soledad?

1. Leer libros

Day era una lectora voraz de novelas. También le encantaban la música y la poesía. Así encontraba conexión humana.

Cada vez que sentía la belleza del mundo mediante el canto o la palabra (…) me entraban ganas de ponerme a gritar de júbilo. Los Salmos eran una forma de dar salida a estos accesos de júbilo o tristeza, y supongo que el escribir también era una válvula de escape. Después de todo, uno tiene que comunicar ideas. Yo siempre sentí la común unidad de nuestra humanidad; el corazón humano anhela esta comunión”.

Más adelante, Day admite que es el tipo de persona que siempre dice a la gente que lea tal o cual libro. No es que le encante analizarlos, es que “¡quiero vivir por ellos!”, exclama. En otras palabras, los autores son sus amigos y también los personajes que han creado.

“Habría sido una vida mucho más solitaria de no haber sido por el señor Dickens o el señor Tolstoi…”.

2. Vivir según una visión moral

A partir de sus encuentros con escritores y artistas y, por supuesto, de su fe siempre creciente, Day exploró en busca de respuestas a algunas de las grandes preguntas de la vida.

Se percató de que gran parte de la soledad de su vida brotaba del hecho de que no sabía realmente cuál era su propósito.Debido a ello, se sentía como a la deriva hasta que descubrió su propósito en el servicio a los pobres.

Cuando le preguntaron de qué forma esperaba ser recordada, ella señaló hacia unas mesas de cocina cercanas y dijo: “¡Espero que recuerden que intenté prepararles buen café y buena sopa!”. La visión moral que la guiaba era cuidar de los oprimidos e ignorados.

Una visión moral es una fuente de fortaleza e imparte un sentimiento de propósito y de pertenencia.

3. Introspección espiritual

“No he sentido siempre la riqueza de la vida, su sacralidad”, admite Day. “No sé cómo pueden las personas sin una fe religiosa”.

La primera mitad de su vida, explica, estuvo marcada por la ausencia de espiritualidad y, por eso, “los primeros veinticinco años fueron confusos” y llenos de “inseguridad”.

La fe que con el tiempo terminó por hacer suya sin duda incluía asistir a misa y trabajar activamente entre los pobres, pero también era una forma de vida. Estaba con ella incluso cuando estaba sola.

Era introspectiva y reflexiva. Pasaba tiempo a solas deliberadamente para meditar en silencio y leer y, durante esos momentos, aunque estuviera únicamente consigo misma, no se sentía sola ni se lamentaba por ello.

Esto muestra que rellenar tu calendario de actividades no soluciona el problema de la soledad y que el secreto no es tan fácil ni tan trillado como hacer más amigos o ser más social.

En vez de eso, Day dedicaba tiempo a la introspección y al silencio en su vida.

4. El don de uno mismo

A fin de cuentas, escribe Day, “todos hemos conocido la larga soledad y hemos aprendido que la única solución es el amor y que el amor viene con la comunidad”.

Es interesante la forma en que verbaliza esto, porque el tipo de comunidad al que ella se refiere no se crea haciendo más amigos o rodeándose de personas afines. Se forma con el acto de entregarse uno mismo por el bien de los demás.

Day dedicaba su tiempo a personas sintecho, a drogadictos y a personas confusas que habían perdido el rumbo. Esta es la comunidad que construyó y esta es la comunidad que le trajo consuelo.

La clave para superar la soledad es pensar menos en las necesidades propias y más en las de los demás. Esta, afirma Day, es la única solución, pero es algo que todos los que tenemos dificultades con la soledad descubriremos que, aunque no sea una respuesta fácil, sí está al alcance de nuestra mano.



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