Aliento del Papa Francisco a los participantes en el Curso sobre el Fuero Interno, organizado por la Penitenciaría Apostólica
“Queridos jóvenes sacerdotes, futuros sacerdotes y queridos Penitenciarios, sean testigos de la misericordia, sean humildes oyentes de los jóvenes y de la voluntad de Dios para ellos, sean siempre respetuosos de la conciencia y de la libertad del que se acerca al confesionario, porque Dios mismo ama su libertad. Y encomienden a los penitentes a aquella que es Refugio de los pecadores y Madre de misericordia”.
Esta exhortación del Papa Francisco resumen su denso discurso a los participantes en el curso anual, como es tradicional, para capacitar a los confesores.
Ministerio del confesor para el coloquio sacramental de la Reconciliación
El Obispo de Roma hizo hincapié en la importancia del tema del curso de este año, ante la próxima cumbre sinodal: “ Ser instrumentos de Misericordia y no impedir que Dios actúe en el corazón de los jóvenes ”
En su reflexión se dirigió a los confesores “jóvenes entre los jóvenes” y subrayó en primer lugar “que es necesario redescubrir siempre, como afirma Tomás de Aquino, la dimensión instrumental de nuestro ministerio”:
“El sacerdote confesor no es la fuente de la Misericordia, ni de la gracia: ¡es ciertamente su indispensable instrumento, pero siempre sólo instrumento! Y, cuando el sacerdote se adueña del mismo, impide que Dios actúe en los corazones. Esta conciencia debe favorecer una atenta vigilancia sobre el riesgo de volverse ‘dueños de las conciencias’, sobre todo en relación con los jóvenes, cuya personalidad está aún en formación y, por lo tanto, muy fácilmente influenciables.
Recuerden que ‘ser’ y ‘tener que ser’ sólo instrumentos de la Reconciliación es el primer requisito para asumir una actitud de humilde escucha del Espíritu Santo”.
“En segundo lugar, hay que saber escuchar las preguntas, antes de ofrecer respuestas. Dar respuestas, sin haberse preocupado de escuchar las preguntas de los jóvenes y, allí donde es necesario, sin haber intentado suscitar preguntas auténticas, sería una actitud equivocada. El confesor está llamado a ser hombre de la escucha: escucha humana del penitente y escucha divina del Espíritu Santo.
Escuchando verdaderamente al hermano en el coloquio sacramental, escuchamos al mismo Jesús, pobre y humilde; escuchando al Espíritu Santo nos ponemos en atenta obediencia, nos volvemos auditores de la Palabra y por lo tanto ofrecemos el mayor servicio a nuestros jóvenes penitentes: los ponemos en contacto con el mismo Jesús”.
“Cuando se dan estos dos elementos, el coloquio sacramental puede abrirse verdaderamente a ese camino prudente y orante que es el discernimiento vocacional”
“Cada joven debería poder escuchar la voz de Dios tanto en su propia conciencia, como a través de la escucha de la Palabra”.